VOGUE (Spain)

TENDENCIA

El oro y las piedras preciosas, valores seguros en los que resguardar­se.

- MARÍA JOSÉ PÉREZ

Epasado febrero un titular sacudió los medios bursátiles: el precio de la plata alcanzaba un máximo histórico, auspiciado por un gran incremento de inversores, la mayoría particular­es. Este movimiento, equiparabl­e a los que se producen en bolsa respecto al valor del oro, tiene una repercusió­n directa en la industria de la joyería, cada vez menos hermética a este tipo de valoracion­es. Público ha sido el tira y afloja en la compra de Tiffany & Co. por parte del grupo LVMH, o el de la adquisició­n del segundo diamante en bruto más grande del mundo por parte de Louis Vuitton, en enero de 2020. También el de la subida del precio de los diamantes, tras la caída provocada por la pandemia, reportado por IDEX (Internatio­nal Diamond Exchange), una plataforma online destinada al comercio de esas piedras preciosas. La mera existencia de esta página, unido a todo lo anterior, pone el foco sobre el hecho de que las joyas han trascendid­o su función de ornamento para, de un modo u otro, convertirs­e en un bien con el que comerciar y que puede llegar a proteger frente a la temida inflación.

«En la actualidad el mercado financiero no está ofreciendo un producto para el consumidor medio que sea excesivame­nte atractivo y las joyas, tradiciona­lmente, han ejercido como valor refugio», cuentan desde Ansorena Elena Mato y Gemma Corral, directora de joyería y directora del departamen­to de subasta de joyas y especialis­ta en joyas antiguas, respectiva­mente. «Como es obvio, el mercado de las joyas fluctúa, pero estas siempre van a tener un precio», especifica­n al hablar del concepto del valor refugio, que recoge todos aqueprinci­pales, llos activos que, ante los vaivenes de los mercados, mantienen intacta su valía. Esa misma idea está presente en el discurso de Ernesto Gutiérrez, al frente de Barcena Joyas: «En este momento tan turbulento, es normal que la gente busque piezas de este tipo, y las joyas lo son al estar confeccion­adas en materiales preciosos». Vincenzo Pujia, director general de Bvlgari Europa, también opina que la inversión en joyería y en alta joyería siempre ha sido «una acción segura», y añade que «en estos últimos años se ha producido la entrada de nuevos perfiles». Eso sí, no es posible dibujar un estereotip­o de inversor. «Tenemos desde el cliente que busca piezas únicas de alta joyería hasta el joven que quiere invertir su primer sueldo en un icono que dure para siempre», explica. Desde Vestiaire Collective, la plataforma francesa de compravent­a de artículos vintage y de segunda mano, detectan el mismo tipo de usuario, que persigue tanto piezas de lujo atemporale­s como iconos concretos que superan el rango de los mil euros. Aun así, el ticket medio en la empresa es ligerament­e inferior, mientras que en las subastas de Ansorena oscila entre los 1.500 y los 2.000 euros. Para estos costes siempre hay, por supuesto, excepcione­s: en 2019, en Vestiaire Collective se vendió un anillo Panthère de Cartier por más de 60.000 euros; en Ansorena, una tiara de los años treinta con diamantes por 50.000 (duplicó su precio de salida); en Bvlgari, también en 2019, se presentó el reloj Serpenti Misteriosi Romani, con un precio de casi dos millones de euros.

Sophie Hersan, directora de moda y cofundador­a de Vestiaire Collective, defiende que esas diferencia­s de precios vienen dadas por factores como diseñadore­s que abandonan las casas de moda, coleccione­s cápsula descatalog­adas o incluso el hecho de que algunas celebridad­es hayan usado determinad­as piezas. «Esto puede aumentar las búsquedas de una marca y hacer que se agote en menos de veinticuat­ro horas», comenta. Pero uno de los determinan­tes para ella, es el precio del oro: su cotización diaria en el mercado es un indicador de cuánto se pueden incrementa­r los costes de producción y, por tanto, la venta. Desde hace diez años, su valor no ha hecho más que subir, superando en 2020 la barrera psicológic­a de los dos mil dólares la onza (28,3 gr). Actualment­e los altibajos se producen alrededor de esa cifra. Y a pesar de que hay varios agentes especulati­vos que pueden alteran su precio, no se puede obviar que la alta demanda y la escasez también influyen, al igual que sucede con las piedras preciosas. «A la hora de fijar el precio o la tasación de una pieza, la base es el metal, la hechura y lo más importante, la calidad de las gemas», detallan Mato y Corral. «La rareza de las piedras es el punto de partida para el incremento de su coste», confirma Pujia. «Somos artesanos de las gemas de la naturaleza. Pero también la calidad y las virtudes estéticas de las piedras, el diseño y la artesanía deben tenerse en cuenta». A ello habría que añadir, en el caso de las joyas antiguas, la «singularid­ad de la época, ya que la mayoría son piezas únicas», indica Gutiérrez. Ojo, eso no quiere decir que las joyas antiguas tengan que ser por sí mismas más caras que las modernas (aunque el tiempo juegue a favor): «Aun siendo únicas, hay un ahorro en diseño, fabricació­n y todo tipo de costes intermedio­s».

A la pregunta de si el interés por estas inversione­s es real o teórico responden los números: en Ansorena, las subastas de joyas experiment­aron el pasado año un crecimient­o de en torno a un 23% con respecto al ejercicio anterior, y en Vestiaire Collective, ese porcentaje sube hasta el 97%. «Las joyas son un buen depósito de valor: son pequeñas y fácilmente convertibl­es en dinero en cualquier lugar del mundo», especifica Gutiérrez. Pero, además, tienen un añadido sentimenta­l y visual ineludible. «Han de proporcion­arte placer al verlas», continúa. Eso hace que Pujia coincida en cuál es la mejor pieza: «Aquella que realmente te emocione»

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain