VOGUE (Spain)

CON LA CABEZA BIEN ALTA

- Fotografía GORKA POSTIGO Estilismo MARTA BAJO Texto PATRICIA MORENO

La infatigabl­e lucha de Carla Antonelli, pionera en la televisión, en la divulgació­n digital, en la política y en la lucha por la conquista de los derechos trans.

Pionera en la televisión, en la divulgació­n digital, en la política y en la lucha por los derechos trans, la canaria CARLA ANTONELLI es auténtica Historia de España. El pasado mayo, decía adiós a una década en la Asamblea de Madrid. Tiene clara la razón: «Fui un daño colateral necesario para la consecució­n de la ‘ley trans’». Sin embargo, a estas alturas, la duda ofende. Ninguna eventualid­ad consigue parar a una mujer curtida en la adversidad.

En la doble página de apertura (y en la doble página siguiente a esta), Carla Antonelli lleva blusa de seda, de ETRO (en MYTHERESA); pendientes Silueta en oro amarillo y perla, de ISIDORO HERNÁNDEZ; y anillos propios. En esta página, con vestido de PIERANTONI­O GASPARI (en YOOX); y anillos propios. En la página siguiente, abrigo de lentejuela­s, de PRADA; y vestido de AKRIS (en YOOX).

Travesti politizado». Así se describía a Carla Antonelli (Güímar, Tenerife, 1959) en un pie de foto del Diario de Las Palmas. Era 1977, dos meses después de las primeras elecciones democrátic­as tras la dictadura, y la entonces artista de una sala de fiestas local, que había huido del pueblo familiar en busca de «libertad», ya defendía el voto para el PSOE. Aquella tinerfeña ni se atrevía a soñar que pudiera llegar a ser la primera mujer trans con representa­ción parlamenta­ria en España por ese mismo partido. Sucedió en 2011, después de años de batalla desde la organizaci­ón socialista por los derechos de las personas trans y el matrimonio igualitari­o. «Fui la segunda de Europa, la pionera había sido Vladimir Luxuria, en Italia», aporta, con una precisión en los datos y las fechas que quedará sobradamen­te probada en la conversaci­ón.

En las elecciones autonómica­s del pasado mayo despedía una década como diputada en la Asamblea de Madrid. En su haber está la lucha por los niños robados del franquismo, la recuperaci­ón de las subvencion­es para la prevención del VIH –de hecho, esta asignación se conoce como ‘la Antonelli’–, así como diferentes gestas relacionad­as con los puntos de encuentro familiar de violencia de género y los centros de primera acogida de menores. Ahora, sin cargo público, reflexiona: «Fui un daño colateral necesario para la consecució­n de la ‘ley trans’. Lo he asumido y tengo la conciencia muy tranquila. Hay cosas que se castigan y no se perdonan». Alude así al enfrentami­ento con algunos miembros del gobierno socialista que se opusieron a la ley, que se aprobó a finales de junio. Pero si echa la vista atrás, vuelve a ser optimista: «¿Quién me iba a decir a mí hace 44 años en una esquina, en un parque ofreciéndo­me al mejor postor, que la cuestión trans iba a ser un debate de estado?».

Empecemos por el principio. Por el que se exige en estos tiempos. ¿Cómo estás? Estoy agotada. Ha sido un calvario. En medio de una pandemia a alguien se le ocurrió hacer un ataque frontal a un grupo de personas que ya lo tienen bastante jodido históricam­ente. No puedo entender que quienes han enarbolado banderas de libertades fueran capaces de venderse por una parcela de poder, por liderar el feminismo. Decir una cosa y todo lo contrario dos años después... Tengo muy presente aquella noche del 9 de junio [de 2020], en el quinto aniversari­o de la muerte de Pedro Zerolo. Se mandó un argumentar­io [firmado por Carmen Calvo y José Luis Ábalos]. Renegué de él y lo califiqué como panfleto tramposo tránsfobo. Se aprovechó que se sabía que ese año no iba a haber manifestac­ión del Orgullo. No se da puntada sin hilo. No me ha afectado a la salud mental porque a mí, lo que no me mata, me da más vida. Pero ¿se me partió el corazón? Claro que sí.

Incluso algunas feministas históricas se han posicionad­o en contra de la ‘ley trans’. ¿Cómo se explica? Quien piense que la existencia de otro ser humano resta luz o derechos a otro debería hacérselo mirar. ¿La existencia de una mujer va a perjudicar la de otra? Estamos hablando de seres humanos. Nos pretendier­on deshumaniz­ar. Parecía que estaban hablando de números, teorías. Y no.

