El agua micelar que tu piel se merece
Si hay algo en lo que coinciden todos los dermatólogos y expertos en dermocosmética es en que el primer gesto de un buen cuidado facial –y el más importante e ineludible– debe ser el de la limpieza. Una de las formas más efectivas que existen para eliminar impurezas y desmaquillar el rostro es el agua micelar, que desde la popularización de este tipo de productos hace unos años se ha convertido en un imprescindible dentro de la rutina de belleza de muchas mujeres. Para cubrir ese paso en nuestro ritual diario, y pensando en las necesidades de todo tipo de pieles, Mary Kay acaba de sumar a su extensa gama de cuidados de la piel su propia versión de este líquido. Con una fórmula muy suave –pero efectiva–, y respetuosa con la salud de la dermis, este cosmético es apto para todo tipo de pieles, desde las más secas a las grasas, además de prescindir de elementos potencialmente irritantes como las fragancias o los parabenos. Para gozar de todos sus beneficios, basta con empapar de Agua Micelar Mary Kay®un disco de algodón y, con unas pocas pasadas –sin necesidad de frotar–, el rostro estará libre de impurezas, limpio, desmaquillado e incluso hidratado. Eso sí, lo más recomendable es evitar la zona de los ojos, para la que se aconseja usar un producto específico, como el Desmaquillador de Ojos Mary Kay®. ¿Por qué pasarte al agua micelar? Porque, además de ser un cosmético muy efectivo a la hora de eliminar impurezas, también aporta una gran dosis de versatilidad a la rutina de belleza. Se puede emplear a modo de limpieza rápida por las mañanas, cuando se tiene más prisa, o al final de la jornada para desmaquillar bien el rostro. Pero también se puede reaplicar durante el transcurso del día en momentos puntuales, cuando sientas que tu piel necesita una dosis de vitalidad, por ejemplo, después del gimnasio. O bien puedes sumarte a la doble limpieza, utilizando primero el agua micelar, seguido de otro producto como un gel o tu limpiadora Mary Kay favorita, de esta forma, te asegurarás de que la dermis quede totalmente impoluta. La clave está en purificar, pero siempre respetando el bienestar cutáneo