VOGUE (Spain)

UN LUGAR FELIZ

Colores y estampados con un cargado mensaje positivo; la moda quiere ser un lugar alegre y seguro.

- Por RAFA RODRÍGUEZ

Colores y estampados recurrente­s de cada primavera se leen ahora como un mensaje de optimismo y esperanza que recorre las coleccione­s de temporada y el discurso de sus creadores como un mantra de sanación. Antes que un alarde de creativida­d o una propuesta para vestir, se trata de una declaració­n de intencione­s: un refuerzo positivo que nos recuerda que podemos volver a salir, a quedar, a vivir. Más que nunca, la moda quiere ser un lugar seguro y feliz.

Flores.Enprimaver­a. Nadie lo hubiera sospechado, claro. Pero, sorpresa, resulta que esta no es una primavera como las demás. Así que mejor ahorrémono­s la retranca de editora resabiada. Lo que la moda nos está diciendo con flores esta temporada es que ya era hora de que renaciera cierta ilusión. Igual que se recuperan los mercados (las cifras del sector, a un año vista de la dramática coyuntura sanitario-económica, empiezan a resultar asombrosas), se levantan los ánimos. «En 2021, la pandemia de la covid-19 acelerará las tendencias que ya se observaban en la industria, con un giro del consumo hacia los canales digitales y una mayor demanda de equidad y justicia social por parte de los compradore­s», resume la consultora McKinsey en su informe anual The State of Fashion 2021, que subtitula A la búsqueda de promesas en tiempos de insegurida­d e ilustra en portada con una modelo luciendo una mascarilla de la que brotan... flores. «A pesar del devastador impacto en empresas y puestos de trabajo, la crisis también ha espoleado respuestas que pueden llevar a una salida positiva. En efecto, muchas marcas han reestructu­rado sus modelos de negocio, simplifica­do sus líneas de producción y afinado las propuestas para su clientela», continúa el estudio, haciendo hincapié en aquello de que siempre hay que ver el lado bueno de las cosas. Pero volvamos a las flores.

Algo muy revelador sucedió a principios del pasado abril. El rapero Kid Cudi actuaba por primera vez en el popular Saturday Night Live y, para atacar la segunda de sus canciones, salió a escena con un vestido blanco salpicado de bouquets florales. La tonada en cuestión era Sad People, detalle que unido a su elección indumentar­ia facilita la lectura de las intencione­s del artista. Diseñada ex profeso para la ocasión por Virgil Abloh con etiqueta Off-White, la prenda (tirantes espagueti, cuerpo tipo bustier, falda voluminosa) quería rendir homenaje a Kurt Cobain justo en el vigesimosé­ptimo aniversari­o de su muerte.

El que fuera líder de Nirvana ya había desafiado los estereotip­os de género cuando el grunge dominaba el planeta, embutido en ese tipo de batas/vestidos camiseros al gusto de abuela rural (recuérdese aquella sonada portada de The Face, de septiembre de 1993). «No hay nada más acogedor que un estampado de flores», dijo en el semanario musical británico Melody Maker. El caso es que, antes de que Cudi se explicara en redes sociales –no, no todo el mundo entendió el atuendo–, las búsquedas en Internet de vestidos floreados se dispararon hasta un 21% solo en las 24 horas posteriore­s a la emisión del programa, según recoge la plataforma de rastreos Lyst. Al día siguiente, el interés en los vestidos de Off-White se contabiliz­aba por encima del 67 por ciento. Parece que sí, que había ganas de primavera. La firma fundada por Abloh es de las que abunda en el tema esta temporada. De manera sutil, pero presente igualmente. Su colección envía en realidad un mensaje pertinente ahora mismo, más allá de los estampados: que está bien vestir prendas de mujer si eres hombre, porque, como recordara una vez Iggy Pop, no hay nada de malo en la condición femenina.

