UN LUGAR FELIZ
Colores y estampados con un cargado mensaje positivo; la moda quiere ser un lugar alegre y seguro.
Colores y estampados recurrentes de cada primavera se leen ahora como un mensaje de optimismo y esperanza que recorre las colecciones de temporada y el discurso de sus creadores como un mantra de sanación. Antes que un alarde de creatividad o una propuesta para vestir, se trata de una declaración de intenciones: un refuerzo positivo que nos recuerda que podemos volver a salir, a quedar, a vivir. Más que nunca, la moda quiere ser un lugar seguro y feliz.
Flores.Enprimavera. Nadie lo hubiera sospechado, claro. Pero, sorpresa, resulta que esta no es una primavera como las demás. Así que mejor ahorrémonos la retranca de editora resabiada. Lo que la moda nos está diciendo con flores esta temporada es que ya era hora de que renaciera cierta ilusión. Igual que se recuperan los mercados (las cifras del sector, a un año vista de la dramática coyuntura sanitario-económica, empiezan a resultar asombrosas), se levantan los ánimos. «En 2021, la pandemia de la covid-19 acelerará las tendencias que ya se observaban en la industria, con un giro del consumo hacia los canales digitales y una mayor demanda de equidad y justicia social por parte de los compradores», resume la consultora McKinsey en su informe anual The State of Fashion 2021, que subtitula A la búsqueda de promesas en tiempos de inseguridad e ilustra en portada con una modelo luciendo una mascarilla de la que brotan... flores. «A pesar del devastador impacto en empresas y puestos de trabajo, la crisis también ha espoleado respuestas que pueden llevar a una salida positiva. En efecto, muchas marcas han reestructurado sus modelos de negocio, simplificado sus líneas de producción y afinado las propuestas para su clientela», continúa el estudio, haciendo hincapié en aquello de que siempre hay que ver el lado bueno de las cosas. Pero volvamos a las flores.
Algo muy revelador sucedió a principios del pasado abril. El rapero Kid Cudi actuaba por primera vez en el popular Saturday Night Live y, para atacar la segunda de sus canciones, salió a escena con un vestido blanco salpicado de bouquets florales. La tonada en cuestión era Sad People, detalle que unido a su elección indumentaria facilita la lectura de las intenciones del artista. Diseñada ex profeso para la ocasión por Virgil Abloh con etiqueta Off-White, la prenda (tirantes espagueti, cuerpo tipo bustier, falda voluminosa) quería rendir homenaje a Kurt Cobain justo en el vigesimoséptimo aniversario de su muerte.
El que fuera líder de Nirvana ya había desafiado los estereotipos de género cuando el grunge dominaba el planeta, embutido en ese tipo de batas/vestidos camiseros al gusto de abuela rural (recuérdese aquella sonada portada de The Face, de septiembre de 1993). «No hay nada más acogedor que un estampado de flores», dijo en el semanario musical británico Melody Maker. El caso es que, antes de que Cudi se explicara en redes sociales –no, no todo el mundo entendió el atuendo–, las búsquedas en Internet de vestidos floreados se dispararon hasta un 21% solo en las 24 horas posteriores a la emisión del programa, según recoge la plataforma de rastreos Lyst. Al día siguiente, el interés en los vestidos de Off-White se contabilizaba por encima del 67 por ciento. Parece que sí, que había ganas de primavera. La firma fundada por Abloh es de las que abunda en el tema esta temporada. De manera sutil, pero presente igualmente. Su colección envía en realidad un mensaje pertinente ahora mismo, más allá de los estampados: que está bien vestir prendas de mujer si eres hombre, porque, como recordara una vez Iggy Pop, no hay nada de malo en la condición femenina.
Cierto que el polifacético diseñador afroamericano llega tarde, que el trasvase de armarios al pie de la letra es moneda de cambio común en distintas enseñas de gran calado comercial tiempo ha (véanse los vestidos camiseros de la penúltima propuesta de Gucci), pero que venga de una marca con una base de fans tan macho/heterocéntrica es para celebrarlo. Si la moda siempre se ha querido como lugar feliz, hoy además debe postularse como espacio seguro, campo abonado para proclamas positivas e inspiradoras. «Estas narrativas suponen una fuente de energía que nos ayuda a sobrellevar momentos especialmente duros como este», expone el último informe de Heuritech, consultoría especializada en minería de datos que cruza millones de imágenes diarias de pasarelas y redes sociales, publicado el pasado febrero. En ese mismo estudio, se informa de que los estampados florales están proliferando un 31% más en Europa y un 16% en Estados Unidos en comparación a 2020. Así pues, volvamos a las flores.
«Por encima de todo, me consta que la gente asocia mi trabajo con el optimismo», concede Christopher John Rogers. Desde su irrupción en escena, el joven creador de Louisiana –premio CFDA/Vogue Fashion Fund al diseñador emergente de 2019, semifinalista del LVMH Prize– se ha convertido en uno de los principales altavoces del cambio positivo en el negocio indumentario. Su muy expresivo y expansivo universo cromático y sus potentes siluetas entre reina del baile de graduación y amazona bodycon lo reconocen como abanderado de una naciente era de la alegría de vestir. Aquel abrigo púrpura con el que Kamala Harris juró su cargo como vicepresidenta de EE. UU. en enero era suyo. «La primavera de 2021 da testimonio tanto de la luz infinita que es capaz de alumbrar la creatividad como de la tenacidad del trabajo en equipo y el optimismo que hace posible la moda», explicaba al presentar su actual campaña, evocadora de las legendarias sesiones de Richard Avedon.
