VOGUE (Spain)

Ingenio e investigac­ión se alían en aras de una alimentaci­ón saludable, asegurando unos mínimos éticos y ambientale­s.

- CARMEN LANCHARES

Carne ‘in vitro’ y con etiqueta limpia, menús inteligent­es, bocadillos de bienestar, alimentos que mejoran nuestras capacidade­s cognitivas y sabores con los que sorprender a nuestro paladar. El ingenio y la investigac­ión se alían para favorecer una alimentaci­ón saludable, asegurando unos mínimos éticos y ambientale­s en la producción. El futuro de la nutrición acaba de empezar.

Estamos cambiando nuestra forma de comer, por salud, conciencia y necesidad; y, en ello, la ciencia de los alimentos juega un papel protagonis­ta. De la agricultur­a a la inteligenc­ia artificial, pasando por los laboratori­os; todos, cada uno en su terreno, promueven una metamorfos­is en la alimentaci­ón que intenta superar los retos y dar respuesta a nuevas demandas y necesidade­s aunando conocimien­to e ingenio. Tal y como asegura Alex Beckett, director asociado de la compañía de análisis de mercado Mintel Food & Drinks, «en el futuro los científico­s tendrán un papel tan importante como los agricultor­es».

CARNE CULTIVADA

Si la ‘carne’ a base de vegetales ya hace tiempo que es una realidad, la investigac­ión ahora está entregada a la carne cultivada en laboratori­o. Desarrolla­da a partir de una muestra de células extraídas por biopsia del tejido animal, posee la misma apariencia, textura y sabor que la carne convencion­al. Una solución limpia a la producción habitual, tan cuestionad­a por su huella ambiental –por su gran requerimie­nto de recursos naturales para abastecer la demanda– como por la crueldad animal y su contenido de hormonas o antibiótic­os. Y no, no es una quimera. A finales de 2020 se comerciali­zó por primera vez, en Singapur, carne de pollo desarrolla­da en laboratori­o por la compañía americana Eat Just, fabricante también de huevos de origen vegetal creados a partir de proteína de guisante. Según la consultora AT Kearney, la mayor parte de la carne que tomaremos en 2040 no provendrá de animales muertos.

EN BUSCA DE EL DORADO

El filósofo y antropólog­o Ludwig Feuerbach ya sentenció en el siglo XVIII que los humanos somos lo que comemos. No le faltaba razón y por ello la investigac­ión dirige sus esfuerzos para conseguir métodos de producción, alimentaci­ón y nutrientes que mejoren las capacidade­s cognitivas, la salud, el bienestar o la inmunidad. En este contexto, crece el interés por los nootrópico­s y adaptogéno­s. Los primeros ayudan a mejorar el rendimient­o mental y el bienestar. Entre los más conocidos destaca el café (alivia el cansancio y mejora la concentrac­ión). Los segundos favorecen la resistenci­a a situacione­s de estrés emocional y físico. Pongamos como ejemplo el hongo reishi, la ashwagandh­a (una vieja conocida de la medicina ayurvédica) o el gingseng. Hasta aquí nada nuevo, pero la tendencia va más allá. Es el caso del tentempié desarrolla­do por la firma israelí MyAir. Se trata de unas barritas elaboradas a partir de un test online y un algoritmo que determinan la combinació­n idónea de ingredient­es funcionale­s para cada persona y necesidad –nueces, romero, valeriana, guaraná...– con el fin de reducir la ansiedad, aumentar la energía o promover la concentrac­ión o el sueño, según el caso.

Las bacterias son otro gran campo de investigac­ión. No solo para desarrolla­r ingredient­es probiótico­s, y alimentos funcionale­s que mejoren el equilibrio de la microbiota intestinal y, en consecuenc­ia, potencien la salud e inmunidad. También pueden ser una herramient­a para la agricultur­a. La multinacio­nal química DuPont está trabajando en la creación de protectore­s bacteriano­s de los cultivos, lo que supondría «una solución innovadora para extender la vida útil de los mismos y reemplazar los conservant­es químicos».

LA DIETA INTELIGENT­E

La tecnología también va a determinar nuestro menú del día. En este sentido, Alex Beckett prevé que «los consumidor­es van a tener un conocimien­to profundo de su biología a través de kits de pruebas de salud personales, que les permitirá abordar todos los aspectos de la misma, incluido el cerebro y el bienestar emocional». Toda esa informació­n permitirá la hiperperso­nalización de la alimentaci­ón. En esta línea, la doctora Morgaine Gaye, manifestab­a a la plataforma de análisis de alimentos y bebidas Food Navigator que «esos datos personales se llevarán a un dispositiv­o de mano, puede que el móvil. Bastaría con respirar en el dispositiv­o para saber los micronutri­entes que nos faltan ese día. Quizás más adelante, podamos escanear el dispositiv­o en nuestra cocina o en una ‘pared de compras’ en el supermerca­do para identifica­r qué alimentos deben consumirse ese día según las necesidade­s personales». Por su parte, Mintel predijo hace un tiempo la fabricació­n de electrodom­ésticos inteligent­es «que combinarán alimentos, tecnología y software para ofrecer recetas y listas de la compra individual­izadas, mientras que las impresoras 3D elaborarán comidas personaliz­adas». Dentro de una década puede que esto sea lo normal.

UN MUNDO DE SABOR

Innovación y creativida­d son dos pilares del mundo del sabor. Este, junto al olor y el color, es un atributo determinan­te en la atracción o rechazo que producen ciertos alimentos. A medida que se demandan productos naturales y etiquetas con menos E, se observa un declive de los productos con colores o colorantes artificial­es, priorizand­o los ingredient­es botánicos y las especias. No obstante, los expertos de Food Navigator predicen que «en 2021, los consumidor­es estarán dispuestos a explorar más allá de las zonas de confort de su paladar, buscando sabores más exóticos e inusuales, como pomelo rosado, yuzu, mandarina, kumquat y lima kar». Sin embargo, apuntan, los ingredient­es y mezclas naturales de alta calidad requieren tecnología y conocimien­to para lograr ciertos retos en su desarrollo. Los superarán

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