DISEÑADORA
Verónica Etro o cómo adaptarse con valentía a los nuevos tiempos buscando siempre el optimismo.
Establecida en 1968, la casa milanesa ETRO se aclimata a los nuevos tiempos gracias a la acertada y valiente visión de su directora creativa, VERONICA ETRO. Con ella conversamos sobre el valor del optimismo en la marca y sobre su colección de p/v 2021, donde vuelve la mirada (siempre en clave ‘paisley’) a los alegres y coloridos veranos italianos.
La culpa la tuvo un viejo tocadiscos», bromea Veronica Etro (Milán, 1974). La directora creativa de la línea de mujer de Etro (e hija del fundador de la empresa, Gimmo Etro), recuerda así cómo unas viejas canciones napolitanas se convirtieron en la inspiración de la colección de primavera/verano 2021 de la casa milanesa. «Durante el confinamiento más duro en Italia tuve mucho tiempo libre. Mi trabajo es algo complicado de hacer en la distancia. Así que, aparte de estar pendiente de mis hijos, hacer los deberes y demás tareas domésticas, recuperé mi antiguo tocadiscos y puse viejos vinilos que me habían cedido mis padres y mis abuelos. Entre otras, escuché canciones napolitanas de los años cincuenta y me quedé maravillada. Estábamos viviendo un momento muy patriótico en Italia, con todo el mundo cantando desde los balcones. Así que me dije, ¿por qué no volver la vista a mi país?». Fue un importante cambio de paradigma para una firma nómada como la suya, cuyo resultado seduce por fácil y veraniego. La nueva colección es un delicioso paseo por la costa italiana, desde Capri a Positano, pasando por Nápoles, y por sus tonalidades estivales fuertes, como el azul, por sus motivos náuticos, como las cuerdas o las anclas, y, sobre todo, por el ánimo de sus gentes, libre y tranquilo: «Me pregunté, ¿qué queremos ahora mismo? Que sea verano, estar fuera de casa. Color, positividad. Así que sin duda es una propuesta sencilla y libre de complicaciones. Siluetas relajadas que te facilitan la vida, porque eso es lo que necesitamos en estos tiempos extraños».
Este importante viaje de vuelta a sus raíces italianas no es la única modificación que se observa en la colección estival de esta firma familiar. La reducción en el número de looks, que ha pasado de los 78 del desfile de otoño/invierno 2020-21 a los 54 de esta colección, y que incluso mengua a 39 en la del próximo invierno, anuncia un cambio de estrategia: «Esta crisis nos ha ayudado a darnos cuenta de que no necesitamos tanto. Por supuesto, es un paso muy positivo cuando hablamos de sobreproducción en la industria de la moda, pero también nos beneficia en el ámbito creativo. Si concentras el número de looks el mensaje será más claro. Cuando te acostumbras a esta forma de pensar, que yo llamo de pospandemia, es inviable que vuelvas a esas colecciones eternas a las que todos estábamos acostumbrados». Una sincera preocupación por el impacto medioambiental de su negocio –«No voy a mentir. Nos queda por recorrer un largo camino, pero estamos dispuestos a andarlo. La sostenibilidad no consiste solo en fabricar polos y plumíferos con materiales procedentes de botellas recicladas, que por supuesto tenemos. O en utilizar tejidos sobrantes de otras colecciones, como todas las camisas y shorts únicos que mostramos al final de este desfile; también en ayudar al tejido textil y artesano de tu país. De localizar en vez de deslocalizar»–, y una apuesta por la diversidad y la inclusión, que, según Veronica Etro, viene de lejos, cincelan una nueva y necesaria imagen de marca. «Hoy en día no te puedes limitar a producir una colección, buenos productos y ya. La gente nos ve como un ejemplo, el reflejo de una sociedad cambiante. Ahora estás constantemente bajo una lente, que no es algo malo porque te da la posibilidad de ser un embajador de mensajes positivos. La gente quiere encontrar marcas con valores comunes a los suyos y el optimismo es sin duda uno de los más importantes. Que la moda sea un lugar feliz, un lugar para soñar, para emocionarte. Los consumidores no buscan una americana bien hecha, creo que buscan un paquete que incluye el mundo entero». Después de más de veinte años como directora creativa de Etro, la italiana sabe de lo que habla: «Estamos ante un momento único. Nunca antes habíamos experimentado algo así. El sistema de la moda está cambiando velozmente, no solo lo hace en Etro. Es un momento de cuestionarse, de salir de la zona de confort, de ser creativo, de revisar los viejos códigos, de hacer balance, de ver hacia dónde se quiere ir. Pero todo esto desde un punto de vista positivo. Estamos aquí para sumar y para no decepcionar a la gente».
