El musical ‘En un barrio de Nueva York’, de Lin-Manuel Miranda llega a las salas de cine con su magia intacta.
20 años después de que LIN-MANUEL MIRANDA concibiera ‘En un barrio de Nueva York’, este impresionante musical aterriza en las salas de cine con la magia de sus ritmos intacta.
Poco importa que sea una de las mañanas más frías del invierno neoyorquino, al entrar en el bar 809, en pleno barrio de Inwood, el ambiente parece más bien el de una fiesta caribeña a pleno sol. Los camareros arrastran carritos con platos de pollo asopao y en la barra lo que se pide es una copa de coquito, un cóctel puertorriqueño a base de ron y coco, mientras Bad Bunny suena por los altavoces. Un grupo de periodistas, miembros de la industria del cine y algunos amigos se han reunido para la fiesta que estrena el tráiler de En un barrio de Nueva York. La excitación está servida antes incluso de que el reparto haga acto de presencia. Cuando empieza la proyección, la gente empieza a aplaudir y a vitorear, encendiendo la atmósfera. «Vas a escuchar la palabra magia muchas veces esta noche», advierte el director de la película, Jon M. Chu (Jem y los hologramas, Crazy Rich Asians...). «No hay otra forma de describir lo que ha supuesto la posibilidad de rodar esta película». El autor y compositor de la cinta, Lin-Manuel Miranda (Hamilton) apostilla: «Ha sido el mejor verano de nuestras vidas».
En un barrio de Nueva York (en su título original, In the Heights) tiene su punto de partida en 1999, cuando Miranda era estudiante de la universidad de Wesleyan. Puso en marcha este musical con un grupo de teatro de la facultad. Tras oír hablar de él (y hacerse con un disco de la banda sonora), el también exalumno de Wesleyan Thomas Kail contactó a Miranda con la idea de llevarlo a Off Broadway. En los años siguientes, ambos trabajaron duramente para darle forma y pidieron a la escritora Quiara Alegría Hudes que se encargara del guion final, estrenando la versión actualizada en 2007. Un año después, la obra se trasladó a Broadway, llegó a ganar cuatro premios Tony (incluyendo el de mejor musical), el Grammy a mejor álbum para una obra musical y hasta fue finalista al premio Pulitzer de teatro en 2009. Se mantuvo en el cartel del teatro Richard Rodgers hasta 2011. «Si te imaginas la película Haz lo que debas de Spike Lee, pero más relajada, con genética hispana y trufada de música constantemente, es más o menos lo que puedes esperar de esto», resumía una reseña en New York Magazine por aquel entonces. «Esta historia podría haber sido otra tediosa crítica a la gentrificación, pero es mucho más», añadía el crítico Jeremy McCarter, que la definió como una «sutil reflexión sobre la drástica transformación de Nueva York en el siglo XXI». En un barrio de Nueva York fue adquirida por Weinstein Company en 2016, pero Miranda y Hudes llegaron a tiempo para recuperar los derechos intelectuales antes de que la compañía se declara en bancarrota dos años más tarde.
El musical cuenta la historia de Usnavi (al que encarnaba el propio Miranda en la obra de Broadway original), un joven a cargo de un local de alimentación en la zona de Washington Heights cuyo corazón sigue en la República Dominicana, a la que espera de volver para estar con su familia. A su alrededor gravita un grupo de personas, algunas resistiendo y otras ejerciendo como agentes del cambio en el Barrio. Está Nina, la primera mujer de su familia en conseguir llegar a la universidad (concretamente a Stanford), aunque con muchas reservas. También Benny, uno de los pocos personajes no latinos del filme, que trabaja para el padre de Nina y extraña a su hija pequeña. O Vanessa, el amor platónico de Usnavi, aspirante a diseñadora que sueña con un piso propio en el sur de Manhattan, lejos del claustrofóbico ambiente del barrio donde ha crecido.
