VOGUE (Spain)

PSICOLOGÍA

Aprender a descansar: el arte de disfrutar sin hacer nada.

- ANA MORALES

En la era de la hiperprodu­ctividad, parar no siempre goza de buena prensa. Pero el dolce far niente, la ociosidad y el disfrute de descansar borrando de la mente esa necesidad de aprovechar cada segundo es más que beneficios­o para el bienestar emocional. «El reposo tiene muy mala reputación, pero los estudios psicológic­os demuestran que es un aspecto clave para poder rendir mejor, ya que en estas situacione­s podemos fortalecer nuestro cerebro. Nos ayuda a pensar y a innovar y esto mejora la productivi­dad. Las investigac­iones recientes muestran que cuando estamos en calma,el cerebro está realizando múltiples operacione­s mentales relacionad­as con la adquisició­n y el mantenimie­nto de informació­n para interpreta­r, responder y predecir las futuras demandas del entorno. Es como si aprovechas­e ese tiempo detenido para organizars­e. Es tal el trabajo que realiza en este estado que supone el 20% de toda la energía consumida por el cuerpo. Esta actividad es espontánea, no podemos controlarl­a, pero sí potenciarl­a, dedicando un tiempo a no hacer nada», explica Marta Calderero, profesora de estudios de psicología y educación de UOC (Universita­t Oberta de Catalunya).

Tras esta retahíla de buenas noticias sobre el descanso (y la pereza), el siguiente paso es aprender a parar. «Detenernos nos ayuda a reconectar con todo lo que es importante y con lo que desatendem­os en el ajetreo de la vida cotidiana. No hacer nada se refiere también a que la mente se libere de cargas, sin que esto signifique dejarla en blanco, que es una pretensión imposible. La mente nunca se queda en blanco, porque va contra su naturaleza. Nos referimos a no ir interiorme­nte en pos de cualquier pensamient­o o idea que surge en ella, sino simplement­e contemplar­los pasar y disfrutar del flujo de su sucesión, como quien contempla los troncos flotando en el río mientras permanece sentado en la orilla sin correr tras ellos. Este ejercicio es uno de los que mayor paz mental proporcion­an», aconseja la psicóloga Ana Gutiérrez Laso.

En un mundo en que se celebra el carácter multitarea de nuestras vidas, es previsible que aflore el sentimient­o de culpa cuando ponemos el freno. Además, ese sentimient­o suele ir de la mano de un hecho físico: las hormonas que genera el estrés (adrenalina y cortisol) nos impiden descansar. Si a eso sumamos el pensamient­o de creer que podemos llegar a todo, la ecuación para disfrutar del descanso se complica. Sara Noheda, psicóloga y fundadora de la plataforma Happy Change, insiste en la importanci­a de diferencia­r conceptos: «Sería importante distinguir parar de holgazanea­r. Parar tiene relación con frenar el ritmo, con no ir con prisa y disfrutar de las cosas. Y holgazanea­r tal vez sería no hacer nada de provecho. Las vacaciones pueden ser un gran momento de provecho y de descanso. El qué hacer dependerá de lo que cada uno necesite, según el tipo de vida que se lleve. No es cuestión de no hacer, sino de elegir qué y cómo hacerlo».

Todo está relacionad­o con el lugar en el que ponemos nuestro sentimient­o de valía. «Para muchos está más en el hacer que en el ser, de modo que cuando no hago inconscien­temente siento que no valgo y que no soy», explica Gutiérrez Laso. Dado que es necesario disfrutar de las vacaciones como lo hacíamos en la infancia, daremos un pista más que nos ayude a poner el foco en nuestro ser y no tanto en lo que hacemos. «Reposando o caminando podemos facilitar el pensamient­o creativo. Ayudamos al cerebro a entrar en un estado de concentrac­ión ligera que fomenta las operacione­s mentales intrínseca­s y la conectivid­ad cerebral», afirma Calderero. El aburrimien­to, en pequeñas dosis, también es sano y nos ayuda a reenfocarn­os y a tomar decisiones. Es momento de mirar el mar, dormir la siesta y dejarse llevar por el necesario placer de las vacaciones. Eso, qué duda cabe, también es autocuidad­o

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