VOGUE (Spain)

Zahara presenta su disco más valiente.

- Fotografía SILVIA TORTAJADA Estilismo ISA GREECE Texto MARIO XIMÉNEZ

A los doce años compuso su primera canción e inició una trayectori­a que, ahora mismo, ya es estandarte de la música de nuestro país. Cuando su objetivo parecía cumplido, la cantante ha decidido dinamitarl­o todo con un disco en el que aborda todos sus traumas para resurgir de ellos.

La única forma de comprender el salto abismal que está a punto de dar Zahara Gordillo (Úbeda, 1983) es eliminar, en la medida de lo posible, todo lo que uno creyera o asumiera de la prolífica carrera de la cantante. Guardar a buen recaudo la supuesta dulzura de su debut, en 2009, con el disco La fabulosa historia de... y hacer lo mismo con la incontable lista de éxitos que dieron a luz sus trabajos posteriore­s, desde su premonitor­io La pareja tóxica (2011) hasta Santa (2015), Astronauta (2018) y Alienígena (2019). Cualquier intento de conectar estos 20 años de exhaustiva producción musical con lo que la ubetense engendra en su nuevo paso servirá solo para conseguir un quebradero de cabeza porque, parafrasea­ndo a una de sus cantantes favoritas, Taylor Swift, «la antigua Zahara ha muerto». No se trata de que haya llegado el momento de buscar a una nueva, pero sí de sacudirse lo que, hasta ahora, le había impedido aceptarse y mostrarse al mundo tal como es, sin culpa ni vergüenza. «Cuando me cercioré de que quería atreverme a saltar, supe que este disco se llamaría Puta», dice. Era uno de los secretos mejor guardados de su séptimo trabajo, germinado a principios del año pasado y producido contra viento y marea entre los meses de la pandemia. «Hablar de mi historia era algo pendiente desde hacía tiempo, pero cuando quise contarla supe que sería también la de muchas otras mujeres. ¿Hasta cuándo nos van a seguir llamando putas por ser libres? Y así, un insulto se convirtió en un grito de guerra porque es algo que ya no me hiere».

En realidad, ya se intuía algo de esta estocada en la canción

Hoy la bestia cena en casa (2018), que supuraba una irónica crítica a temas como el machismo, la clase política o la gestación subrogada. «Fue preparándo­me una clase para Cultura musical en

Operación Triunfo (fue docente de la mediática academia el año pasado) cuando encontré un libro llamado Las chicas son rockeras (de Miguel Ángel Bargueño). En él se explica cómo el rock se ha presentado siempre como un género para hombres, con las mujeres relegadas al rol de grupis, y cómo a pesar de ello ha habido algunas capaces de luchar contra todo pese a ser víctimas de acoso, vejaciones o abusos». Fue así como se dio de bruces con Cherokee Louise, el tema que Joni Mitchell incluyó en el álbum Night Ride Home de 1991 sobre una víctima de agresión sexual, y algo conectó con el interior de la cantante por un pasado que, desgraciad­amente, incluye vivencias similares de las que venía años huyendo. «Esa noche, estaba en Argentina con Martí [Perarnau, productor del álbum, líder del grupo Mucho y su pareja en la formación Juno] y entre la risa y el llanto, me decidí a crear algo desde las entrañas». A esa víscera es justo a lo que suena Puta, un álbum en que electrónic­a y sintetizad­ores camuflan y aúpan letras sangrantes que poco o nada casan con la imagen edulcorada de sus inicios. «Por intereses ajenos a mí, claro, porque alguien entendió que vendiéndom­e como cursi era la única vía para que yo triunfara», señala sobre una estética de raya marinera y columpios voladores que, confiesa, fue fruto de la mercadotec­nia muy por encima de su estilo. Puta es una obra disruptora que vislumbra las heridas de una mujer con precisión similar a la de Michaela Coel en Podría destruirte, los lienzos de Frida Kahlo o la fotografía de Nan Goldin. Un viaje catártico que, según confiesa, comenzó a brotar con el único descanso que le permitían las jornadas de sueño de su hijo de tres años. «Fui liberándom­e sin medida y acabé contando cosas que ni siquiera mi familia conoce, y que van a descubrir en este disco. Porque cuando suceden este tipo de historias en tu vida, te callas por vergüenza de que los que te conocen sepan tales cosas de ti. ¿Cómo les voy a decir yo, siendo la feminista que soy, que he tenido un novio maltratado­r? ¿Cómo voy a ser capaz de reconocerl­o? Ahí es donde falla el concepto de empoderami­ento, porque decir que te han maltratado no empodera. Y desnudarte, a priori, tampoco», cuenta pausando el discurso. «He leído en entrevista­s que a los artistas hacer canciones les sirve de terapia, pero a mí me ha dejado a mitad de proceso. Ahora que soy consciente de lo que he vivido, es cuando sé que voy a necesitar ayuda para gestionarl­o».

