VOGUE (Spain)

Ditte y Nicolaj Reffstrup, creadores de la firma Ganni, nos abren las puertas de su hogar en Copenhague.

El espíritu divertido y afectuoso de la marca escandinav­a GANNI se materializ­a en el eterno hogar familiar de los dueños DITTE y NICOLAJ REFFSTRUP, una casa en la capital danesa decorada con la total creativida­d de una galería de arte.

- Fotografía ENOK HOLSEGARD Estilismo JULIA BRENARD Texto KATE FINNIGAN

Lo primero que puede verse en el pasillo de la casa de Copenhague de Ditte y Nicolaj Reffstrup es un futbolín. Lo segundo, una fuente a base de una escultura de pezones de la artista Laure Prouvost. Lo tercero, la escalera celeste que serpentea por los pisos de la casa. Color, arte y diversión forman el trío de principios estéticos que se asocian también a su firma de moda, Ganni, urdida desde este reducto en Østerbro, una zona residencia­l en el centro de la ciudad conocida por sus numerosos parques y zonas verdes. Es uno de los barrios más antiguos de Copenhague, construido en 1865 en lo que se conoce como estilo histórico. «Fue un período de tiempo esquizofré­nico, pero los arquitecto­s de entonces tenían una gran admiración por la artesanía local», dice Nicolaj. «Así que la casa tiene a la vista el enladrilla­do y se pueden ver todos los ensamblaje­s. Es una vivienda modesta, centrada en la artesanía».

Como la mayoría de los edificios escandinav­os, este hogar tiene una ingente cantidad de enormes ventanales y puertas de vidrio para que entre tanta luz natural como sea posible. «Los europeos gastan bastante en salir y tener buena comida», cuenta Nicolaj. «Pero en los países nórdicos invertimos más dinero en nuestras casas, porque pasamos mucho tiempo en ellas durante el invierno». La pareja, que tiene tres hijos (Betty Lou, de diez años, Jens Otto, de ocho, y Rita Sophie, de tres), tenía una visión clara de lo que querían para hacer «la casa más habitable para una familia de cinco», como explica Nicolaj. De ladrillo amarillo y pintura verde oscura en su fachada, dentro el ambiente es alegre, lúdico y con un magistral sentido del color. «Bueno, eso es muy del universo de Ditte», replica con orgullo. «Empezamos con Ganni para mostrar que había un lado más colorido en la moda escandinav­a».

Las paredes están cubiertas de tonos azul y rosa de Farrow & Ball, y en algunos de los suelos se puede ver el terrazo con azulejos. Ambos forman el telón de fondo perfecto para piezas de diseño danés como las lámparas de Le Klint (bajo las que Nicolaj recuerda haber leído cuando era niño), alfombras tejidas a mano y estampados botánicos de mediados de siglo, obra de Josef Frank. «Creo que nuestro hogar refleja cómo somos como familia, y también cómo trabajamos en Ganni», dice Ditte.

«Se trata de conseguir contraste, mezclar y combinar nuevas piezas con antigüedad­es. Las mejores, las hemos llegado a encontrar en rastros». La pareja compró la casa en 2018, tras vender la mayoría de sus acciones en Ganni el año anterior. Tras organizar una fiesta colosal de inauguraci­ón se pasaron 18 meses renovando el interior. Optaron por mantener la estructura original, pero reemplazar­on los suelos y construyer­on una nueva escalera. «He

mos querido respetar la historia de la casa. No queríamos derribar paredes para hacer habitacion­es grandes», zanja Ditte. Después, se pusieron manos a la obra para llenar el espacio con arte y diseño de amigos y colaborado­res. «La mayor parte de las obras y de los muebles que hemos recopilado a lo largo de los años está impulsado por una cuestión de dimensione­s, más que por nuestras habilidade­s o conocimien­tos como coleccioni­stas», dice Nicolaj. «Recopilamo­s cosas de amigos que significan algo para nosotros. No somos coleccioni­stas de arte profesiona­les». Quizás no, pero su ojo compartido por la belleza convierte el hogar en un espacio distintivo, tan lúdico como acogedor. Reemplazar­on los lucernario­s sobre la puerta del pasillo por vidrio de tonos pastel de Nina Nørgaard, una artista con la que habían colaborado antes para Ganni. En el salón se exhiben un par de fotografía­s de Casper Sejersen, conocido por sus retratos de orgasmos del reparto de la película Nymphomani­ac de Lars Von Trier; una instalació­n de globos del artista danés Jeppe Hein que parece equilibrar los colores de la casa; y una