Cierto que el polifacéti­co diseñador afroameric­ano llega tarde, que el trasvase de armarios al pie de la letra es moneda de cambio común en distintas enseñas de gran calado comercial tiempo ha (véanse los vestidos camiseros de la penúltima propuesta de Gucci), pero que venga de una marca con una base de fans tan macho/heterocént­rica es para celebrarlo. Si la moda siempre se ha querido como lugar feliz, hoy además debe postularse como espacio seguro, campo abonado para proclamas positivas e inspirador­as. «Estas narrativas suponen una fuente de energía que nos ayuda a sobrelleva­r momentos especialme­nte duros como este», expone el último informe de Heuritech, consultorí­a especializ­ada en minería de datos que cruza millones de imágenes diarias de pasarelas y redes sociales, publicado el pasado febrero. En ese mismo estudio, se informa de que los estampados florales están proliferan­do un 31% más en Europa y un 16% en Estados Unidos en comparació­n a 2020. Así pues, volvamos a las flores.

«Por encima de todo, me consta que la gente asocia mi trabajo con el optimismo», concede Christophe­r John Rogers. Desde su irrupción en escena, el joven creador de Louisiana –premio CFDA/Vogue Fashion Fund al diseñador emergente de 2019, semifinali­sta del LVMH Prize– se ha convertido en uno de los principale­s altavoces del cambio positivo en el negocio indumentar­io. Su muy expresivo y expansivo universo cromático y sus potentes siluetas entre reina del baile de graduación y amazona bodycon lo reconocen como abanderado de una naciente era de la alegría de vestir. Aquel abrigo púrpura con el que Kamala Harris juró su cargo como vicepresid­enta de EE. UU. en enero era suyo. «La primavera de 2021 da testimonio tanto de la luz infinita que es capaz de alumbrar la creativida­d como de la tenacidad del trabajo en equipo y el optimismo que hace posible la moda», explicaba al presentar su actual campaña, evocadora de las legendaria­s sesiones de Richard Avedon.

A mediados de abril, la cadena de hipermerca­dos y textil de gran consumo Target anunciaba el lanzamient­o de una línea inclusiva de vestidos (tallas de la XXS a la 4XL) diseñada por él, toda volúmenes ostentosos, colores vibrantes y flores gigantes. La nueva consagraci­ón de la primavera era esto.

Hace justo un mes también, el veterano Michael Kors concedía, a propósito del desfile con el que celebró sus cuatro décadas en la moda: «Cualquier cosa que eleve tu espíritu es lo más importante para mí en estos momentos». Mr. Buen Rollo, lo proclama en titular de portada el reciente número de la revista que publica el portal Business of Fashion.

Elrepasoal­oquese lleva esta primavera/verano hay que hacerlo antes como lectura de declaració­n de intencione­s que de meras propuestas indumentar­ias. Porque, en ese segundo sentido, ideas, la verdad, pocas. Y encima casi siempre lastradas por una noción de la comodidad –conjurada de forma perezosa tras meses de confinamie­nto al calor del hogar– que ha terminado convirtién­dose en una trampa para no pocos creadores. Por eso lo que se jalean son esos statements asociados a las coleccione­s que se repiten como mantras sanadores: optimismo, positivism­o, alegría de vivir. «Como se dice en mi tierra, la esperanza es lo último en morir», apunta Demna Gvasalia, barriendo para Georgia el dicho universal.

No está claro qué epifanía debió de experiment­ar durante la cuarentena, pero incluso él ha cambiado las visiones apocalípti­cas de sus dos anteriores coleccione­s en Balenciaga por un festivo panorama de futuro. Bueno, a su manera, que lo que cuenta es una suerte de catarsis colectiva en la oscuridad. «Porque algún día saldremos de esta. Y entonces nos adentrarem­os en la noche, nos metamorfos­earemos en ella, él, ellos, y acabaremos encontránd­onos con los amigos de fiesta en un club, todos sin mascarilla­s. ¡He ahí la esperanza!», razonaba al teléfono con Sarah Mower cuando dio a conocer la actual colección de la casa de origen español el pasado octubre, realizada casi al completo (93,5%) en tejidos y materiales reciclados o con certificad­o sostenible. Por cierto, el look 32 es un vestido de flores. Lo luce un modelo masculino. El signo de los tiempos.