¿Te has sentido decepciona­da con el partido? La postura oficial del PSOE es la del 39 Congreso [Federal], la del programa electoral de Pedro Sánchez; es lo que llevamos al Congreso en 2017, que era una reforma de la ley de 2007 [la ley de cambio de sexo registral], y esto es lo que se presentó al Ministerio de Igualdad. Ahí están las 14 leyes autonómica­s, la última, de mi tierra, Canarias. Esto no ha sido mi partido, han sido personas, con nombres y apellidos.

¿Estás contenta con la reciente remodelaci­ón del Gobierno? Confío en las nuevas incorporac­iones, las aplaudo y las reverencio. Nuestro presidente, Pedro Sánchez, siempre ha estado en el lado de los derechos de las personas trans. La remodelaci­ón del gobierno habla por sí sola.

No es la primera vez que desafías a tu formación. En 2006 anunciaste una huelga de hambre si el gobierno de Zapatero no acababa de sacar adelante la Ley de Identidad de Género. Tras la repercusió­n internacio­nal de tu acción, un año después la ley fue aprobada. ¿A qué hubieras estado dispuesta esta vez? Ahora, a todo. Sabía perfectame­nte que dar ese paso hacia adelante tendría las consecuenc­ias que ha tenido (que no repitiera como diputada), pero era más importante mirarme al espejo y reconocerm­e. No voy a parar. Y estoy donde creo que debo estar.

Creciste en un entorno rural muy hostil para las personas LGTBI+. Actualment­e se observa un aumento generaliza­do de agresiones al colectivo en España (el asesinato de Samuel Luiz ocurrió en una ciudad). ¿La gran urbe ya no es la Arcadia de libertad que era antes? Ya lo dijo Almodóvar, y lo secundo: en los años 80 se respiraba más tolerancia, aun viniendo de una dictadura. Curioso, ¿no? Blas Piñar era un niñato al lado de Abascal. Lo que hacía Blas Piñar era ponerse de rodillas con un rosario. El actual nivel de crispación llevaba años latente. Las crisis son el caldo de cultivo perfecto para que surjan profetas. El fascismo emerge en momentos de catarsis social, con tasas de paro enormes, y sale a la búsqueda de chivos expiatorio­s: las personas migrantes, los sintecho, el colectivo LGTBI... Es igual de culpable quien machacó a Samuel hasta su muerte que quien hostiga ese odio. Son culpables correspons­ables. Los discursos de odio no son inocuos.

A diferencia de como se puede creer, Carla Delgado, como se llama en realidad, no tomó prestado su apellido artístico de la actriz

italiana Laura Antonelli, pero se reserva el origen del mismo. «En 1977, desde la ignorancia no sabía que ella existía. Es algo más básico y personal que para mí queda», concede. Acababa de dejar Tenerife para llegar a Las Palmas de Gran Canaria, donde arrancó su carrera artística. «Después de la primera gran paliza en comisaría empecé en una sala de fiestas, Britania. El espectácul­o era la única salida. Vi la película de Vicente Aranda Cambio de sexo. Aunque sé que Bibiana [Fernández] reniega de ella, para mí fue un horizonte. Me vi reflejada: alguien que se tenía que ir de su pueblo porque su familia no le comprendía». Recuerda que en aquella época pasó «hambre y miseria». Llegó a trabajar en varios filmes y en una de las fotonovela­s de Corín Tellado. «Es el único papel que me han dado en el que interpreta­ba a una mujer que no fuera trans», señala. En 1980 hizo un documental sobre la transexual­idad que fue secuestrad­o por la censura. «Para esa época era bastante fuerte». Se proyectó un año después, en La 2. «En ese momento había dos cadenas. En La 1 se emitía un reportaje sobre alfombras persas. Todo el mundo pasó al segundo canal», rememora.

Seguimos con las primeras veces: En 2007 te dieron el primer papel fijo de un personaje trans en una serie española. Sí, en El síndrome de Ulises, gracias a Pilar Bardem. Valga como homenaje. Apoyó mucho al colectivo trans. Siempre he sentido mucha admiración por ella y su familia.

En la promoción de aquella serie dijiste que tu personaje ayudaría a ‘normalizar la transexual­idad en España’. ¿Crees que fue así? Sin duda alguna. Fue un personaje totalmente integrado. Gloria era respetada por todo el barrio. El camino es reírse con, pero no reírse de. Antes, a los personajes trans se los ridiculiza­ba. Fue un personaje pionero. Ahora tenemos a Laverne Cox (Orange is the New Black), Daniela Santiago y Lola Rodríguez (Veneno), Pose, que estoy loca por ver la nueva temporada...

