El mensaje de cambio de la creadora ‘queer’ Mickalene Thomas.
Activista de la liberación de la belleza afro, la creadora visual ‘queer’ estadounidense MICKALENE THOMAS ha puesto su arte al servicio (y, sobre todo, reparación) de la memoria estética de las mujeres de color. Este otoño, una ambiciosa exposición múltiple en cuatro grandes capitales del globo (Nueva York, Londres, París y Hong Kong) amplificará como nunca su mensaje de cambio.
Dice Mickalene Thomas que para conocerse de verdad uno tiene que reconocerse primero en otros. «Nadie llega adonde está por sí mismo. Hay que haber visto y digerido muchas cosas antes para ser auténtico», concede la artista plástica estadounidense que mejor ha expresado el significado de la feminidad afro en la última década. La reivindicación/ celebración de la identidad de la mujer negra, libre de la mirada fetichista masculina que la ha contado históricamente, en especial a través de la cultura popular, bien podría considerarse su particular cruzada. «Aunque no se trata de retratar a estas mujeres como yo las veo, sino como a ellas les gustaría verse», puntualiza. Y rememora cierta anécdota esclarecedora: «Una vez, cuando expuse en Nueva Orleáns, una señora se me acercó llorando. Solo pudo decirme: ‘Gracias, gracias por esto’. Sus lágrimas eran de felicidad por encontrarse reflejada en mi obra. Ese es el poder del arte, ese es el poder de la representación. Y es extraordinariamente transformador».
Desde aquel encargo del MoMA neoyorquino para el escaparate de su galería en la calle 53, en 2010, del que resultó el colosal Le déjeuner sur l’herbe: Les Trois Femmes Noires, revisión afrofeminista del clásico impresionista de Manet Desayuno sobre la hierba, Thomas se ha convertido en una de esas supernovas que se rifan galerías y museos (pocas tan prolíficas como ella en materia expositiva) y coronan colecciones privadas (20.000 euros de precio de salida en las subastas). Lo tiene todo: la técnica disruptiva, a caballo entre la pintura y el collage fotográfico que complementa con vídeo; el discurso político, articulado mediante una narrativa eminentemente personal (sus modelos o «musas», como las llama, suelen ser familia, amigas, amantes) que cuestiona los constructos de género, raza y clase social; el estilo conceptualmente pop, capaz de poner la obra en contexto al primer vistazo incluso cuando ataca la abstracción.
Formada entre el Pratt Institute y Yale, la suya es en realidad una práctica artística que reclama tanto su propia visibilidad como la de las mujeres de color, cuyos cuerpos sitúa en el centro de la conversación como símbolos de una feminidad poderosa, inspiradora, pero también vulnerable, confrontando estereotipos y clichés. «El mundo del arte debe estar al frente del cambio social», sentencia.
Hay mucho de revulsivo autobiográfico en el empeño de la artista por explorar la belleza afro, ya sea en términos de autoridad o erotismo (fuente de poder, en cualquier caso). Nacida en Camden, Nueva Jersey, en 1971, su madre trabajó de modelo en un momento política y culturalmente crucial en su país. «Todo lo que ocurría, de los Black Panthers al movimiento Black Is Beautiful, tenía que ver con la lucha por la identidad y el reconocimiento de las
minorías. El activismo se expresaba en la calle, pero también vía entretenimiento, de manera cada vez más radical. Por eso los setenta son tan importantes para mí», explica a propósito de un corpus que abunda en las estéticas de aquellos días. Sucede de nuevo en su último proyecto, Beyond The Pleasure Principle, título que refiere lo mismo a Freud que a Janet Jackson y en el que recupera la iconografía pin-up de la revista Jet, cabecera clave en el desarrollo mediático del imaginario afro. Con su habitual tratamiento de corta y pega acrílico-fotográfico y pedrería incrustada, estas pinturas a gran escala dotan de contexto autónomo a las figuras sexualizadas de aquellas chicas de calendario, que recuperan así el control de sus cuerpos/ identidades. Y suponen, además, el primer capítulo de un montaje internacional sin precedentes que comenzaba el nueve de septiembre en Nueva York, al amparo de la galería Lévy Gorvy.
Dividida en cuatro entregas, Beyond The Pleasure Principle está concebida como una exposición múltiple que irá desvelando los avances en la investigación socioetnográfica de Thomas este otoño. Tras la muestra neoyorquina, los siguientes capítulos tendrán lugar en los otros espacios que comandan Dominique Lévy y Brett Gorvy por el mundo: el de Londres, a partir del 30 de septiembre, continuará la revisión del material histórico de Jet; el del parisino Le Marais mostrará las obras que conforman Tête de Femme (2014) junto a la pieza de vídeo experimental realizada en colaboración con Racquel Chevremont (pareja y artífice de su fenomenal posicionamiento), desde el 7 de octubre; y el de Hong Kong dará cobijo a Resist, quizá la serie más explícitamente política, centrada en el activismo afro, a inaugurar el 14 de octubre. La guinda la pondrá una monografía, la primera que se le dedica y que publicará Phaidon en noviembre. «Mickalene es capaz de enfrentarse al pasado, replantearse las convenciones y proponer una visión de futuro distinta. Nos honra compartir su trabajo en un momento en el que su poderosa relevancia puede servir de llamamiento para lograr un cambio positivo», concede Lévy.
«A mí lo que me gustaría es que la conversación estuviera salpimentada de diversidad, que incluyera a todo tipo de personas, gente de color y de géneros diferentes, así debería ser», arguye la interesada. Ella y Chevremont han puesto en marcha The Josie Cub, plataforma social que quiere establecer una red para artistas queer y de color femeninas con el fin de alcanzar el mercado y obtener financiación. «Las creadoras en situación de vulnerabilidad son casi siempre las que asumen más riesgos y responsabilidades, generando nuevos discursos y diálogos. La comunidad que necesita el arte está más que nunca ahí», concede