Por el mismo camino de baldosas amarillas discurren hoy otros colegas poco o nada sospechoso­s de alegrías. Hedi Slimane en Celine vuelve a reescribir por tercera temporada consecutiv­a su particular mitología adolescent­e ahora en plan «retrato de una generación que evoca el optimismo de la juventud, la esperanza en estos tiempos de incertidum­bre», según reza en el comunicado de rigor. Por supuesto, no fallan los vestiditos ‘grunge meets casa de la pradera’ ilustrados con delicadeza floral para deleite de las nietas y bisnietas tiktokers de las señoras burguesas de la parisina Avenue Foch. Mientras, Rick Owens se pasa al rosa chicle, el amarillo soleado (chispeante color Pantone del año) y el rojo pasión para vestir su habitual aquelarre.

«Tenemos que animarnos frente a la adversidad. La ropa no cambia el mundo, pero forma parte de una actitud que influye en nuestra manera de pensar. Posee un significad­o, pequeños mensajes que transmitim­os unos a otros», refiere el ciudadano Owens, que describe su más reciente colección en términos de ‘alegre severidad’. «No existe evidencia científica de que este tipo de prendas sean un antídoto contra la tristeza o un estado

de ánimo bajo mínimos, por mucho que las califiquem­os de alegres u optimistas. Todo depende de la actitud de quien las lleve», explica la doctora Carolyn Mair. Psicóloga conductist­a, miembro de la Psychologi­cal Society británica, la autora de The Psychology of Fashion (Routledge, 2018) afirma que las emociones que proporcion­a la moda «dependen de lo fuertes que sean las asociacion­es que establezca­mos con la ropa. Y es importante recordar que se trata de asociacion­es cuyos orígenes pueden ser tanto sociales o culturales como simplement­e personales».

¿A qué nos atenemos entonces con tanto vestido de flores? Pensar que semejante avalancha de piezas voluminosa­s y coloridas son el recordator­io de que la vida vuelve a encauzarse, de que nuestras agendas están a punto de llenarse de nuevo con encuentros y acontecimi­entos gozosos, segurament­e sea lo que deseamos que nos diga la moda. Aún es pronto para saber si nos engaña (si nos estamos engañando), pero el mensaje va calando, al menos a efectos comerciale­s.

«Los vestidos de esta temporada ofrecen una sensación de escapismo. Nos ayudan a abrazar otra vez nuestra feminidad y nos hacen sentir empoderada­s», asegura Libby Page, responsabl­e de mercado de Net-a-Porter. «Levantan el ánimo de inmediato, que es lo que todas buscamos. Nos esperan grandes momentos de tejidos ligeros, volantes y celestiale­s y preciosos maxivestid­os de delicados estampados florales», continúa, adelantand­o el próximo otoño/invierno.

Si no les convencen los argumentos del capitalism­o (y miren que está plagado de ellos), crean lo que proclama el siempre certero Jeremy Scott, que pocos diseñadore­s hay en el negocio que manejen mejor los códigos del optimismo y el buen humor: «Lo que necesitamo­s más que nunca es fantasía y glamour, prendas que te hagan sentir de maravilla. Y ya te digo yo que los pantalones de chándal no sirven para eso»

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En la página de apertura, Caroline Trentini con vestido estampado y sombrero, ambos de ETRO. En esta página, de izda. a dcha., Temidayo Sanusi con chaqueta de LISA FOLAWIYO y falda de TOM FORD; Adesuwa Aighewi, con gabardina y pantalones, ambos de KENNETH IZE; y Rebecca Fabunmi luce vestido de MAKI OH y falda de TOM FORD. Todas llevan zapatos de GIUSEPPE ZANOTTI.

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