Massimo Giorgetti y su recóndito refugio en la Riviera italiana.
En 2018, unos vientos huracanados casi destrozan la casa soñada de MASSIMO GIORGETTI, situada en una pendiente escarpada de la Riviera Italiana. Ahora, el fundador de MGSM explica cómo la restauración de esta vivienda, refugio casi, acabó por convertirse en su pasión (y la de su marido).
Suena la música de Cigarettes After Sex en el equipo estéreo, invade la escena el aroma embriagador de los pinos piñoneros italianos, el pescado fresco chisporrotea en la parrilla, se sirven cócteles de ginebra y romero, el sol se pone lentamente sobre la línea del mar... Así describe Massimo Giorgetti (Rímini, 1977) una típica noche de julio en su casa en los acantilados de Liguria (Italia). Encaramado sobre las rocas de Zoagli, cerca de Rapallo y con la bahía de Portofino en el horizonte, el hogar de Giorgetti en realidad parece más un refugio, ya que lo más que puede acercarse un coche queda a una caminata de diez minutos atravesando el bosque que rodea la vivienda. Si suena a oasis es porque lo es. «Para mí es como una rehabilitación espiritual», bromea el diseñador. «Es un santuario: siempre que viene gente se sorprende porque la energía es muy especial». Una energía que se ha demostrado magnética para el diseñador de 43 años y su marido, Matteo, desde el día uno. Fue en agosto de 2016 cuando la pareja, que ya disponía de un alquiler de larga duración en la localidad, vieron la casa desde el mar mientras practicaban kayak. Maravillados por su ubicación, veían cómo una mujer mayor y su familia escalaban desde su rinconcito soleado en la plataforma rocosa para subir hasta la casa. Por un capricho del destino, se puso a la venta el verano siguiente. «Estaba en el gimnasio por la mañana cuando Matteo me escribió por WhatsApp para decirme que había visto el anuncio. Descubrimos que no era solo una casa, sino una propiedad enorme con tres casas, ¡Más bien como un parque!».
Tres meses después, en septiembre de 2017, compraron esa finca, La Vedetta (es decir, puesto de vigilancia), y comenzaron a restaurarla. Giorgetti ya había sido residente semipermanente de la próxima localidad de Portofino desde hacía 15 años, desde donde huía corriendo a Milán cada vez que lo requerían en su trabajo. «Ahora me encanta, pero al principio fue una pesadilla. Trabajaba las 24 horas, tenía una marca nueva que se había llevado por delante todos mis ahorros y carecía de seguridad de cara al futuro», recuerda. Giorgetti fundó la firma de moda MSGM en 2009 como una propuesta absolutamente contemporánea, colorida y libre de complejos, y la impulsó gracias a una potente estrategia en redes sociales. La Vedetta y Zoagli han demostrado ser un buen antídoto frente a la cada vez más acelerada industria de la moda, uno que le recordaba a la comunidad en la que se crió, donde «la panadería, la trattoria y la frutería» pertenecían a sus amigos.
De niño, Giorgetti no tenía televisión ni ordenador. Se divertía corriendo descalzo y en libertad por la costa del Adriático junto a cualquiera de sus 32 primos. «Creo que mi infancia no fue la de un hombre de mi generación, sino de una anterior», dice son
riendo. «Mi familia era muy sencilla, pero le encantaba disfrutar la vida, así que siempre se nos transmitía esa energía positiva». Se hace fácil entender por qué le entusiasmaba tanto la idea de recrear esa misma atmósfera para sí mismo. No obstante, el entusiasmo se convirtió en desesperación al año siguiente en La Vedetta.
Cuando ya estaban terminando de alicatar la piscina, poniendo así fin a un año entero de meticulosa restauración de la propiedad, una supertormenta, en octubre de 2018, azotó Liguria. Los vientos huracanados arrasaron con las defensas contra las inundaciones, las carreteras desaparecieron del mapa y los yates fueron arrastrados hasta la orilla. La Vedetta y las otras dos viviendas de la finca, Le Pietre y Eliche, quedaron completamente asoladas por el oleaje. «Todo lo que había dentro de la casa quedó destruido. También lo que había a su alrededor» dice Giorgetti. Como estructura, eso sí, La Vedetta demostró –y no por vez primera– ser indestructible. Inmediatamente comenzó el reto de repararla. El arquitecto de Giorgetti, Michele Pasini, y todos sus proveedores se apuntaron a volver a reconstruirla de manera similar, pero a mitad de precio. «Todo el mundo estaba disgustado, todos quisieron ayudar».
En mayo de 2019 La Vedetta volvía a ser la casa de sus sueños, y estaba en pie gracias a que aprovecharon la mitad de los materiales y objetos anegados. Desde entonces, Giorgetti y Matteo han ido casi cada fin de semana con sus queridos Jack Russell, Panne, de ocho años y Coda, de uno. La finca es ahora pura serenidad minimalista. Pasini utilizó como punto de partida los ojos de
buey ya existentes y la rediseñó como si de un barco se tratara. Una línea azul marino recorre el antiguo puesto de observación, que ahora hace las veces de cocina, a donde se accede a través de unas escaleras escalonadas tipo barco, todo un homenaje a la solución que tanto espacio ahorra en los yates. La zona de entretenimiento, cuyos paneles de madera recuerdan a los de un barco, cuenta con sillas y mesas que también diseñó Pasini y que, por tanto, hizo reparar. Sobre los aparadores nunca faltan cuencos de cerámica elaborados por su amigo Simone Murgia, jefe de ventas de MSGM. En esta temporada, además, andan a rebosar de naranjas y limones. Completan la idílica escena las cafeteras (¿qué sería de un italiano sin una buena cafetera?) y las grandes macetas que albergan la albahaca posteriormente empleada para preparar el pesto que acompaña las comidas veraniegas al aire libre.
Siguiendo con la temática marítima, las barandillas curvas de material cromado de la cocina conducen al modesto dormitorio principal, con su baño privado. Este último está alicatado con piedra natural de Artesia (utilizada en las iglesias de Liguria desde el siglo VI) y mármol de Carrara, según la franja. Linda con una gruta secreta excavada en la montaña, vestigio de cuando La Vedetta fue utilizada durante la guerra.En el exterior, ya en la terraza (que también hace las veces de cine de verano), dos velas gigantes se alzan
sobre la casa y la plataforma rocosa de debajo, que ocupa la mitad de su tamaño después de la tormenta. «La estoy dejando así», argumenta Giorgetti. «Es importante no forzar lo nuevo». Es ahí donde da comienzo a su día con un chapuzón a las siete de la mañana («Dos minutos después de despertarte ya puedes estar en el agua»), seguido de una caminata por la montaña antes de desayunar pan con mermelada.
Un camino serpenteante a través del fragrante jardín silvestre lleva a Le Pietre y a Eliche. Las viviendas ahora reservadas para los invitados de Giorgetti (desde su familia y la de Matteo hasta el equipo de MSGM) comparten el mismo acabado de estilo moderno e incluyen duchas exteriores con las que disfrutar de las vistas. La estética discreta no tiene nada que ver con los diseños vibrantes de Giorgetti para MSGM, o con el mundo caleidoscópico de Pucci, donde fue director creativo de 2015 a 2017. La vida aquí le regala el descanso que necesitan tanto él como sus seres queridos. «Es como un hospital para el alma»