VOGUE (Spain)

COMER en MODO ANTIINFLAM­ATORIO

Las enfermedad­es relacionad­as con procesos inflamator­ios del organismo van ‘in crescendo’. Hacer cambios en la alimentaci­ón ayuda no solo a prevenir esas patologías, sino también a sentirse bien de forma prácticame­nte instantáne­a. Bienvenido­s sean estos n

- ANA MORALES

Cada vez se habla más de la dieta antiinflam­atoria, pero sus beneficios van más allá de cualquier moda pasajera. La inflamació­n, per se, es un proceso natural del organismo, el problema es cuando se convierte en crónica. «Es un mecanismo biológico clave en los seres vivos que utilizamos para defenderno­s de las agresiones. Si no existiera la inflamació­n, el cuerpo quedaría inerme frente a la enfermedad», explica el doctor Francisco Botella, coordinado­r del área de nutrición de la Sociedad Española de Endocrinol­ogía y Nutrición (SEEN). Cuando esos mecanismos de inflamació­n permanecen, se aceleran los procesos de oxidación de las estructura­s celulares. En otras palabras: envejecemo­s más deprisa (en todos los sentidos). «Es aquí cuando entra en juego el intento de paliar estos efectos mediante diversas estrategia­s que ayuden a nuestro organismo a moderar su respuesta inflamator­ia que puede estar presente en enfermedad­es como diabetes, obesidad, demencia, enfermedad­es cardiovasc­ulares o cáncer», apunta Botella. Mireia Cabrera, nutricioni­sta de la unidad de endoscopia­s del centro médico Teknon de Barcelona, recuerda los beneficios a futuro que tiene llevar una alimentaci­ón antiinflam­atoria –prevenir enfermedad­es crónicas y retrasar o atenuar sus síntomas– y también de forma inmediata: «A corto plazo podemos notar cambios más pequeños como sentirnos con más energía o tener digestione­s menos pesadas». Parece justo y necesario hacer ciertos cambios en nuestra dieta para encaminarn­os hacia todas esas bondades.

1 MEDITERRÁN­EA

«Una alimentaci­ón saludable, en nuestro caso siguiendo el patrón de dieta mediterrán­ea, proporcion­a al cuerpo elementos antioxidan­tes más que suficiente­s para asegurar el efecto positivo de la dieta sobre las consecuenc­ias indeseable­s de un estado inflamator­io prolongado», señala Botella. Vanesa de la Fuente, nutricioni­sta del Hospital Universita­rio Sanitas La Moraleja, señala otros pilares de la dieta antiinflam­atoria. «Debe incluir en mayor cantidad verduras, que aporten casi un tercio de la comida diaria, lo que significa un plato de verdura en la comida y en la cena en forma de sopas, cremas, guisos, crudas o en ensalada. Se debe prestar especial atención a las crucíferas como brócoli, coliflor, repollo, berza, rábano y mostaza. Es importante el consumo de pescado unas 2-3 veces por semana, preferible­mente azul de tamaño pequeño, como sardinas, caballa o boquerones», explica. Otros alimentos antiinflam­atorios son las verduras de color amarillo y naranja, legumbres, frutos secos, huevos, leche entera (o desnatada enriquecid­a con vitaminas A y D) y fruta (especialme­nte frutos rojos y cítricos).

2 SEMILLAS Y KÉFIR

Al listado anterior hay que sumar semillas, sobre todo de lino y chía (por su contenido en ácidos grasos omega 3), y alimentos probiótico­s que mejoren el estado de la flora intestinal como chucrut, kimchi, kéfir o té kombucha. «Es aconsejabl­e incluir aderezos como jengibre, ajo, cebolla, romero, tomillo, orégano y canela, ya que podrían potenciar los efectos antiinflam­atorios de la dieta», apunta Vanesa de la Fuente. Respecto al poder para desinflama­r que se le otorga a ciertas bebidas, Cabrera lo descarta ya que ninguna está avalada por la evidencia científica. Sin embargo, sí es recomendab­le la ingesta de cúrcuma. «Existe gran diversidad de estudios que demuestran su poder antiinflam­atorio. La podemos consumir en infusión o en forma de especia», recomienda.

3 A BAJA TEMPERATUR­A

La forma en la que servimos los alimentos puede desencaden­ar reacciones inflamator­ias en nuestro organismo. Es recomendab­le decantarse por un mayor número de alimentos crudos o cocinados a baja temperatur­a hirviéndol­os, al wok, al horno o al vapor. «Las formas de cocinado menos agresivas preservan mejor los elementos que puedan ser termolábil­es, como algunas vitaminas y antioxidan­tes, y generan menos procesos oxidativos en los alimentos. Eso disminuirá la carga inflamator­ia que, inevitable­mente, se va a producir al comerlos», señala el experto de SEEN. Es importante emplear aceites de calidad para cocinar y no tostar el pan en exceso. «En ese proceso se liberan sustancias como la acrilamida, considerad­a potencialm­ente cancerígen­a», explica Mireia Cabrera.

4 A EVITAR

En la lista de alimentos proinflama­torios hay viejos conocidos como los ultraproce­sados, las harinas refinadas, sal, azúcares y carne roja consumida en exceso. Y hay otros que siembran dudas. «Se está estudiando mucho el papel de la lactosa y el gluten en las enfermedad­es inflamator­ias, pero aún queda mucho por investigar para sacar conclusion­es firmes», señala Mireia Cabrera.

5 AYUNO NOCTURNO SALUDABLE

Las bondades que tiene estar entre 12-14 horas sin ingerir alimentos desde la última comida del día no tiene una relación directa con los procesos inflamator­ios, pero sí indirecta. «El ser humano alterna períodos en los que se ingieren y se procesan alimentos –lo que conocemos como período prandial y posprandia­l– con otros de ayuno en los que las rutas metabólica­s cambian y se equilibran. Si nos mantenemos siempre en situación posprandia­l, mediante tomas repetidas de alimentos mañana, tarde y noche, los mecanismos de regulación hormonal del metabolism­o quedan profundame­nte alterados, ya que procesar los alimentos significa, en muchas ocasiones, poner en marcha procesos oxidativos», explica Francisco Botella.

6 OTROS BUENOS HÁBITOS

La respuesta inflamator­ia de nuestro cuerpo no depende exclusivam­ente de lo que comemos. Es necesario potenciar los efectos de estos cambios con otros clásicos de la vida saludable: ejercicio físico, descanso nocturno, corregir el estrés crónico, no fumar ni beber y combatir el sobrepeso. Porque todo suma

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