Ninguno de los actores que encarnan estas historias las comparten con sus personajes, pero todos se sintieron identificados con parte del relato. Anthony Ramos, que interpreta a Usnavi, vivió en una casa de acogida en Brooklyn y fue un profesor quien le animó a dedicarse a las artes escénicas. Cuando vio el musical por primera vez en Broadway mientras estudiaba en la Academia americana de música y teatro, le vinieron a la mente varias experiencias vitales que lo dejaron helado en la butaca. «Era como si conociera a todos y cada uno de los personajes», recuerda sentir en aquel momento. Años después, Ramos fue fichado para el doble papel de John Laurens y Phili Hamilton en el estreno del musical Hamilton en el Public Theater (su prometida, Jasmine Cephas Jones, con la que vive en un apartamento en Park Slope, también ha formado parte del elenco de Hamilton).
«Lo vi morir todas las noches durante un año, así que no me quedan dudas sobre su enorme talento», cuenta Miranda al otro lado del teléfono. Ramos también hizo del propio Usnavi en una versión de la obra para el Kennedy Center, en 2019, y fue esa actuación la que terminó de forjar la confianza de Miranda en él. «Yo escribí el papel y lo interpreté, pero la ropa, las letras y las melodías encajaban como si lo hubiera escrito para él». Ramos lo confirma: «Cada día contaba mi historia, como si alguien la hubiera escrito para mí».
Al igual que él, Melisa Barrera (que encarna a Vanessa) vio el musical cuando era apenas una joven recién llegada de Monterrey para estudiar en la universidad de Nueva York. «Fui a entre diez y quince pases en total», cuenta por Skype desde su casa en Los Ángeles. Cada vez que un amigo venía a visitarla, se lo llevaba a ver el espectáculo. «Y cada vez que había un casting
abierto, me presentaba y lo daba todo esperando que algún día me cogieran. Nunca pasó», zanja. Dejó la universidad a los dos años para regresar a México y debutar en un programa musical de televisión llamado La academia, un cruce entre Gran hermano y Operación triunfo donde los concursantes vivían aislados en una casa y participaban en competiciones semanales. No ganó, pero allí conoció a su marido, el cantante Paco Zazueta, y comenzó una prolífica trayectoria en el sector de las telenovelas que la llevó a la fama gracias al éxito de Siempre tuya Acapulco. Cuando Barrera recibió la llamada para participar en las pruebas de la pe
lícula, en 2017, estaba en plena mudanza de México a Los Ángeles para empezar a rodar Vida, una serie de Starz sobre dos hermanas que vuelven a California tras la muerte repentina de su madre. Además, se encontraba gestionando el visado para residir de forma legal en Estados Unidos. «Digamos que estaba, cuanto menos, poco preparada. No me sentía en el mejor momento de mi vida y mi cerebro estaba completamente exhausto». En mitad de todo aquello, debido al escándalo de Weinstein, la producción cinematográfica de En un barrio de Nueva York se puso en pausa. Melissa decidió emplear ese tiempo para tomar clases de canto y mejorar sus tácticas de baile. Cuando Warner Bros. adquirió los derechos de la cinta meses después, volvieron a llamarla y aunque su papel inicial era el de Nina, fue ella quien pidió leer el guion de Vanessa en el último minuto. «Todo acaba ocurriendo como debe», sentencia.
Unas semanas después de la fiesta de presentación, el mundo –más allá de ese bar neoyorquino– tuvo acceso al tráiler de la película, convertida en uno de los proyectos más esperanzadores para la industria audiovisual en el retorno a las salas. Se multiplicaron en redes las reacciones al vídeo, normalmente con lágrimas incluidas, y en una sala de edición de Nueva York el director compartía con la prensa algunas de las escenas sin terminar. «Creo que hemos llorado prácticamente cada día en el proceso de creación de esta película», dice Chu. «Cuando preguntábamos a los vecinos del barrio que hacían de extras, nos contaban que lo último que se había grabado por allí era una escena de un crimen de Ley y orden». Durante Breathe, la canción que Nina canta sobre su decisión de abandonar la universidad, cualquiera puede empatizar con sus emociones. Y cuando la escena termina y las luces vuelven a encenderse, es fácil darse cuenta de que las personas que se encuentran en la sala de edición también están sollozando. No tarda en circular una caja de pañuelos desechables.
