TENDENCIA Tomo Koizumi y John Galliano intercambian sus roles y reinterpretan cada uno el trabajo del otro para dar pie a una nueva y deslumbrante prenda. Toda una lección magistral de ‘upcycling’.
Los diseñadores TOMO KOIZUMI y JOHN GALLIANO, director creativo de MARGIELA ARTISANAL, intercambian posiciones. A partir de dos ‘looks’ emblemáticos de sus carreras, cada uno de los creadores reinterpreta el trabajo del otro para dar pie a una nueva y deslumbrante prenda.
Cuando Rihanna ascendió en 2018 por la alfombra roja de la gala del Met, con motivo de la exposición Heavenly Bodies, imbuida toda ella de parafernalia católica gracias al centelleante conjunto de minivestido y manto con faldón, con incrustaciones de perlas y cristales, de John Galliano para Maison Margiela Artisanal –rematado con mitra papal, obra de Stephen Jones–, demostró a todo el mundo, tal y como señaló Vogue USA entonces, «por qué continúa inspirando a los fieles adeptos a la moda». El diseñador Tomo Koizumi –admirador de Galliano desde que con 14 años se topara por primera vez con su trabajo en Dior– recuerda la placentera sorpresa que se llevó al ver aparecer así a Rihanna. «Era un look muy sofisticado que traicionaba mis expectativas, pero en el buen sentido», recuerda con la misma mezcla de placer y estupefacción que sintió cuando Galliano le cedió la toile del look para un ejercicio de reutilización, auspiciado por Vogue, con el ánimo de impulsar a ambos diseñadores a comunicarse entre ellos simplemente a través de su trabajo.
El primer impulso de Koizumi nada más ver el rígido calicó de la prenda fue «pintar la toile como si fuera un lienzo usando una técnica de fruncidos pintados que había desarrollado para mi próxima colección. Intenté crear un conjunto que se armonizase al juntar las tres piezas, pero trabajar también cada una por separado», cuenta. Abrió las mangas para dejar al aire los brazos, le imprimió más volumen al vestido por medio de volantes entre capa y capa –«Inspirándome en el diseño rococó del siglo XVIII»– y, como guiño a lo que él denomina el ‘diseño reconstructivo’ de Maison Margiela, readaptó los aros del cancán de un traje de novia.
Esa misma intención transformadora –se ven las reminiscencias de los experimentos que, en su adolescencia, emprendió Koizumi ‘a lo Galliano’, con prendas vintage que reconvertía en ropa para salir de fiesta– lo llevó al cuerpo con lazos de stock en tonos neón y salpicó la mitra de bolas mullidas de red rizada para darle un giro profano y disparatado, «con un diseño de flor, para darle un aire más pop». Después de
tres semanas de transformación, que involucraron a 50 colaboradores y al atelier de moda nupcial Treat Maison, el conjunto de Rihanna se empapó del espíritu kawaii de Koizumi. «Me encantan los vestidos grandes, con mucho colorido», explica el japonés sobre el exuberante resultado. «Quería, además, darle un aire artesanal. La mejor reacción es crear asombro. Lo que quiero es despertar emociones positivas, para que la gente se divierta», prosigue.
Llegado el momento de desvelar en primicia el vestido nupcial de Koizumi en el atelier parisino de Maison Margiela, John Galliano lo recuerda como «un día absolutamente mágico: «La luz de Dios resplandecía y de pronto nos presentaron este precioso vestido de novia, a mí y a Gypsy y a Coco –sus dos Grifones de Bruselas–. Gypsy es muy clásica», explica el gibraltareño. «Es más de alta costura, y le encanta el trabajo de Tomo por todo ese volumen y esos volantes suyos. Estaba alucinada, y fue en ese mismo instante cuando sentí una enorme responsabilidad».
El veterano creador sopesó lo que significa ‘suprarreciclar’, algo que además había originado «uno de los mejores días de tu vida. Desarmar las cosas», dijo, sin olvidar que los medios limitados con los que contaba en sus tiempos de estudiante, cuando reutilizaba prendas que encontraba en los mercadillos de segunda mano, fueron «el mejor profesor que se puede tener. Es una alegría poder regresar mentalmente a aquella época y llevarla incluso más allá. Cuando me uní a Margiela, me costó unas cuantas temporadas dejar de ser tan pulcro y adoptar esos aires de libertad».
Empezó por deshacer meticulosamente cada rizo de red de la creación de Koizumi –proceso que conllevó cinco días y las manos de dos personas–. Seguidamente, enrolló el hilo por colores en forma de ovillos de lana y usó este nuevo medio para tejer un jersey oversize con el afán de que «estos recuerdos generacionales se pudieran llevar puestos. Me imaginé algo así como una pareja a la luz de la luna –desentraña Galliano–, contándose anécdotas de los momentos bonitos que habían pasado juntos, y cómo esos recuerdos apaciguaban sus atribuladas almas, algo que también se consigue tejiendo, que es casi como meditar». El dúo que Galliano tenía en mente resultó ser el formado por Valentine Charasse y Thomas Riguelle, modelos y musas de la casa. Cada prenda que diseña se prueba en ambos y solo si funciona en uno y otra «entiendo que la pieza es guay y hay que incluirla en la colección. Y se propone y se vende así, sin ninguna marca de género», explica el creador.
El estudio de Margiela tuvo que realizar varias muestras en punto para garantizar que la tensión y el cuerpo fueran perfectos, que la prenda «tuviera emoción, que no pareciera recién estrenada y tuviese un poco de alma», dice Galliano. «Es muy despreocupada, pero a la vez bastante chic, creo yo». Así describe el jersey, que tardó en tejerse once días (o 90 horas). Galliano también le echó el ojo al forro. «No podía quedarme sin utilizarlo en algo», cuenta. «Así que lo convertí en un pequeño bonete con una especie de sol encima. Me encantó cómo quedaba con las botas de goma amarillas y el bolso, listo para un paseo agradable por el parque». La prenda lleva ahora la etiqueta Recycled, de Maison Margiela: «Descripción del modelo, look número cuatro, Tomo Koizumi. Procedencia, Japón. Primavera 2021»