VOGUE (Spain)

‘Dior and Roses’, una exposición y un libro que profundiza­n en el imaginario que el creador de la firma proyectó en torno a esta flor.

Una exposición y un libro, ambos titulados ‘Dior and Roses’, ahondan en el rico imaginario que CHRISTIAN DIOR proyectó en torno a esta flor, ahora convertida en uno de los símbolos de la ‘maison’.

- EVA BLANCO

Puede que en un primer momento no lo parezca, pero hablar del New Look, la icónica silueta de pecho prominente, torso ajustado y falda voluminosa con la que Christian Dior fascinó al mundo tras la segunda guerra mundial, es hablar de rosas. En la colección inaugural de alta costura de la casa, presentada el 12 febrero de 1947 en el número 30 de la avenida Montaigne, se mostraron dos de las siluetas que sentaron las bases de su particular femme fleur. Una de ellas, llamada Corola, recuerda al movimiento de apertura de los pétalos que se expanden; la otra, En Huit, sugiere un diseño curvo que converge en una cintura muy ceñida. Además de en la forma, esta poética inspiració­n vegetal también resultó ser ubicua en el contenido: las rosas están presentes en todo tipo de ornamentos, estampados y bordados concebidos por el creador a lo largo de su trayectori­a. Esta es, precisamen­te, la relación que se explora en el libro Dior and Roses, un ambicioso volumen visual editado por Rizzoli New York con motivo de la exposición homónima que estará hasta el 31 de octubre en el Museo Christian Dior (establecid­o en la casa natal del couturier, la villa Les Rhumbs en Granville, Normandía).

El lugar elegido para la cita no podía ser otro. Tal como explica Éric Pujalet-Plaà, coautor del libro junto a Brigitte Richart y Vincent Leret: «Dior heredó la pasión de su madre por las flores. La rosa es, sin duda, emblema de esta pasión. En Granville, en el jardín de la casa de su infancia, la rosaleda está plantada en el acantilado que domina el mar: este desafío hace de ella un signo de atrevimien­to, una expresión vital, un movimiento». Una pulsión que no se manifiesta solo en sus diseños, también en la elección de referentes creativos como Guillaume Apollinair­e, que firmó varios poemas dedicados a esta flor, o Salvador Dalí, cuyo cuadro Mujer con cabeza de rosas (1935) se adelanta, en clave surrealist­a, a esa intersecci­ón entre feminidad, vestimenta y botánica, que en su caso da como resultado a un ser casi mitológico.

En este sentido, Pujalet-Plaà apunta que «a Dior le encantaban las rosas que viven en el jardín, las rosas dibujadas en diferentes estilos, las rosas en la poesía y el arte, pero también todo el léxico de diferentes colores y nombres: las piezas de sus coleccione­s se llaman Rose Pompon, Rose Rose, Roseraie y los tonos comprenden el rosa ibis, rosa Francia o rosa nuage». Un legado con el que no es de extrañar que esta flor se haya terminado convirtien­do en todo un símbolo de la maison. No solo en el plano estético, también en el olfativo. Es aquí donde cobra protagonis­mo la fragancia original con la que se inauguró la división de perfumes de la firma, Miss Dior, una esencia de base floral que vio la luz pocos meses después de su primera colección, en 1947. El nombre encierra un homenaje a la hermana del diseñador,

Catherine, quien también hizo suyo el gusto familiar por la jardinería y se dedicó profesiona­lmente a la horticultu­ra.

La exposición, que aspira a sorprender a los visitantes con modelos y accesorios de alta costura, objetos decorativo­s y obras de arte prestadas por museos y particular­es, propone a su vez un viaje en el que tienen cabida todos los directores creativos que han liderado en algún momento la casa. «Las rosas de Christian Dior son románticas, rústicas, pintoresca­s y poderosame­nte oníricas, todo a la vez. Esto crea una necesidad de significad­o que las identifica como un tema obligatori­o que cada uno de sus sucesores ha tenido que abordar con libertad, pero con lirismo, para dar su propio sentido», reflexiona Pujalet-Plaà. Así, en palabras del autor del libro, Yves Saint Laurent afirmó su impacto y construcci­ón gráfica, Marc Bohan tendió a centrarse en el color, Gianfranco Ferré restauró su dimensión barroca y John Galliano animó o redefinió la flor a través de sus propias interpreta­ciones. Raf Simons destiló su esencia a la manera de Marc Bohan, mientras que Maria Grazia Chiuri volvió a los fundamento­s de la botánica y la danza de flores. «Esta secuencia de generaliza­ciones sobre expresione­s tan variadas y ricas está sin duda abierta a cuestionam­ientos, pero sugiere una justificac­ión racional para la naturaleza sucesiva de estos enfoques. Eso subraya la conciencia de la importanci­a del tema de las rosas en la obra de Christian Dior, que es lo que exploramos en el libro», concluye. El volumen saldrá a la venta en junio, así que a falta de un buen viaje hasta Granville, al menos será posible refugiarse en las coloridas páginas de esta bella (y florida) edición

 ??  ?? En esta página, vestido Ballet de Fleurs de la colección de alta costura de primavera/ verano 1996, Dans le jardin de CHRISTIAN DIOR, diseñado por Gianfranco Ferré. En la página siguiente, Dovima con vestido Raout y sombrero, ambos de la colección de alta costura de primavera/verano 1956, Flèche line, de CHRISTIAN DIOR.
En esta página, vestido Ballet de Fleurs de la colección de alta costura de primavera/ verano 1996, Dans le jardin de CHRISTIAN DIOR, diseñado por Gianfranco Ferré. En la página siguiente, Dovima con vestido Raout y sombrero, ambos de la colección de alta costura de primavera/verano 1956, Flèche line, de CHRISTIAN DIOR.
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