Al día siguiente, una mañana tranquila de sábado, Leslie Grace (que interpreta el papel de Nina) va a El Museo del Barrio, en la zona de East Harlem. Aparece enfundada en un jersey con pantalones de talle alto en tonos azul cielo. Recorre una retrospectiva de la artista cubana Zilia Sánchez, llamada Soy isla, y charla animosamente en la sala hasta que una horda de estudiantes de arte irrumpen en ella y decide trasladar la entrevista a la cafetería del museo. Todavía no ha visto ninguna de las escenas de la película y quiere saber más sobre el montaje de un proyecto que ha sido muy especial en su vida. «De verdad que sentí que vivía en él», recuerda. A sus 25 años, es la única actriz que llegó a la producción sin experiencia previa, aunque su carrera en la música habla por sí sola. Empezó con un disco de música cristiana a los 14 años, y después dio el salto al pop latino. «Nina es el único personaje del que nadie se ha preocupado mucho nunca porque ha sacado sobresalientes toda su vida y nunca se ha metido en problemas», relata. Nacida en el Bronx, de padres dominicanos, Grace se crió en Yonkers y después se trasladó a Florida
con toda su familia a los diez años. «Un poco como La tribu de los Brady», bromea. La historia de Nina no le es demasiado ajena: su madre solía regentar una peluquería a dos bloques de donde se grabaron gran parte de sus escenas. Pero la empatía va más allá: «Cuando algunos de tus sueños más imposibles se vuelven reales, hay parte de tu familia que comienza a mirarte con esperanza. Y es maravilloso poder ser eso para alguien, pero también conlleva una gran responsabilidad».
Corey Hakwins, que interpreta a Benny, lo ve de forma similar: «Todos tenemos nuestra propia trayectoria personal. Y, gracias a ella, hemos podido llegar hasta aquí». El actor de 31 años, que creció en Washington, es hijo de una madre soltera que trabajaba como agente de policía. Consiguió plaza en Julliard tras un breve paso por una escuela de arte de Los Ángeles, donde el ambiente se le hacía demasiado relajado para su personalidad. «Todo el mundo te dice que estés tranquilo, que fluyas y busques la inspiración, pero yo necesitaba exprimirme», recuerda. En Julliard coincidió con Adam Driver, Samira Wiley o Danielle Brooks, y en esos años también acudió a ver el musical en Broadway. Fue el primero que vio en su vida. La película, según él, podría resumirse con la palabra empatía: «¿Cuál es tu tribu? ¿Qué significa el hogar para ti? ¿Cómo afecta eso en lo que tú mismo puedes ser para los demás?», lanza. Y añade que no había mejor momento que el final de 2020 para estrenar la cinta en salas [a España llega el 18 de junio]: «Hicimos esta película con la vocación de llegar a los cines a tiempo de las últimas elecciones de Estados Unidos. ¿Cómo de maravilloso es haberlo hecho en un momento tan decisivo para la gente de Estados Unidos? Me gusta pensar que, justo ahora, el mensaje de la película sobre el hecho de que todos somos humanos y todos somos migrantes pueda ser multiplicado».
En un barrio de Nueva York es una película exuberante, aunque los supuestamente ligeros bailes de sus escenas musicales fueron bastante costosos. «Ataque de pánico», es la primera idea que se le viene a Melissa Barrera al ser cuestionada por el esfuerzo de aprenderse todas las coreografías. En el primer ensayo, los actores trabajaron con bailarines profesionales y hasta Hawkins, que venía de aprender danza con la mismísima Debbie Allen, tuvo problemas. «Fue bastante cómico», interviene Ramos. «Uno de los bailarines se empeñó en ayudarme porque, a fin de cuentas, yo acababa haciéndole quedar mal a él con mis pasos».
En una de las escenas, una celebración familiar crece hasta una fiesta con cientos de personas. «Cuando la grabamos, era imposible decir ‘corten’ y que me hicieran caso. La gente siguió bailando más de diez minutos. Lin se había vuelto loco, y la gente no paraba de corear su nombre al unísono», recuerda Chu. Ramos añade: «Nadie paró aquel día, es totalmente verídico. Fue una jornada para el recuerdo. Era como si ahí arriba, nuestros antecesores nos observaran. Y no hay nada más gratificante que eso»