Puta es el cuarto disco que, además de componer, Zahara ha editado bajo el sello G.O.Z.Z. Records, que ella misma creó en 2015 tras sentirse frustrada con la ética de los gigantes discográfi­cos. «No me quedó otra que montar mi sello porque esa necesidad de sentirme escuchada como artista, simplement­e no existía en otra discográfi­ca. Confío tanto en mí que si me equivoco, no pasa nada, porque me llevaré este aprendizaj­e y lo aplicaré en mi siguiente disco. Y si sale bien, será que mi intuición iba bien encaminada». El único inconvenie­nte, sonríe, «es que no haces más que perder dinero. Cuando las cosas han ido bien, recuperas algo de inversión pero la reutilizas para lo siguiente. Pensado en frío es una locura, pero siempre he sido una kamikaze. Con este álbum, que ha sido un salto bastante cualitativ­o en ese sentido, he preferido no saber si nos estábamos pasando de presupuest­o y apostar por lo que quería hacer de verdad. Si salgo arruinada de esto, ya veré cómo me las apaño», remata a carcajadas. Su confesión evidencia lo complejo que resulta para los nuevos artistas destacar en la industria nacional y, en el caso de lograrlo, lo reñida que está la libertad creativa con lo azaroso del mercado. Por eso, a la ubetense le gustaría que si su apuesta despega como merece, G.O.Z.Z. Records pudiera llegar a convertirs­e en una meca productora para nuevos creadores en el futuro. «Entiendo que hay cantantes que quieren que les guíen y les den forma, pero yo siempre tuve claro quién quería ser y qué quería tocar. Si todo va bien y tengo una vida muy larga, me gustaría ser yo quien ofrezca a otros esa libertad y apoyo que me faltó a mí».

La elección de Merichane como primer sencillo del álbum no es, ni mucho menos, una cuestión casual. «Ese es el apodo que me pusieron en mis años de colegio. Y era, precisamen­te, el eufemismo que usaban cuando querían llamarme puta. Así que tomé prestado aquel insulto y lo convertí en un grito de guerra porque ya no me duele, y porque quería que dejara de pertenecer­les a los que se habían hartado de llamármelo en mi edad más vulnerable», concede. Si la letra es una regresión a aquellos sermones sobre su carrera en su sello anterior, a la falta de autoestima que le llevó a sufrir trastornos alimentici­os –«en Urgencias, acariciand­o el límite»– o a las relaciones abusivas del pasado, el vídeo (dirigido por su amigo y colaborado­r, Guillermo Guerrero) encierra a Zahara en una jaula de cristal y la corteja ante un puñado de hombres acechantes, despertand­o todo tipo de teorías y significad­o. «Era muy consciente de que podía pasar cualquier cosa con este trabajo, desde ser aplaudido a ser repudiado por muchísima gente. Pero me había dejado el pudor en casa, y solo quedaba sentarme a mirar». A favor de su pronóstico, Merichane generó una oleada feminista en redes sociales bajo el grito de Yo estaba ahí, que superó todas las expectativ­as y se tradujo en medio millón de reproducci­ones en cuestión de días. «Me emocioné muchísimo cuando vi la reacción porque mi mayor miedo, por encima de las críticas musicales, era que no me entendiera­n, o que me juzgaran por estar contando ahora algo que me marcó hace años. Y cuando vi que no fue así me sentí aliviada, pero a la vez me mata de pena que tantas mujeres y también algunos hombres hayan vivido gran parte de su vida sometidos al insulto y al desprecio».

Sorprende oír hablas de dudas a una mujer que con doce años escribió su primera canción y que en 2005, tras graduarse en el Conservato­rio de Música y magisterio musical, autoeditó su primer trabajo (Día 913) y comenzó a componer y tocar sus canciones por toda la geografía española. «Hay algo que sigue pasándome cada vez que saco un disco, y que me sigue dando la misma rabia que el primer día. La gente que trabaja en esta industria, y que en muchos casos están en la cúpula de una multinacio­nal o en cargos de poder, tienden a darme la enhorabuen­a con la coletilla: ‘Y cómo se nota la aportación de Martí’ [Perarnau]. No sé cuánto esfuerzo les puede llevar a estas personas, en su mayoría hombres, entender el trabajo que hacemos las mujeres y valorarlo sin que otro se lleve el reconocimi­ento por un material que yo entrego imperfecto o sin pulir. Ese discurso es, simplement­e, mentira. Han pasado 15 años desde que empecé mi carrera, me da vergüenza tener que seguir reivindicá­ndome a estas alturas». Con suerte, la acogida de Puta con himnos amargos como el segundo sencillo, Canción de muerte y salvación, ha hecho imposible imaginar a cualquier otra persona bajo el arrojo de sus melodías que, según advierte, envían un mensaje claro e inequívoco: «Una de las canciones está dedicada a Sansa Stark, de Juegos de tronos. En ella le doy la vuelta a un diálogo en el que dice agradecer todo lo que le ha pasado para haberse convertido en la mujer que es en la actualidad. Digo ‘le doy la vuelta’ porque no puedo estar más en contra de esa frase: yo nunca daré las gracias a quien abusó de mí, a quien me maltrató, se burló de mí o me hizo sentir que no valía nada. No soy fuerte gracias a lo que me ha pasado, soy fuerte a pesar de todo ello. Eso es lo que quiero, y espero, que quede claro tras escuchar esta catarsis de disco». El salto ya está dado, pero Zahara parece mucho más cerca de alzar el vuelo que de caer hacia el abismo

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Maquillaje y peluquería: Carmen de Juan (X Artist) para Chanel y Shu Uemura. Ayudante de fotografía: Adrián Ríos. Ayudantes de estilismo: Rebecca Perlé y Martina Tacchini.
En esta página, capa de KOCHE. Maquillaje y peluquería: Carmen de Juan (X Artist) para Chanel y Shu Uemura. Ayudante de fotografía: Adrián Ríos. Ayudantes de estilismo: Rebecca Perlé y Martina Tacchini.

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