EXPOSICIÓN
Mark Bradford inaugura la nueva sede de Hauser & Wirth en Menorca con la muestra ‘Masses and Movements’.
El artista estadounidense MARK BRADFORD inaugura la nueva sede de HAUSER & WIRTH en Mahón con la muestra ‘Masses and Movements’. Sus grandes ‘collages’ e instalaciones reflexionan sobre la conquista de América, la narrativa oficial y (sobre todo) todas esas historias que se quedan en la periferia.
Poco podía imaginar Mark Bradford (Los Ángeles, 1961), cuando se servía de los papeles para separar y alisar la melena que sobraban de la peluquería de su familia, acaso lo más económico que encontró para poder ‘permitirse’ el ensayo y error en el montaje de sus primeros cuadros, que acabaría por convertirse en uno de los artistas más relevantes de su generación.
Sin embargo, así fue. Desde que comenzó su trayectoria, a finales de los noventa (tras graduarse en el California Institute of the Arts), la potente carga sociológica y política de su discurso, con foco en los márgenes de las comunidades, fue permeando en la compleja industria del arte, que en 2017 premió su trayectoria invitándolo a dar forma al pabellón estadounidense en la Bienal de Venecia (una labor anteriormente delegada en artistas como Bill Viola o Louise Bourgeois).
No malgastó la ocasión. Recreó diversos edificios políticos de su país en estado de vandalización y reivindicó la presencia –el protagonismo, acaso– de los olvidados. «¿Cómo puedo representar a Estados Unidos si ya no me siento representado por mi
Gobierno?», reflexionaba entonces el artista en The New York Times, pocos meses después de que Donald Trump se convirtiese en presidente. Dos años más tarde, su obra Helter Skelter, vendida por casi diez millones de euros, terminó de apuntalar el mito. Gracias a ella se convirtió en el artista afroamericano vivo más cotizado del mundo (un título que, por cierto, ahora ostenta K. James Marshall).
Su reivindicativo y reflexivo trabajo, cuyas líneas maestras pasan por la abstracción, el gran formato y el empleo de papel («Todos los materiales que uso son fáciles de encontrar, ninguno es específico de la producción de arte», puntualiza desde su casa en Los Ángeles) ha sido elegido por la galería Hauser & Wirth para inaugurar su nuevo centro expositivo en isla del Rey, en Mahón (Menorca), un ambicioso proyecto de más de 1.500 m2 conformado por varios edificios históricos rehabilitados y que contará con esculturas exteriores de Eduardo Chillida, Louise Bourgeois y Franz West, entre otros. Bradford, para quien Masses and Movements supone su primera muestra individual en España, ha ideado una completa experiencia formada por un conjunto de pinturas y una instalación que ponen, literalmente, al espectador al margen.
A partir de un un mapa de 1507 creado por el cartógrafo alemán Martin Waldseemüller, en el que parece que se escribió el término América por primera vez, el estadounidense reflexiona sobre la identidad personal y la nacional. ¿Qué es una nación? «Un montón de personas viviendo en el mismo país al mismo tiempo y tratando de hacer que eso funcione día a día». ¿Y el nacionalismo? «Una mala forma de intentar hacer que funcione», explica el artista, que no se siente capacitado para pronosticar un futuro global o local («aunque espero que sea fabuloso», puntualiza) pero que sí invita a la reflexión sobre lo que es importante y lo que no, olvidándose de lo que nos han enseñado los libros de Historia.
«Para estas obras he usado muchísima masilla, que generalmente se emplea en la construcción. También he aprovechado varios folletos publicitarios que he ido recogiendo en mi ciudad a lo largo de los años», explica Bradford, que siempre ha defendido el humilde protagonismo del papel en su trabajo «porque está ahí, frente a mí, y me resulta familiar» y, acaso, también porque el reciclaje y el collage también han sido siempre gestos secundarios y no protagónicos. La idea generalizada de que ha construido una carrera estelar con recursos al alcance de cualquiera (acaso obviando el potente poso reflexivo que alberga cada uno de sus proyectos), también le ha servido para ensanchar las costuras de una industria que, durante siglos, ha pecado de elitista y hermética. «Pienso mucho en todos esos niños que no crecieron yendo a museos y no sienten ningún tipo de apego o sensación de pertenencia a esos espacios. Espero que entiendan que hay sitio ahí también para ellos, y que su voz es importante», defiende. En 2014 creó de la mano del activista Allan DiCastro y la filántropa Eileen Harris Norton la fundación Art + Practice para ayudar a adolescentes a descubrir y aprender (sin temores ni pudores) cómo funciona el engranaje museístico de Los Ángeles.
Disfruto trabajando la gran escala porque me permite crear el tipo de imágenes que quiero hacer. Mi trabajo es gestual, y los bordes de los lienzos marcan los límites del tamaño de los gestos. Pintar en soportes grandes permite que las marcas sean mayores, y esas marcas mayores abren las puertas a diferentes experiencias para el espectador, que puede observar la obra de cerca o de lejos. Como pintor, tienes que asegurarte de que el trabajo ‘aguanta’ ser visto desde el otro lado de la sala», explica el artista, que asegura tener una relación de amor-odio con sus propios proyectos. «Mi relación con mis obras puede ser complicada. A veces funciona, otras no. A veces las amo, otras no quiero ni verlas. Puedo trabajar en un cuadro tanto tiempo que al final termino deseando perderlo de vista. Y, meses más tarde, al ver una foto en mi móvil, pensar en lo bonito que es. Es un proceso en constante movimiento, hasta que la obra abandona mi estudio», reflexiona.
En Masses and Movements el estadounidense lleva al espectador a los bordes del espacio, para que observe las piezas desde donde él quiere. La muestra incorpora las ideas de las migraciones, los nacionalismos, la sensación de pertenencia y las narrativas que resultan tan marginales que acaban por quedarse sin hueco en los anuarios. «Las diferentes partes de la exposición están unidas por los temas de la Historia y los mitos nacionales que nos decimos a nosotros mismos sobre nuestros orígenes. El mapa que sirve de referencia cuenta la historia de una conquista europea, y de una América presumiblemente fundada sobre los valores de la fortaleza del carácter y la valentía, pero que deja fuera muchas otras narraciones, que quedan relegadas a los márgenes. Mi trabajo comienza precisamente ahí. Me interesa el potencial de la abstracción a la hora de rescatar esas crónicas de la periferia y llevarlas al centro de la sala». Esta abstracción arqueológica, elaborada con masilla, papel y lejía (efectivamente, fáciles de encontrar en Leroy Merlin o Bricomart), pone en el centro de la habitación siete grandes globos terráqueos que, en realidad, obligan al visitante a retirarse a un lado para verlos. Ahí lo tienen, una historia, marginal, llevada al centro. Y otra, la del espectador, observando desde la periferia