Najwa Nimri lanza ‘Ama’, un trabajo donde mezcla boleros y melodías románticas, pero con su sello inconfundible.
Para NAJWA NIMRI, la incertidumbre del último año ha sido un prolífico revulsivo, y todo gracias al bolero. Este género vetusto y amoroso sirve de arranque a un álbum, llamado ‘Ama’, que mezcla melodías románticas con el sello inequívoco de la intérprete
Ya lo dijo Joaquín Sabina en el verano de 2008: «Oír un bolero permite estar triste y, sin embargo, acompañado». El cantautor no andaba mal encaminado al condensar la esencia de este género, cubano de nacimiento aunque latino de pertenencia, acunado y repetido por voces que van de Antonio Machín a Luis Miguel. Precisamente por ello no es baladí que, cuando Najwa Nimri (Pamplona, 1972) tiró de recuerdos para oxigenar el hastío de los primeros meses de confinamiento, fuera una de estas canciones la que ayudó a la intérprete a dormir plácidamente por las noches. «Mi madre me solía cantar los acordes de Muñequita linda infinidad de veces en mi infancia, pero nunca le presté atención. Y una de esas noches de abril, perdida en mitad del bosque, la melodía se me quedó en la cabeza y ya no quiso irse. En lugar de hartarme de ella, pensé: ‘¿Qué pasa si me pongo a tirar de este hilo?’», recuerda. A la mañana siguiente, envió su voz, cantando a capella el tema de la compositora María Grever, a su amigo y productor Josh Tampico, que le envió de vuelta un iPad para que jugara a su antojo con canciones similares. Era la carambola menos predecible de la primavera pasada, pero a Nimri le ha bastado un año para que aquel tarareo
se convierta en Ama, un álbum compuesto por diez clásicos revisados en la textura aterciopelada y electro de Najwa, aunque esta vez sin los himnos de baile de Rat Race (2014) o la turbia oscuridad de Viene de largo (2020), cuya gira frustró el arranque de la pandemia. «Este disco no tiene nada que ver con el resto porque nace, precisamente, de algo tan puro como la nostalgia de tiempos felices que muchos vivimos en esos meses de encierro. Por eso responde al nombre de Ama, que es madre en vasco y también el imperativo del verbo amar, ambas cosas conectadas a mis recuerdos». La acompañan parejas como Israel Fernández, Pablo Alborán o Álvaro Morte, su compañero de pantalla en el ciclópeo fenómeno de La casa de papel, cuya última temporada ve la luz el próximo 3 de septiembre. En el vídeo que pone imagen al primer sencillo, Ester Expósito interpreta a una estrella musical llamada Estela con un fatídico destino que esconde, según confiesa Najwa, un proyecto televisivo en el que lleva años trabajando. «De momento, solo diré que la figura de Ester en el vídeo tiene mucho que ver conmigo en la vida real, o al menos con las memorias que yo tengo de esta vida que he vivido», zanja.
El sublime ejemplo de este álbum es un ejemplo más de cómo la herencia folclórica vive hoy uno de sus momentos más dulces, especialmente en España. «Me enfada asumir que en este país hemos pecado de complejo de inferioridad respecto a nuestras raíces, pero creo que, por suerte, hemos cambiado. Ahí tienes a C. Tangana, rescatando lo cañí, o a Rosalía y tantos otros artistas cogiendo el flamenco y llevándolo a otros lugares. Pero hasta yo misma canté en inglés durante unos cuantos años», ríe.
Con o sin bromas, a sus espaldas hay 25 años de carrera que suman cinco discos con el dúo Najwajean, siete en solitario y una treintena de películas. Cuando Ama empiece a rodar y la promoción de La casa de papel le dé algo de tregua, el futuro que más le ilusiona es el de despegarse del móvil. «Me compré un Nokia amarillo y el resto del tiempo haré una de las cosas que más feliz me hacen: esfumarme»