Pretty Ballerinas y Jenny Walton lanzan una colección cápsula de calzado cargada de feminidad.
La firma menorquina de calzado PRETTY BALLERINAS se alía esta primavera con JENNY WALTON, diseñadora, ilustradora y directora de moda de ‘The Sartorialist’, para crear una colección cápsula de bailarinas que sigue sus particulares coordenadas estéticas. A saber: clasicismo, feminidad y (mucho) color.
Si Holly Golightly iba a Tiffany’s cada vez que tenía un día rojo en Desayuno con diamantes (Blake Edwards, 1961), Jenny Walton (Nueva Jersey, 1990) se calza unas bailarinas cómodas y bonitas para recorrer la ciudad que tanto le inspira. Es imposible no trazar una línea invisible entre el estilo del personaje de Audrey Hepburn en la adaptación cinematográfica de la novela de Truman Capote y el de la ilustradora y directora de moda de The Sartorialist. Ambas encarnan, con varios años de diferencia, la mejor versión del estilo lady, clásico y atemporal, que surgió en los años 50 y que sigue inalterable –por más que el streetwear se empeñe en borrarlo– hasta nuestros días. La misma estética que Walton ha adaptado en la colaboración que rubrica con la marca española de calzado Pretty Ballerinas. Las siluetas Zoey y Marilyn –la más vanguardista y la más antigua de la firma, respectivamente– sirven como lienzo para la creatividad de la diseñadora, que replica sus coordenadas estilísticas en esta colección cápsula disponible en tiendas desde el mes de marzo. «La idea de la colaboración me entusiasmó desde el primer momento. Cuando estudiaba diseño de moda en Parsons, elegí una optativa de calzado con un maestro increíble llamado Howard Davis y fue una experiencia reveladora. Además, para ayudarme en el proceso, conté con la ayuda de mi amigo Trevor Houston, que es un diseñador de zapatos increíble, aparte de ser un entusiasta de Prada como yo [la cuenta de Instagram @oldprada es suya]. Él también tiene un ojo increíble para el color y fue muy divertido elegir combinaciones juntos».
Walton es, también, una ávida coleccionista de prendas antiguas, de ahí que se puedan encontrar referencias al calzado de épocas pasadas en los cuatro modelos que ha diseñado. «Siempre estoy buscando piezas vintage maravillosas y, a menudo, tengo éxito a la hora de dar con ropa y bolsos preciosos, pero los zapatos son muy difíciles de encontrar. Principalmente por el desgaste que sufren por el uso. Así que imaginé cómo serían mis bailarinas ideales con un toque de los años 50. Y las creé. Al diseñar, mi filosofía siempre ha sido hacer lo que me gustaría ponerme pero no encuentro», reconoce. La vinculación con la moda le viene de lejos. Su formación como diseñadora, su destreza innata para dibujar y su ojo a la hora de reconocer el carisma estético de la gente de a pie para la web donde trabaja son fruto de una infancia expuesta a la belleza y al respeto por las cosas hechas a mano. «Mi amor por la moda llegó muy pronto. A mi madre no solo le encantaba poner películas antiguas, que mis hermanas y yo veíamos con ella, sino que hacía, y sigue haciendo, unos quilts increíbles. Nos enseñó a coser y a usar nuestras manos desde muy pequeñas. Aprendí a bordar y a hacer mi propia ropa siendo una niña y eso fue lo que me allanó el camino para estudiar diseño de moda y mudarme a Nueva York». Una ciudad que se ha convertido en parte fundamental de su ADN creativo. Tanto, que no ha dudado en ambientar el lookbook de la colaboración en sus rincones favoritos de la Gran Manzana. «Vivo justo en la unión del SoHo, Chinatown, Little Italy y Nolita. Es un lugar muy especial de la ciudad. Hay tanta vida a tu alrededor que es imposible quedarse quieto, me encanta. ¡Y siempre hay algo en lo que inspirarse en Nueva
York! Lo que me gusta de estos zapatos es que son ideales para dar largos paseos por la ciudad. Suelo caminar más de 8 km al día, así que para mí son perfectos para ir desde el centro hasta la zona alta y volver a bajar o cruzar el puente a Williamsburg para cenar».
Dos de los aspectos fundamentales de la colección cápsula son las flores –un auténtico fetiche para la ilustradora– y los colores, un recurso estético que Walton maneja extraordinariamente bien. «Creo que siempre suelen atraerme las mismas mezclas de colores, así que a menudo me pasa que mi jersey pega con mi lata de refresco o con mis flores favoritas y me hace mucha gracia porque miro hacia abajo y me doy cuenta de que todo hace juego. Creo que es bueno confiar en tu instinto natural sobre qué combinaciones te hacen feliz, y la mejor recompensa es que, de alguna manera, todo lo que hay en tu armario encaje como por arte de magia», reflexiona. Puede que tenga razón: la felicidad parece más cercana cuando vistes tus colores (y tus zapatos) preferidos