Formada en diseño de moda en Londres, en Central St. Martins, donde se graduó en 1997, a Veronica Etro la llamada de la moda le llegó a una edad temprana. De casta le viene al galgo. «Cuando era pequeña recuerdo que mi padre solía traerme a la oficina los sábados, cuando trabajaba. El espacio era muy amplio, con mesas altas, y había muchas acuarelas y pinceles, muestras de colores... Para mí era un verdadero patio de juegos», rememora. Su padre, Gimmo Etro, fundó esta casa italiana, conocida en todo el mundo por sus estampados de paisley, en 1968 y desde entonces forma parte del reducido grupo de marcas de lujo que todavía están en manos de la familia fundadora. De toda ella. Y es que a este hombre emprendedor y visionario, que todavía trabaja en la compañía, se le fueron uniendo en el negocio sus cuatro hijos, Kean (director creativo de las colecciones de hombre), Jacopo (responsable último de la línea de casa), Ippolito (encargado de las finanzas dentro la compañía) y Veronica, que se sumó en 1997, justo después de acabar sus estudios: «Siempre supe que trabajaría en algo creativo, pero nunca tuve tan claro que iba a ser en Etro. Nunca me había visualizado como una diseñadora de moda, a decir verdad. Me gustaban la fotografía, el interiorismo, la arquitectura. Pero al final me fui a Londres a estudiar diseño de moda. Cuando acabé, después de cuatro años, me llamó mi hermano Kean, que por aquel entonces estaba diseñando las dos líneas, de hombre y de mujer, para que le ayudase. Yo quería seguir estudiando dos años de máster pero me dije a mí misma: ‘No es medicina, puedes hacer esto’. Así que volví». Su primera colección como directora creativa fue la de primavera/verano del año 2000. Más de dos décadas de trabajo después, ha colocado a esta
firma familiar como uno de los grandes activos de la industria de la moda italiana, ayudando a su internacionalización y a reforzar su imagen de marca. «Me es imposible resumir tantos años en pocas palabras. Sin duda ha cambiado todo mucho. Al principio no teníamos grandes colecciones, ni desfiles, sino que mostrábamos lo que hacíamos en maniquís de manera estática. Luego llegó la crisis de 2008, y la recuerdo como una etapa muy dura. Pero también ha habido muchos momentos buenos. Pienso en estos veinte años con una sonrisa en los labios. Sí, es trabajo, pero siempre ha sido muy importante que hubiese diversión. Mis memorias están llenas de colores, de juego y de alegría», concede.
No debe ser complicado convertir tu estudio en un patio de recreo cuando trabajas codo con codo junto a tus hermanos. «Cada uno tenemos nuestro espacio para expresarnos libremente. Creo que ese es el secreto. Pero también es importante comunicarnos constantemente. De hecho Kean y yo hemos juntado a nuestros equipos creativos en un mismo lugar. Con todo lo que está pasando, está bien tener un compañero para reflexionar sobre a dónde queremos llevar la marca. Incluso nos robamos los diseños entre nosotros», bromea. En ese futuro pospandémico que, sin duda, será más libre, según apunta la diseñadora italiana –«Esta crisis ha cambiado algo que nunca me gustó sobre la industria de la moda, su inflexibilidad, todas esas reglas que te imponían constantemente. Ahora por ejemplo las marcas pueden desfilar o no, y hacerlo donde quieran o como quieran. Incluso saltarse una temporada o dos si es lo que creen que deben hacer. En los tiempos más complicados la gente piensa más y de esa reflexión siempre sale algo bueno»–, hay algo que permanecerá inalterable en esta compañía: el estampado paisley que recorre todas las colecciones, desde la de hombre hasta la de mujer, pasando por la ropa de casa, y que constituye su ‘logotipo’ más visible. «El paisley para mí es mi familia. Es estar en casa. Cabe la posibilidad de que haya gente a la que le pueda parecer forzado nuestro ejercicio de incluirlo en cada colección, pero nada más lejos de la realidad. Para mí es algo infinito. Es un diseño muy decorativo que tiene la capacidad de evocar algo muy aristocrático, como las antigüedades del siglo XVIII, pero también puede convertirse en algo totalmente psicodélico si lo llevas a los años setenta con Janis Joplin o Jimi Hendrix. Es un diseño muy fácil y abierto a interpretaciones. No me da miedo enfrentarme a él cada temporada, porque el paisley puede ser cualquier cosa». Cualquier cosa menos algo apagado y pesimista. Si atienden a su ‘marca de la casa’ el futuro de Etro no puede ser sino brillante: «La moda es, desde luego, una forma de escapismo ante las realidades más duras. Imagínate hacer una colección ahora en la que todas las prendas fuesen negras y planas. No tendría sentido. Necesitamos estampados, color. Y eso es lo que Etro representa. Cuando celebramos nuestro cincuenta aniversario cerramos un capítulo de nuestra marca. Ahora es el momento de abrir uno nuevo. ¿Qué queremos hacer en los próximos cincuenta años? Estamos trabajando en ello, pero sin duda estará lleno de paisley y de color»