Mujeres de estética singular que fascinan a Ana García-Siñeriz.
No visten de blanco, negro y beis, como mandan los cánones de la elegancia. Pero estas mujeres, de estética singular y personalidad arrebatadora, fascinan a ANA GARCÍA-SIÑERIZ por su refrescante osadía.
Un buen amigo, inteligente y de gusto exquisito, casado con otro buen amigo, igualmente inteligente, igualmente exquisito, y con una muy seguida columna en uno de los principales diarios de este país, me dijo una vez que la elegancia puede ser muy aburrida, y cada año que pasa, la vida (y redes sociales) le dan más la razón. Él no se acordará de que pronunció esa frase, pero yo no he dejado de darle vueltas desde entonces. Lo que se entiende por elegancia, esa suave combinación de beis, blanco y negro, con un ligero toque de dorado en la joya, y el complemento de marcaza, es un chaleco antibalas con el que nos protegemos de los errores para avanzar ilesos por nuestro entorno social. A este escudo solo renuncian o los que no saben ni de qué estamos hablando o los verdaderamente originales.
En el sentido de las agujas del reloj, las diseñadoras Bethan Laura Wood, Daphne Guinness y la actriz Tilda Swinton. Todas británicas. Todas singulares.
Que no nos duelan prendas: ya no se entiende un mundo sin redes sociales, pero las figuras que encumbran los algoritmos son de una uniformidad y aburrimiento cósmicos. Mismas niñas, mismos estilos, mismas marcas de lujo banalizadas hasta casi convertirse en for Asian market only. Pero que nadie entienda este texto como un alegato contra las propias influencers y mucho menos contra la pujanza del imperio oriental; es tan estéril como quejarse porque va a llover. Solo que, ay, ojalá, entre los que marcan el signo de nuestro tiempo, hubiera más valientes de los que se atreven a salirse de la norma, sin filtro y con personalidad.
Casi escondido en Netflix, entre bridgertons y lupines, hay un documental delicioso, ¿Qué haría Sophia Loren? (Ross Kauffman, 2021), también recomendado por otro amigo de mente exquisita y gusto cinematográfico impecable. Se podría resumir en que Sophia Loren fue la influencer de la vida de una abuela italoamericana, que, en momentos decisivos, se preguntaba ¿qué habría hecho Sophia en mi lugar? Sophia, influencer avant la lettre, a la que amo y admiro, no fue uno de mis referentes estilísticos, pero sí otras grandes actrices, socialites, elegantes, pero no aburridas.
Cuando dudaba si lanzarme a alguna extravagancia frente al espejo de cuerpo entero –ese complemento indispensable que, según una de las frases (bien) citadas de Carolina Herrera, toda mujer debería poseer– siempre me preguntaba: ¿Qué haría en mi lugar tal o tal ‘ídola’ de mis entretelas fashionistas? ¿Sofa Coppola, Isabella Blow, Daphne Guinness, Tilda Swinton, Rooney Mara, Naty Abascal? ¿Ella se lo pondría y saldría a la calle con tres pares de narices? ¿O se refugiaría en el comodín blanco-negro-beis? Casi siempre vencía el ‘ella se lo pondría’. Pero la que salía a la calle, todavía dubitativa y, admitámoslo, puede que hecha un cuadro, era yo. Lo siento, pero qué aburrimiento: todas esas estrellitas de Instagram, con sus filtros y sus bolsos, tan guapas, tan clónicas, y tan, tan elegantes