Sosteniblidad, tecnología y diversidad, conceptos clave sobre los que la moda dibuja su presente y su futuro.
Desafíos como la crisis actual ponen en evidencia la necesidad de nuevos valores sobre los que asentar, también, el germen creativo. Sosteniblidad, tecnología y diversidad son los conceptos clave sobre los que la moda dibuja su presente y futuro. En un mundo cada vez más consciente y consecuente, la cultura del todo vale se desmorona y deja paso a la reflexión.
El concepto de temporada, tal y como lo entendemos ahora, es un invento del siglo XVII. Fue en la época de Luis XIV, a partir de la década de 1670, cuando la aparición de esta herramienta, tan rentable en la comercialización de la moda hasta nuestros días, vino acompañada de una creciente demanda de tendencias, producida en parte por la difusión cada vez más generalizada de noticias de moda y por un mayor acceso de la sociedad a estas propuestas, independientemente de su estatus social. Cuenta Joan DeJean en su libro La esencia del estilo. Historia de la invención de la moda y el lujo contemporáneo que aquel fue el origen de esta industria, el momento en el que la creación de tendencias se hizo pública y se reconoció la labor de las modistas, que crearon su primer gremio en 1675. «Existía tanta creatividad que las mujeres hasta se preocupaban por no poder mantener el ritmo», relata la autora. Muchos estudiosos comparan este momento histórico en la creación con otra época clave en el siglo XX: el periodo de entreguerras. Esplendor para curar heridas.
Para Diana Fernández, experta en historia y teoría del traje y de la moda, «en época de crisis, la creatividad siempre se ve obligada a producir nuevas tendencias, evidentes en los cambios de estilo. Las crisis sociales, económicas y los acontecimientos bélicos siempre han afectado a la evolución en el vestir. Así lo vemos en los grandes cambios que se producen en la humanidad». La Edad Media, con la aparición y desarrollo de las ciudades y de la clase burguesa; la Revolución Francesa, que propició el origen del traje burgués masculino; la explosión creativa del origen de la alta costura en la segunda mitad del siglo XIX o la etapa de brillo tras la Primera Guerra Mundial son algunos ejemplos claros. «Muchos expertos consideran que de no encontrarse la sociedad mundial en otra etapa posbélica (la de la Segunda Guerra Mundial), la propuesta de Dior de su colección Corola de 1947 no hubiera logrado el éxito inmediato, pues encontró a una mujer deseosa de consumir tejido, adornar y feminizar su imagen, después de años de restricciones, y con la necesidad de olvidar las muertes».
El reto mundial que ha supuesto 2020 a nivel social no solo ha afectado al acelerado sistema de la moda, también ha favorecido un giro en el planteamiento de sus valores. De forma paralela a crisis anteriores, la pandemia y el confinamiento han cambiado nuestra forma de vestir, sí, pero es probable que 2021 no sea el año que devuelva a la moda gran parte de su fantasía, como ocurrió tras las crisis posbélicas del siglo XX, porque realmente, ¿quién la necesita? O, dicho de otra manera, ¿nuestro concepto de fantasía seguirá siendo el mismo? Desde que finaliza un conflicto o comienza a rebrotar una economía tras una crisis, hay un periodo de adaptación. Dos años pasaron desde que terminó la Segunda Guerra Mundial hasta que Dior presentó su primera colección. Silvia Venturini Fendi contaba así cómo se enfrentaba a la colección primavera/ verano 2021, la primera presentada tras el inicio de la pandemia: «Fue concebida en un momento en el que empezábamos a afrontar esta nueva realidad, a la que todavía tengo que acostumbrarme. Es una colección que nace en un momento en el que hablar de moda, dado el drama de algunos países, parecía difícil, por eso quería hablar más sobre el valor que tiene la moda. Pensé en empezar desde el principio, con una reflexión sobre lo que representa la moda para mí. Así como en muchas familias se transmiten historias, costumbres y hábitos, en la mía, como en muchas casas italianas, se transmite el valor de la moda, el valor de las cosas bellas, hechas de cierta manera y que nos acompañan a lo largo de nuestra vida». Moda con conciencia, consecuente con lo que nos rodea; ese es el desafío de 2021. «Son estos momentos los que ponen en evidencia lo que de verdad importa. Se cae todo y se reabren los mimbres de lo esencial, de lo que nos une. Es cuando se crean novedades estructurales», explica Antonella Broglia, embajadora de Ashoka en España desde hace 14 años y experta en innovación social.
Todo se cayó, literalmente, en marzo del año pasado, cuando el mundo se paró, y con él, la moda. Mientras muchos diseñadores cancelaban colecciones porque no tenían nada relevante que aportar, el consumo caía en picado. «Se ha reorientado el destino del presupuesto familiar. El 60% se dedicaba a categorías no esenciales (hoteles, restaurantes, moda, espectáculos), y esto se ha reducido un 91%, por lo que nos encontramos con un consumidor más reflexivo a la hora de invertir en moda, y responsable por la influencia de la creciente exigencia de sostenibilidad», detalla Coro Saldaña, asesora sénior de moda y mentora de star-ups en Endeavor. Pero, ¿esto realmente afecta a la creatividad? Broglia, auténtica entusiasta del cambio social que ocurrió en 2020, habla de un despertar. «Hemos vivido un verdadero incendio de crea
tividad debido al problema específico que teníamos que resolver del confinamiento. Las personas han inventado cosas que jamás habríamos pensado hacer. Cuando hay un estímulo tan extremo, la creatividad explota». Quizá es el momento en el que hemos pasado de una creatividad asociada a una élite al reconocimiento masivo de la creatividad social. «La ciudadanía siempre ha estado ahí, pero cuando el punto de partida es algo tan fuerte, brota la creatividad. Es algo muy importante y hay que celebrarlo». Aunque este fenómeno no afecta a la moda de forma directa, sí que lo hace a los valores que la sostienen, que, como relataba la directora creativa de Fendi, llevan a pensar en la esencia y en el origen de todo.