A mediados de abril, la cadena de hipermercados y textil de gran consumo Target anunciaba el lanzamiento de una línea inclusiva de vestidos (tallas de la XXS a la 4XL) diseñada por él, toda volúmenes ostentosos, colores vibrantes y flores gigantes. La nueva consagración de la primavera era esto.
Hace justo un mes también, el veterano Michael Kors concedía, a propósito del desfile con el que celebró sus cuatro décadas en la moda: «Cualquier cosa que eleve tu espíritu es lo más importante para mí en estos momentos». Mr. Buen Rollo, lo proclama en titular de portada el reciente número de la revista que publica el portal Business of Fashion.
Elrepasoaloquese lleva esta primavera/verano hay que hacerlo antes como lectura de declaración de intenciones que de meras propuestas indumentarias. Porque, en ese segundo sentido, ideas, la verdad, pocas. Y encima casi siempre lastradas por una noción de la comodidad –conjurada de forma perezosa tras meses de confinamiento al calor del hogar– que ha terminado convirtiéndose en una trampa para no pocos creadores. Por eso lo que se jalean son esos statements asociados a las colecciones que se repiten como mantras sanadores: optimismo, positivismo, alegría de vivir. «Como se dice en mi tierra, la esperanza es lo último en morir», apunta Demna Gvasalia, barriendo para Georgia el dicho universal.
No está claro qué epifanía debió de experimentar durante la cuarentena, pero incluso él ha cambiado las visiones apocalípticas de sus dos anteriores colecciones en Balenciaga por un festivo panorama de futuro. Bueno, a su manera, que lo que cuenta es una suerte de catarsis colectiva en la oscuridad. «Porque algún día saldremos de esta. Y entonces nos adentraremos en la noche, nos metamorfosearemos en ella, él, ellos, y acabaremos encontrándonos con los amigos de fiesta en un club, todos sin mascarillas. ¡He ahí la esperanza!», razonaba al teléfono con Sarah Mower cuando dio a conocer la actual colección de la casa de origen español el pasado octubre, realizada casi al completo (93,5%) en tejidos y materiales reciclados o con certificado sostenible. Por cierto, el look 32 es un vestido de flores. Lo luce un modelo masculino. El signo de los tiempos.
Por el mismo camino de baldosas amarillas discurren hoy otros colegas poco o nada sospechosos de alegrías. Hedi Slimane en Celine vuelve a reescribir por tercera temporada consecutiva su particular mitología adolescente ahora en plan «retrato de una generación que evoca el optimismo de la juventud, la esperanza en estos tiempos de incertidumbre», según reza en el comunicado de rigor. Por supuesto, no fallan los vestiditos ‘grunge meets casa de la pradera’ ilustrados con delicadeza floral para deleite de las nietas y bisnietas tiktokers de las señoras burguesas de la parisina Avenue Foch. Mientras, Rick Owens se pasa al rosa chicle, el amarillo soleado (chispeante color Pantone del año) y el rojo pasión para vestir su habitual aquelarre.
«Tenemos que animarnos frente a la adversidad. La ropa no cambia el mundo, pero forma parte de una actitud que influye en nuestra manera de pensar. Posee un significado, pequeños mensajes que transmitimos unos a otros», refiere el ciudadano Owens, que describe su más reciente colección en términos de ‘alegre severidad’. «No existe evidencia científica de que este tipo de prendas sean un antídoto contra la tristeza o un estado
de ánimo bajo mínimos, por mucho que las califiquemos de alegres u optimistas. Todo depende de la actitud de quien las lleve», explica la doctora Carolyn Mair. Psicóloga conductista, miembro de la Psychological Society británica, la autora de The Psychology of Fashion (Routledge, 2018) afirma que las emociones que proporciona la moda «dependen de lo fuertes que sean las asociaciones que establezcamos con la ropa. Y es importante recordar que se trata de asociaciones cuyos orígenes pueden ser tanto sociales o culturales como simplemente personales».
¿A qué nos atenemos entonces con tanto vestido de flores? Pensar que semejante avalancha de piezas voluminosas y coloridas son el recordatorio de que la vida vuelve a encauzarse, de que nuestras agendas están a punto de llenarse de nuevo con encuentros y acontecimientos gozosos, seguramente sea lo que deseamos que nos diga la moda. Aún es pronto para saber si nos engaña (si nos estamos engañando), pero el mensaje va calando, al menos a efectos comerciales.
«Los vestidos de esta temporada ofrecen una sensación de escapismo. Nos ayudan a abrazar otra vez nuestra feminidad y nos hacen sentir empoderadas», asegura Libby Page, responsable de mercado de Net-a-Porter. «Levantan el ánimo de inmediato, que es lo que todas buscamos. Nos esperan grandes momentos de tejidos ligeros, volantes y celestiales y preciosos maxivestidos de delicados estampados florales», continúa, adelantando el próximo otoño/invierno.
Si no les convencen los argumentos del capitalismo (y miren que está plagado de ellos), crean lo que proclama el siempre certero Jeremy Scott, que pocos diseñadores hay en el negocio que manejen mejor los códigos del optimismo y el buen humor: «Lo que necesitamos más que nunca es fantasía y glamour, prendas que te hagan sentir de maravilla. Y ya te digo yo que los pantalones de chándal no sirven para eso»