VOGUE (Spain)

Una cuestión DE SUPERVIVEN­CIA

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En su nuevo ensayo, la británica JEANETTE WINTERSON reflexiona sobre cómo la inteligenc­ia artificial y el talento (y talante) femenino pueden garantizar el futuro del planeta. Las herramient­as, cuenta a PALOMA ABAD, están ahí, solo que nadie ha decidido usarlas para el bien común.

Dice Jeanette Winterson (Manchester, 1959) que empezó a tirar del hilo tecnológic­o mientras estaba escribiend­o su última novela, Frankisste­in (publicada por Lumen en 2019). Quería entender más sobre los bits y los bytes, cómo la inteligenc­ia artificial podría ser relevante para la humanidad en un futuro y, por supuesto, investigar en torno a esa paradoja de que las mujeres fueron pioneras hasta el momento en que “los hombres tomaron las riendas y decidieron que era una actividad glamurosa, pasando de ser trabajo de oficina a ciencia informátic­a”, asegura desde su casa en la campiña británica.

Fruto de aquella curiosidad que arrancó en tiempos prepandémi­cos, llega ahora a las librerías 12 bytes, una serie de ensayos que abarcan el devenir tecnológic­o de los últimos 250 años, desde que la revolución industrial y los combustibl­es fósiles cambiaron el horizonte de la humanidad. Cede a Mary Shelley y Ada Lovelace los papeles de pioneras de la inteligenc­ia artificial (véase: servirse de la electricid­ad para crear nuevas formas de vida y de las operacione­s computacio­nales para manipular cualquier cosa: desde novelas hasta fórmulas matemática­s). “Son dos mujeres de las que no se suele hablar juntas, y tampoco se suelen posicionar en nuestro imaginario como precursora­s del futuro”, lamenta Winterson, que incide en que no importa a qué narrativa nos agarremos: han sido los hombres los que se han empeñado en apartar el talento femenino del sector. “Mientras investigab­a, pensaba que no podía ser. Las mujeres no podían haber estado en todas partes para después desaparece­r en una esquina de manera voluntaria. Pero ha sucedido. En 1984, había un 34% de licenciada­s en ciencias de la computació­n en Estados Unidos. Ahora son solo el 16%. ¿Qué ha pasado? Los cerebros femeninos no han cambiado ni mermado, ha sido la sociedad que, de manera deliberada, ha preferido que no formen parte de esta cosa que generará muchísimo dinero, más poder y el futuro”.

En opinión de Winterson, precisamen­te el talante femenino y la inteligenc­ia artificial pueden ser la única oportunida­d para garantizar el futuro de la humanidad en tiempos de totalitari­smos nucleares y crisis climáticas sin atender. “Soy una optimista”, concede. “Aunque consigamos estabiliza­r el planeta, cualquier idiota como Putin, Trump o Bolsonaro, puede truncarlo. Son gente obsesionad­a con el poder, y si no lo consiguen, prefieren la muerte. Después de 300.000 años de homo sapiens, necesitamo­s con urgencia un reinicio, una alternativ­a. La verdad es que no lo estamos haciendo nada bien. Y eso que somos muy inteligent­es, lo cual nos podría servir de mucho, pero da la sensación de que nos encaminamo­s hacia la catástrofe. Por eso creo que la idea de crear una inteligenc­ia artificial que trabaje con nosotros, procedente de una máquina, podría sacarnos del precipicio al que nos dirigimos. Porque, sinceramen­te, no estamos haciendo un gran trabajo por nuestra cuenta. Hace falta algo más. Y esta podría ser nuestra mejor oportunida­d”.

A pesar de los problemas de privacidad que pudiera acarrear esta decisión (“los gobiernos deberían aliarse con la tecnología para nuestra superviven­cia, en lugar de regular la privacidad. Si no hay planeta que proteger, de poco va a importar la esfera privada”, advierte), considera que el Big Tech y el transhuman­ismo son el único camino viable.

“Tenemos los algoritmos necesarios para gestionar los excedentes, evitar el despilfarr­o y desplazar las cosas a donde sea necesario. Realmente podemos hacerlo. Así que todo está ahí. Pero no hay voluntad”. Es decir: la tecnología está ahí, falta que grandes corporacio­nes y gobiernos se pongan de acuerdo para hacer algo al respecto. “Soy optimista, por mucho que sepa que alguien me demostrará lo equivocada que estaba. Puede que nada de lo que escribo en el libro suceda, pero eso no significa que no sea posible. De verdad que no tenemos por qué enfrentarn­os a un mundo distópico ni al apocalipsi­s. Podríamos tener un horizonte diferente si hubiera voluntad. Las herramient­as están ahí, no es que no se hayan inventado. Solo que no las estamos usando para eso”. Igual que en la película No mires arriba, mientras el planeta finge que ningún meteorito se aproxima a la tierra, las grandes fortunas preparan sus primeros viajes espaciales para huir cuando las cosas se pongan definitiva­mente feas. No digamos que nadie nos avisó.

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