Podemos definir la creatividad, artística o no, como la necesidad de solucionar un problema de una manera nueva. Pero su raíz, explica Broglia, la encontramos en otra necesidad. «Todos los artistas, Picasso, Rothko, etc., pintaban por la necesidad de expresar algo que de otra manera era inexpresable». Para la italiana, la creatividad es algo que hay que fomentar, y hay que hacerlo a través de la confianza y regarla con estímulos externos. «Primero, hay que tener la confianza de que se puede, porque si no, no lo haces. La creatividad es un término, pero ponerse a crear es una actividad, un impulso». Y para ello, hay que creer. «Lo segundo, cómo se riega la creatividad: con estímulos. Y estos vienen de fuera. Ahora que casi no se puede salir, hay que leer o buscar en Internet, pero cuando se pueda, hay que volver a las calles, hablar con las personas, ir a los museos, ver qué hay en las tiendas, ver cómo se está expresando la realidad. El diálogo entre el artista y la realidad es lo que produce». En la moda, los estímulos son los mismos, pero el valor de la creatividad se mide con diferente rasero. También atiende a una necesidad de cambio, de distinción, ligada a un proceso de individualización y socialización, como exponía George Simmel, y, por supuesto, al reconocimiento de una época: «Su valor radica en que las propuestas de un diseñador se conviertan en moda, es decir, se generalice en su uso durante una etapa en que se reconozca el origen de su autoría. Según Anny Latour, autora de Los magos de la moda, la razón secreta para que un diseñador se convierta en rey de la moda, es decir, que su obra trascienda, radica en que su iniciación coincida con el momento en que se prepara una cambio de paradigma; en su instinto para reconocer la evolución en marcha; en su talento para dar forma a esa evolución con propuestas acordes a la misma y en su personalidad creadora que le permita controlar las propuestas e imponer su estilo propio», sintetiza Diana Fernández.
En el siglo pasado, Poiret, Chanel o Dior fueron algunos de los nombres que respondieron a estas premisas. Hoy en día, en esta difícil situación, adelantarse, distinguirse e imponerse no es tarea fácil. Los diseñadores, y la marcas en su extensión comercializadora, se enfrentan a distintos retos que requieren de un proceso creativo no solo en el departamento de diseño, sino en todos los puntos de la cadena de producción y distribución. Por un lado, «se busca la desaceleración de la moda y del consumo masivo, hemos entendido que podemos vivir con menos, esto unido a la demanda creciente del consumidor por la conveniencia adquirida antes del confinamiento y que le aportaba el canal físico, obliga a las marcas a adaptarse y ofrecer experiencias disruptivas para el nuevo consumidor resiliente», explica Coro Saldaña. Por otro lado, a esta situación de replantear las bases de lo necesario se suma la irrupción de una nueva generación en su fase más consumista, una generación a la que no le cuesta incluir la sostenibilidad y el respeto al medioambiente en su agenda diaria, porque ya los llevan incorporados, pero que exigen nuevos estímulos. A principios del siglo XXI, el teórico Douglas Rushkoff explicaba a través del documental The Merchants of Cool cómo la juventud norteamericana era una consumidora desaforada y cómo el marketing tejía sus redes para hacerse con parte de los 150 billones de dólares en los que se cuantificaba su consumo. A diferencia de los millennials, los Z, según cuenta Saldaña, «son la generación del caos y un consumidor con poder que busca experiencias más fuertes que el millennial. Además, el streaming penetra a nivel cultural en sus vidas».
Conectados, impulsivos, impacientes, optimistas y con afán de diferenciación, reclaman aún más dosis de creatividad. «Hay una oportunidad en las marcas para relacionarse con los Z a través del gaming. Les ofrece un espacio para desarrollarse dentro de la digitalización que encaja con su personalidad, adentrándose de lleno en la cultura y tendencias urbanas. Balenciaga, por ejemplo, ha lanzado su primer videojuego para presentar su colección otoño-invierno 2021». El componente tecnológico ya es una herramienta indisoluble al proceso creativo, que no solo ha cambiado nuestros hábitos y costumbres comunicativas a lo largo de 2020, sino que ha ofrecido a la moda su más elevada forma de expresión. Desde el movimiento gamer hasta la puesta en escena de las colecciones, el streaming, los desfiles y las influencers virtuales... Todos suman nuevos formatos para una difusión masiva, que ha crecido exponencialmente por necesidades pandémicas, y su efectividad los hará duraderos. «Ya no hay artista que no presente sus proyectos en algún formato digital», remata Broglia, ideóloga también durante años del TEDxYouth en España, plataforma que ha dado voz a algunas de las voces más innovadoras, también provenientes del sector de la moda. La creatividad está ahora al servicio de la innovación, y viceversa. La conectividad y el despertar de la creatividad social ha creado nuevos impulsos en todos los ámbitos