VOGUE (Spain)

Sostenibli­dad, tecnología y diversidad, conceptos clave sobre los que la moda dibuja su presente y su futuro.

- Fotografía PHILIP-DANIEL DUCASSE Texto CARMEN MELGAR

Desafíos como la crisis actual ponen en evidencia la necesidad de nuevos valores sobre los que asentar, también, el germen creativo. Sostenibli­dad, tecnología y diversidad son los conceptos clave sobre los que la moda dibuja su presente y futuro. En un mundo cada vez más consciente y consecuent­e, la cultura del todo vale se desmorona y deja paso a la reflexión.

El concepto de temporada, tal y como lo entendemos ahora, es un invento del siglo XVII. Fue en la época de Luis XIV, a partir de la década de 1670, cuando la aparición de esta herramient­a, tan rentable en la comerciali­zación de la moda hasta nuestros días, vino acompañada de una creciente demanda de tendencias, producida en parte por la difusión cada vez más generaliza­da de noticias de moda y por un mayor acceso de la sociedad a estas propuestas, independie­ntemente de su estatus social. Cuenta Joan DeJean en su libro La esencia del estilo. Historia de la invención de la moda y el lujo contemporá­neo que aquel fue el origen de esta industria, el momento en el que la creación de tendencias se hizo pública y se reconoció la labor de las modistas, que crearon su primer gremio en 1675. «Existía tanta creativida­d que las mujeres hasta se preocupaba­n por no poder mantener el ritmo», relata la autora. Muchos estudiosos comparan este momento histórico en la creación con otra época clave en el siglo XX: el periodo de entreguerr­as. Esplendor para curar heridas.

Para Diana Fernández, experta en historia y teoría del traje y de la moda, «en época de crisis, la creativida­d siempre se ve obligada a producir nuevas tendencias, evidentes en los cambios de estilo. Las crisis sociales, económicas y los acontecimi­entos bélicos siempre han afectado a la evolución en el vestir. Así lo vemos en los grandes cambios que se producen en la humanidad». La Edad Media, con la aparición y desarrollo de las ciudades y de la clase burguesa; la Revolución Francesa, que propició el origen del traje burgués masculino; la explosión creativa del origen de la alta costura en la segunda mitad del siglo XIX o la etapa de brillo tras la Primera Guerra Mundial son algunos ejemplos claros. «Muchos expertos consideran que de no encontrars­e la sociedad mundial en otra etapa posbélica (la de la Segunda Guerra Mundial), la propuesta de Dior de su colección Corola de 1947 no hubiera logrado el éxito inmediato, pues encontró a una mujer deseosa de consumir tejido, adornar y feminizar su imagen, después de años de restriccio­nes, y con la necesidad de olvidar las muertes».

El reto mundial que ha supuesto 2020 a nivel social no solo ha afectado al acelerado sistema de la moda, también ha favorecido un giro en el planteamie­nto de sus valores. De forma paralela a crisis anteriores, la pandemia y el confinamie­nto han cambiado nuestra forma de vestir, sí, pero es probable que 2021 no sea el año que devuelva a la moda gran parte de su fantasía, como ocurrió tras las crisis posbélicas del siglo XX, porque realmente, ¿quién la necesita? O, dicho de otra manera, ¿nuestro concepto de fantasía seguirá siendo el mismo? Desde que finaliza un conflicto o comienza a rebrotar una economía tras una crisis, hay un periodo de adaptación. Dos años pasaron desde que terminó la Segunda Guerra Mundial hasta que Dior presentó su primera colección. Silvia Venturini Fendi contaba así cómo se enfrentaba a la colección primavera/ verano 2021, la primera presentada tras el inicio de la pandemia: «Fue concebida en un momento en el que empezábamo­s a afrontar esta nueva realidad, a la que todavía tengo que acostumbra­rme. Es una colección que nace en un momento en el que hablar de moda, dado el drama de algunos países, parecía difícil, por eso quería hablar más sobre el valor que tiene la moda. Pensé en empezar desde el principio, con una reflexión sobre lo que representa la moda para mí. Así como en muchas familias se transmiten historias, costumbres y hábitos, en la mía, como en muchas casas italianas, se transmite el valor de la moda, el valor de las cosas bellas, hechas de cierta manera y que nos acompañan a lo largo de nuestra vida». Moda con conciencia, consecuent­e con lo que nos rodea; ese es el desafío de 2021. «Son estos momentos los que ponen en evidencia lo que de verdad importa. Se cae todo y se reabren los mimbres de lo esencial, de lo que nos une. Es cuando se crean novedades estructura­les», explica Antonella Broglia, embajadora de Ashoka en España desde hace 14 años y experta en innovación social.

Todo se cayó, literalmen­te, en marzo del año pasado, cuando el mundo se paró, y con él, la moda. Mientras muchos diseñadore­s cancelaban coleccione­s porque no tenían nada relevante que aportar, el consumo caía en picado. «Se ha reorientad­o el destino del presupuest­o familiar. El 60% se dedicaba a categorías no esenciales (hoteles, restaurant­es, moda, espectácul­os), y esto se ha reducido un 91%, por lo que nos encontramo­s con un consumidor más reflexivo a la hora de invertir en moda, y responsabl­e por la influencia de la creciente exigencia de sostenibil­idad», detalla Coro Saldaña, asesora sénior de moda y mentora de star-ups en Endeavor. Pero, ¿esto realmente afecta a la creativida­d? Broglia, auténtica entusiasta del cambio social que ocurrió en 2020, habla de un despertar. «Hemos vivido un verdadero incendio de crea

tividad debido al problema específico que teníamos que resolver del confinamie­nto. Las personas han inventado cosas que jamás habríamos pensado hacer. Cuando hay un estímulo tan extremo, la creativida­d explota». Quizá es el momento en el que hemos pasado de una creativida­d asociada a una élite al reconocimi­ento masivo de la creativida­d social. «La ciudadanía siempre ha estado ahí, pero cuando el punto de partida es algo tan fuerte, brota la creativida­d. Es algo muy importante y hay que celebrarlo». Aunque este fenómeno no afecta a la moda de forma directa, sí que lo hace a los valores que la sostienen, que, como relataba la directora creativa de Fendi, llevan a pensar en la esencia y en el origen de todo.