pintura al óleo similar a un tapiz que es puramente accidental, ya que se trata de la vieja encimera de un artista que Nicolaj vio en el estudio de este y le pidió adquirir.

«Vemos muchos interiores agradables en revistas que son casi perfectos y apacibles, pero para mí ese estilo es sinónimo de frialdad. Siempre pienso que tienes que hacer lo que te parezca bien a ti, en lugar de decorar como alguien te diga». La cocina, «totalmente industrial», está cubierta por encimeras de acero inoxidable por un lado y gabinetes de caoba lacados inspirados en las brasseries francesas por el otro. No es de extrañar que sea aquí donde la familia pasa la mayor parte de su tiempo. «Es nuestro espacio favorito. Comenzamos y terminamos el día aquí», dice Ditte. Sobre el salpicader­o de mármol, donde reposa la máquina de café, hay un gabinete de acero y vidrio desarrolla­do con Emanuele Stamuli, el arquitecto que trabaja en las tiendas de Ganni, Prada o Acne. «Tiene un toque de arcoíris cuando la luz incide sobre él», explica Nicolaj.

Esta es una casa familiar y, tras ella, también un negocio familiar. Aunque vendieron la mayoría de las acciones de Ganni, todavía administra­n la compañía y es casi obvio afirmar cuánto les ha afectado la pandemia. «Ha sido una montaña rusa, muchos altibajos», conceden. «La parte comercial, debo decir, ha sido especialme­nte deprimente, porque tuvimos que dejar ir a algunas personas, lo cual fue terrible. Pero, por otro lado, de repente te sientes más cerca de la gente. Te tomas tiempo para preguntarl­es cómo se sienten en lugar de estar tan ocupado. Estoy más cerca de mis compañeros. Espero que podamos quedarnos con eso y llevárnosl­o».

Amenudo organizan fiestas en su comedor, en torno a una mesa de mediados del siglo pasado del ebanista danés Børge Mogensen. La compraron de segunda mano a los padres de su amiga, la joyera Sophie Bille Brahe. «La mesa es un desastre en muchos sentidos, pero eso significa que nunca te preocupas por ella, lo cual es reconforta­nte cuando hay tres niños sentados aquí», ríe Nicolaj. Está rodeada de sillas que no combinan, varias de ellas diseñadas por amigos. Hay, incluso, una pareja de butacas italianas de malla de acero que Nicolaj compró a un restaurant­e y algunos hallazgos antiguos desperdiga­dos por la estancia. «Esta sala viene a resumir quiénes somos», cuentan. «A nosotros nos encanta tener invitados y queremos que sea un hogar acogedor. Se trata de no intentar obsesionar­se demasiado con la perfección, y de mezclar colores,tejidos y texturas. Es el mismo enfoque que tenemos para la moda. En el momento en que observas a alguien relajado de verdad en su casa, ahí es cuando te sientes bienvenido en ella»

En esta página, vistas de las dos zonas de la cocina con Ditte y Nicolaj posando en una de ellas. A la derecha, una de las habitacion­es, con escritorio en varios materiales y cama de día, cubierta por una colcha de Josef Frank.

Atrezo de interiores: Sofie Bruner.

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En la página de apertura, Ditte, de GANNI, y Nicolaj (con su propia ropa) en la escalera azul celeste que vertebra las distintas plantas de su casa. En esta doble pág., de izda. a dcha., el salón dominado por la obra de arte que la pareja adquirió a un amigo artista; en el comedor, sillas desparejad­as sobre el suelo de damero; la fachada, construida en 1865; en la habitación, lámparas de LE KLIMT y una colcha de patchwork completan la decoración.
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