Así elige el Instituto Pantone los colores del año.
En una época marcada por la redefinición de la relación que se mantiene con el vestir, un nuevo concepto de guardarropa, basado en la reducción a lo esencial, ha dado lugar a colecciones que, sin caer en lo anodino, evaden la temporalidad y abrazan la sos
Armario cápsula es un término que puede asociarse sin demasiada dificultad a Internet: ha sido ahí donde se ha ido popularizando durante los últimos años a golpe de vídeo viral, a pesar de que su origen se remonta a tiempos y costumbres analógicas. Fue la diseñadora Donna Karan quien lo introdujo en la conversación de la moda gracias a su colección de debut, compuesta únicamente por siete piezas (la tituló, de hecho, Seven Easy Pieces), con la que pretendía dar respuesta a las necesidades básicas de vestimenta de la mujer sin caer en el aburrimiento. Su propósito era ambicioso, pero lo alcanzó. La fama posterior y su influencia en la estética minimalista de la década de los años 90 son ya parte de la Historia de la moda (una que, quizás por el ciclo acelerado de las tendencias, no ha tratado del todo bien ese legado). Sea como fuere, el presente reclama su vigencia: la crisis climática, la sobreproducción y las condiciones de fabricación poco éticas están provocando, entre otros factores, un viraje en la relación personal con el guardarropa. La búsqueda, por tanto, de soluciones justas y prácticas, se torna más necesaria que nunca.
«Pienso que ahora el armario cápsula tiene mucho más sentido que antes», argumenta Saray Martín, ilustradora y autora del libro El método del armario cápsula (2017). «Nuestra relación con la ropa ha cambiado, y por ello creo que en este momento es aún más importante mantener esa practicidad sin caer en la apatía estética», explica. Martín profundizó en la idea mientras llevaba a cabo el proyecto editorial, que terminó siendo también «un reto, porque quería buscar el equilibrio y cierta coherencia entre mi profesión y mi ritmo de vida», recuerda. «Es cuestión de analizar nuestro estilo, buscar las prendas básicas que deberían estar en el armario, tener otras piezas más de temporada y apostar por la calidad», remata. Las prendas –de cortes atemporales, que no anodinos, en tonos neutros y combinables y sin grandes estampados o alardes decorativos– variarán según quien las enumere, haciendo que el término del armario cápsula se alinee con la actualidad, además de añadir una dosis extra de sentido práctico. «Creo que con todo el replanteamiento forzoso de nuestras vidas llega un mayor autoconocimiento en todos los sentidos, y eso tiene una aplicación directa en la moda», reflexiona Nicolás Yllera, director creativo y cofundador de Rrroad, una marca basada en la circularidad, pero también en el armario cápsula. Porque sí, lo que podría parecer un ejercicio altamente personal, también se ha demostrado como un modelo de negocio que puede llegar a ser más que rentable y escalable, aunque suene contradictorio.
Si en el panorama internacional existen empresas que explicitan de manera clara su apego al término, como sucede con
Wardrobe.NYC, la firma de la directora de moda de Vogue Australia Christine Centenera, en el ámbito nacional la marca de Yllera y Pepe Otaola sienta sus bases desde una óptica más alineada con la sostenibilidad. «Hay que reconocer que del término específico nos enteramos después, pero el concepto en sí, es el mismo. Es imposible imaginarse un armario cápsula hecho de ropa efímera, sin versatilidad», cuenta Yllera. Su objetivo entronca, en cierto modo, con aquel de Karan en los noventa: «Formar un armario completo para hombre y mujer adecuado a nuestros tiempos». Tiempos que, curiosamente, se eliminan de la ecuación al no entrar en la rueda de las temporadas y las tendencias, a pesar de que estas son perfectamente compatibles con los básicos que proponen. Ese es el pensamiento que comparten no solamente Martín e Yllera, sino también Marisol Estellés, creadora de Hupit, compañía española con valores sostenibles. «Todo el mundo tiene un armario cápsula de una manera u otra. Son esas piezas que te encantan y no paras de ponerte temporada tras temporada», apunta. Hace pocos meses concretó esa filosofía en una colección, Elevated Basics, con diseños principalmente funcionales, que Estellés define como «básicos con un toque especial, pensando mucho en los tejidos». Las telas son otro pilar fundamental de este guardarropa, no solo por una cuestión estética, sino porque la calidad resulta primordial para su durabilidad. Ese es otro de los factores determinantes que nutren el concepto: el tiempo que las piezas permanecerán en el armario. Así, los jerséis y las camisas de Rrroad o los monos y vestidos de Hupit se olvidan de siluetas y estampados extremadamente marcados para acercarse a una estética tan potente como sencilla. Una que, además, cuenta con la ventaja de la versatilidad: si algo más define un armario cápsula es que todas las prendas que lo conforman funcionan entre sí. Las consecuencias directas son varias: las inversiones en moda son más conscientes y duraderas (y, en cierto modo, más sostenibles) y, como extra, vestirse cada mañana resulta más sencillo.
A pesar de que el armario cápsula podría ser un escenario ideal para marcas y público, trae consigo algunos hándicaps, como «la falta de novedad» en la oferta, según señala Estellés. Sin embargo, hasta eso puede ser una fortaleza para las compañías, «ya que puede resultar más fácil posicionarse», añade. Sea como fuere, ahorra tiempo y recursos. Y, como dice Yllera, la clave está en «tener menos y mejor para darle un respiro a la tierra y, de paso, darnos un poco de paz mental»