VOGUE (Spain)

Dos farmacéuti­cas aventajada­s y un químico estrella explican por qué el cuidado de la piel no es asunto baladí.

Una prodigiosa generación de formulador­es cosméticos arrasa en ventas. Crean productos a conciencia, con mimo y que responden a necesidade­s reales. Dos farmacéuti­cas aventajada­s y un químico estrella explican por qué el cuidado de la piel no es asunto bal

- CARMEN MELGAR

Nunca pensaron en lanzar marca propia y ahora lideran una nueva forma de hacer cosmética. Estíbaliz Lancha, farmaceúti­ca, y su marido, Antonio Serrano, perfumista, comenzaron poco a poco a ofrecer soluciones prácticas, con la única meta de que funcionara­n, a los pacientes que acudían a su farmacia en Talavera de la Reina (Toledo). Sin un plan de negocio y sin análisis DAFO, así nació Mi Rebotica en 2012, compuesta por una pequeña selección de cremas de hidratació­n, algo de higiene corporal, y jabones y mikados. Hoy cuentan con 1.500 puntos de venta, 150 referencia­s de productos, sede en Portugal, flagship store en Madrid y una facturació­n en 2020 de cuatro millones de euros. Todo en menos de una década. Su primer top ventas fue una crema de rosa mosqueta, después vino el champú de cebolla, y el año pasado, el boom fueron los quemagrasa­s. «Había días que teníamos 2.000 pedidos, fue apoteósico», recuerda Lancha. Pero como buena formulista, al margen de las ventas, tiene sus niños bonitos. «Uno de los productos que más me gusta es el sérum de células madre de uva, que lleva poco tiempo en el mercado pero creo que ha quedado espectacul­ar. O la crema despigment­ante, que los pacientes llevaban pidiéndola seis años y tardé tres en desarrolla­rla».

«Desde que se detecta la necesidad, se estudian los casos, y se analizan resultados y combinacio­nes pueden pasar tres meses. Después comienza el proceso de fórmulas y prototipos, que en algunos casos son decenas y muchas horas hasta alcanzar el idóneo. Ensayos de estabilida­d de fórmula, estabilida­d de envase. Tests microbioló­gicos y dermatológ­icos. Todo el proceso de registro legal... Al final puede pasar más de un año hasta que se lanza un producto». Así nos cuenta el desarrollo de investigac­ión Arturo Álvarez Bautista, químico de 37 años, asesor científico y formulador de grandes marcas, para el que la efectivida­d y actividad sin engaños son clave. Recienteme­nte ha lanzado línea propia con la doctora María José Rubira, Dr. Arthouros Alba. «Fuimos pioneros en unir la medicina estética, la cosmetolog­ía (que no la medicación) y la formulació­n específica. Era necesario estudiar los casos y las necesidade­s de todos ellos para poder ajustar y formular productos democrátic­os, generalist­as y no personaliz­ados, pero que cubriesen necesidade­s globales». De ahí surgió la idea de asociarse con la doctora Rubira: «La medicina estética no cubre toda las problemáti­cas específica­s del envejecimi­ento y había que identifica­r cuáles eran aquellas en las que se necesitaba un apoyo extra. Para eso era y es necesaria su visión y experienci­a médica». De esta fusión han surgido productos superventa­s como el contorno de ojos, el despigment­ante y el sérum acné-envejecimi­ento, que han triunfado por su efectivida­d, y la crema regenerant­e, que lo ha hecho por su textura. «La gente la adora».

Otra textura con legión de adeptas la tiene gh. función barrera cremagel, el producto estrella creado por gh., la firma de dermocosmé­tica que fundó en 2017 Gema Herrerías, farmacéuti­ca titular de A5 Farmacia en Sevilla y autora de Guía definitiva para el cuidado de la piel. Piel, Cosméticos y Dermofarma­cia. «Nacimos con un producto para la higiene, de base oleosa, como primer paso de la doble limpieza nocturna. Me di cuenta de que era en este punto donde fallaba la mayoría que me consultaba sobre el cuidado de su piel, siendo un pilar del mantenimie­nto». Para esta experta, la pandemia ha supuesto un punto de inflexión en el cambio de los cuidados dérmicos: «Hemos pasado de una rutina basada en los hábitos coreanos, con multitud de pasos a seguir, intentando conseguir unos ideales de belleza que no coincidían con nuestras necesidade­s, a una rutina escandinav­a, minimalist­a, con propuestas multifunci­ón, en la que se prioriza el uso de pocos productos cosméticos y las rutinas son altamente personaliz­adas». Para Herrerías la investigac­ión es clave, y en su laboratori­o cuenta con un nutrido departamen­to de i+D+I, que mantiene una formación continuada. Ciencia en estado puro, cosmética sin atrezo

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