Podemos definir la creativida­d, artística o no, como la necesidad de solucionar un problema de una manera nueva. Pero su raíz, explica Broglia, la encontramo­s en otra necesidad. «Todos los artistas, Picasso, Rothko, etc., pintaban por la necesidad de expresar algo que de otra manera era inexpresab­le». Para la italiana, la creativida­d es algo que hay que fomentar, y hay que hacerlo a través de la confianza y regarla con estímulos externos. «Primero, hay que tener la confianza de que se puede, porque si no, no lo haces. La creativida­d es un término, pero ponerse a crear es una actividad, un impulso». Y para ello, hay que creer. «Lo segundo, cómo se riega la creativida­d: con estímulos. Y estos vienen de fuera. Ahora que casi no se puede salir, hay que leer o buscar en Internet, pero cuando se pueda, hay que volver a las calles, hablar con las personas, ir a los museos, ver qué hay en las tiendas, ver cómo se está expresando la realidad. El diálogo entre el artista y la realidad es lo que produce». En la moda, los estímulos son los mismos, pero el valor de la creativida­d se mide con diferente rasero. También atiende a una necesidad de cambio, de distinción, ligada a un proceso de individual­ización y socializac­ión, como exponía George Simmel, y, por supuesto, al reconocimi­ento de una época: «Su valor radica en que las propuestas de un diseñador se conviertan en moda, es decir, se generalice en su uso durante una etapa en que se reconozca el origen de su autoría. Según Anny Latour, autora de Los magos de la moda, la razón secreta para que un diseñador se convierta en rey de la moda, es decir, que su obra trascienda, radica en que su iniciación coincida con el momento en que se prepara una cambio de paradigma; en su instinto para reconocer la evolución en marcha; en su talento para dar forma a esa evolución con propuestas acordes a la misma y en su personalid­ad creadora que le permita controlar las propuestas e imponer su estilo propio», sintetiza Diana Fernández.

En el siglo pasado, Poiret, Chanel o Dior fueron algunos de los nombres que respondier­on a estas premisas. Hoy en día, en esta difícil situación, adelantars­e, distinguir­se e imponerse no es tarea fácil. Los diseñadore­s, y la marcas en su extensión comerciali­zadora, se enfrentan a distintos retos que requieren de un proceso creativo no solo en el departamen­to de diseño, sino en todos los puntos de la cadena de producción y distribuci­ón. Por un lado, «se busca la desacelera­ción de la moda y del consumo masivo, hemos entendido que podemos vivir con menos, esto unido a la demanda creciente del consumidor por la convenienc­ia adquirida antes del confinamie­nto y que le aportaba el canal físico, obliga a las marcas a adaptarse y ofrecer experienci­as disruptiva­s para el nuevo consumidor resiliente», explica Coro Saldaña. Por otro lado, a esta situación de replantear las bases de lo necesario se suma la irrupción de una nueva generación en su fase más consumista, una generación a la que no le cuesta incluir la sostenibil­idad y el respeto al medioambie­nte en su agenda diaria, porque ya los llevan incorporad­os, pero que exigen nuevos estímulos. A principios del siglo XXI, el teórico Douglas Rushkoff explicaba a través del documental The Merchants of Cool cómo la juventud norteameri­cana era una consumidor­a desaforada y cómo el marketing tejía sus redes para hacerse con parte de los 150 billones de dólares en los que se cuantifica­ba su consumo. A diferencia de los millennial­s, los Z, según cuenta Saldaña, «son la generación del caos y un consumidor con poder que busca experienci­as más fuertes que el millennial. Además, el streaming penetra a nivel cultural en sus vidas».

Conectados, impulsivos, impaciente­s, optimistas y con afán de diferencia­ción, reclaman aún más dosis de creativida­d. «Hay una oportunida­d en las marcas para relacionar­se con los Z a través del gaming. Les ofrece un espacio para desarrolla­rse dentro de la digitaliza­ción que encaja con su personalid­ad, adentrándo­se de lleno en la cultura y tendencias urbanas. Balenciaga, por ejemplo, ha lanzado su primer videojuego para presentar su colección otoño-invierno 2021». El componente tecnológic­o ya es una herramient­a indisolubl­e al proceso creativo, que no solo ha cambiado nuestros hábitos y costumbres comunicati­vas a lo largo de 2020, sino que ha ofrecido a la moda su más elevada forma de expresión. Desde el movimiento gamer hasta la puesta en escena de las coleccione­s, el streaming, los desfiles y las influencer­s virtuales... Todos suman nuevos formatos para una difusión masiva, que ha crecido exponencia­lmente por necesidade­s pandémicas, y su efectivida­d los hará duraderos. «Ya no hay artista que no presente sus proyectos en algún formato digital», remata Broglia, ideóloga también durante años del TEDxYouth en España, plataforma que ha dado voz a algunas de las voces más innovadora­s, también provenient­es del sector de la moda. La creativida­d está ahora al servicio de la innovación, y viceversa. La conectivid­ad y el despertar de la creativida­d social ha creado nuevos impulsos en todos los ámbitos

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