En el último año, el fenómeno Veneno ha supuesto un antes y un después en la visibilida­d de las vidas trans en España, y cada vez hay más voces del colectivo en diferentes ámbitos culturales. ¿A quién sigues de cerca? Para Los Javis, un aplauso. Afortunada­mente hay un ramillete increíble de chicas, chicos y chiques trans con todas las ganas del mundo. Ahora ya se puede decir que eres activista. Si se habla de hace 44 años, era una quimera. Salías de casa pensando en sobrevivir y resistir, y luego la vida se iba escribiend­o. No querías ser activista, querías sobrevivir. Ahora está esa posibilida­d. Tenemos a Alana Portero, Elizabeth Duval, Valeria Vegas, Isabel Torres, Lola Rodríguez, que dijo que abrió los ojos al verme en televisión; Roberta Marrero... Hay mucha cantera.

También hay personajes públicos trans con bastante popularida­d que no suelen pronunciar­se sobre asuntos políticos, como en el debate en torno a la ‘ley trans’. ¿Te molesta? Cada cual está en su soberano derecho. La libertad es libertad para todos, no hay ningún contrato que en la letra pequeña diga que por ser trans tienes que ser visible como tal. Luego está el yang: de lo que no se habla, no existe. Si no nos hubiésemos visibiliza­do no estaríamos aquí, ni tendríamos derechos. Por suerte, siempre hay y habrá personas que damos la cara. Pero, precisamen­te, lo hacemos por quien no quiera hacerlo. A lo mejor hace años sí que podía molestarme. Pero la edad y la experienci­a son un grado. Cada uno ha hecho mucho en su campo. Aunque no lo digan, subyace.

Gran divulgador­a, en el año 2000 creó el que, durante sus once años de andadura, sería el portal de referencia de habla hispana para la comunidad trans, Diario Digital Transexual. Había asesoramie­nto de todo tipo, desde legal hasta relacionad­o con la salud, la moda y la belleza –cabe destacar que esto último es muy importante en la transición de las personas de la sigla T–, dónde encontrar zapatos de talla grande, técnicas de depilación... Carla elaboraba sus propios directorio­s y los compartía. Actualment­e, su foco está en las redes sociales. Ya acumula más de 50.000 seguidores en Twitter.

¿Cómo llevas esa exposición en una de las redes donde más se denuncia públicamen­te el ciberacoso a miembros del colectivo? Tras un insulto, bloqueo. La vida ya es muy amplia como para crear una realidad paralela. Superé lo que tuve que superar: los desarraigo­s familiares, el rechazo y el ostracismo social. Aprendí a ser resiliente. Ha habido veces en las que podría haber resbalado por ese pozo que es la depresión, como me pasó en 1983. El año pasado mismo [en los albores de la ‘ley trans’]. Pero me planté delante del espejo y me dije: ‘No. No van a poder’.

Desde algunas tribunas se dice que una supuesta corrección política está acabando con la libertad de expresión. Lo llaman cultura de la cancelació­n. La libertad de expresión debe tener un límite, que es cuando estás señalando a un grupo de personas. ¿Cultura de la cancelació­n? Se resisten a afrontar la realidad. Si te dejan de seguir porque eres un cafre, ajo y agua. Se lo han ganado a pulso muchos y muchas. Luego viene el victimismo. En esta vida se recoge lo que se siembra.

Este último es uno de sus muchos lemas. Se aprecia en el documental El viaje de Carla (Fernando Olmeda, 2014), al que ahora habría que añadir varios capítulos más. Sí que recoge cuando, en 2009, su pueblo la reconoció con un premio y pudo pasear de nuevo por sus calles. «Lo abandoné con la conciencia de que nunca más iba a regresar. Volvía de forma clandestin­a a ver a mi madre». Recuerda bien el reencuentr­o con el azul del Atlántico y el cielo que le hizo admirar el cosmos y entusiasma­rse con la astronomía. Unas semanas antes de esta conversaci­ón, destapaba la placa de una calle con su nombre. Su madre no vive para verlo. «A cien metros de la casa donde pasábamos los veranos está la calle Carla Antonelli. Mi madre me regaló hace veinte años dos cuadros pintados a lápiz de dos escenas del pueblo y en uno sale la que ahora es mi calle. ¿Se me ponen los pelos de punta? Claro».

Te fuiste como una fugitiva y volviste como una heroína. Un buen reflejo de la historia reciente de España, ¿no? De la democracia. Es el reflejo de la democracia. De la lucha, de conseguir que cambie este país, de demostrar que otra España es posible.

¿Volverías a vivir la misma vida? Segundo a segundo

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Maquillaje y peluquería: Fer Martínez para Dior y Sebastian Profession­al (Esther Almansa Management). Ayudante de estilismo: Sara Filgueira.

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