El tesoro de la cima nos aguarda para inspirarnos
El origen de la leyenda que conllevó la construcción del Santuario de Arantzazu, una joya del arte contemporáneo, es una misteriosa aparición con tintes de leyenda. Se dice que al pastor Rodrigo de Balzategi se le apareció la Virgen sobre un espino blanco. Este, asombrado, le preguntó: Arantzan zu? –traducción del euskera: ¿Tú en un espino?– Entonces, la Virgen le pidió que construyera una ermita bajo el nombre de Arantzazu. Le auguró que, con el tiempo, aquel extraordinario paraje sería famoso. Desde aquel momento y durante siglos, el santuario ha sido un destino de peregrinaje para miles de personas. Además, se ha convertido en un referente internacional del arte y la cultura del País Vasco. Las manos de tres grandes artistas guipuzcoanos universales como Jorge Oteiza, Eduardo Chillida y Néstor Basterretxea han elevado aún más la grandiosidad arquitectónica y decorativa de este santuario. Una obra digna de admirarse, enmarcada en un imponente valle que desafía a la imaginación. El Santuario de Arantzazu, tal y como lo conocemos hoy en día, es el resultado de nada menos que tres reconstrucciones tras los tres incendios que ha sufrido a lo largo de su existencia, el último en 1834. Su más reciente reconstrucción contó con las intervenciones de los anteriormente mencionados Oteiza, Chillida y Basterretxea. Así, el primero, a pesar de los impedimentos y desafíos a los que se enfrentó en el proceso, fue el creador de los apóstoles del friso de la entrada del santuario y del frontal despejado. Desafían al paso del tiempo como trabajos de vanguardia y, probablemente, sean sus obras maestras. Chillida, por su parte, aplicó su reconocido estilo en las impresionantes puertas de la entrada, integrándolo con audacia y respeto. Basterretxea dio rienda suelta a su sensibilidad pictórica, dando como resultado una cripta colorida y expresiva.
El valor artístico que exhibe el Santuario de Arantzazu, bien resguardado en el Valle del Alto Deba y ubicado como una prolongación del barranco que lo sustenta, ha presenciado la evolución del arte a lo largo de siglos, invitando a la reflexión. No obstante, acoge cada año a miles de viajeros que buscan encontrarse con la naturaleza a través de la paz y el equilibrio que ofrece este paraje. Un espectáculo cultural del que es testigo privilegiado el parque natural de Aizkorri-Aratz, que lo rodea. Situado entre
las provincias de Álava y Gipuzkoa, destaca por las sierras calizas, los impresionantes hayedos y por la montaña Aizkorri, de 1528 metros de altitud. Es famosa por ser la más alta del País Vasco y por su ermita, ubicada en la atalaya. Las interminables campas de Urbía, donde campa el ganado a sus anchas, refuerza la impresión de encontrarnos en un paraíso. Uno muy especial de pastores y bordas, cuna de la elaboración del queso Idiazabal, referente de la gastronomía gipuzkoana. El Santuario de Arantzazu se encuentra dentro de la llamada Tierra Ignaciana, un apasionante viaje en el tiempo, concretamente hasta el siglo XVI, que se completa con la Ermita de la Antigua –en Zumárraga– y, cómo no, con el célebre Santuario de Loiola –en Azpeitia–. Este año, conmemorando la conversión de San Ignacio de Loiola al catolicismo, se ha creado una experiencia digital puntera para poder descubrir estos espacios y sus entornos en súper alta definición. Está lista para ser disfrutada en www.tierraignaciana360.com