Nº 5 100 años
Lo bueno de cumplir una edad venerable es que siempre hay mucho que contar. Aún más si, como en el caso del nº 5, sus 100 años se han alimentado de hechos contrastados y sugestivas leyendas a partes iguales, combinadas con los exquisitos cuidados que la Maison le ha dispensado a lo largo de estas décadas. Entonces podemos hablar de mito.
En 1920, Coco Chanel era ya una mujer famosa. Su tienda de moda en París se había convertido en punto de encuentro de mujeres que codiciaban su nuevo estilo –pantalones, camisetas marineras, cinturas poco marcadas y zapatos con poco tacón– hartas de vestidos que les impedían moverse con soltura y víctimas del perverso corse. Por esa época decidió poner en marcha un proyecto largamente acariciado: quería lanzar un perfume y se puso en contacto con Ernest Beaux, un perfumista y amigo que había trabajado para los zares de Rusia y vivía medio refugiado en Grasse después de la revolución. Coco le dio unas indicaciones muy precisas: le dijo que quería “un perfume de mujer que oliese a mujer”; que se olvidase de los que estaban de moda en aquel momento porque detestaba sus aromas monoflorales –lirio del valle o violeta o jazmín–, sus nombres pomposos y sus envases barrocos; que soñaba con un perfume que no fuese prisionero de su tiempo y crease otras coordenadas, modernas y contemporáneas pero conservando a la vez un poso clásico. Y Coco también le dijo que ningún ingrediente debería sobresalir sobre los demás, que buscaba una fragancia sin referencia a ningún componente concreto. Finalmente, le da a Ernest Beaux libertad creativa absoluta para elaborar “un perfume que nadie había hecho hasta el momento”.
Marilyn Monroe para Chanel, 1953
Francois Kollar para Gabrielle chanel, 1937
El perfumista empieza a trabajar en una fórmula con muchos ingredientes y un componente sintético, los aldehídos, unas moléculas que proporcionan una nota pura y fresca, como la ropa blanca que se ha secado al sol. “Lo interesante de los aldehídos es que huelen a jabón –dice Tilar Mazzeo, autora de “El Secreto de Chanel nº
5”(Editorial Indicios) – y ese olor equilibró su infancia transcurrida en un convento de monjas con la lujosa vida que llevaba en la actualidad”. Según cuenta la leyenda –la primera de las que se nutre la historia del nº5–, Beaux, que había combatido contra los bolcheviques en el Artico, se inspiró en el olor del sol sobre el hielo y de los ríos y lagos congelados. Sea como fuere, Beaux presenta a Coco Chanel varias versiones del perfume y ella elige la número
5: un bouquet de 80 ingredientes combinados con una dosis alta de aldehídos. Y la diseñadora decide llamarlo así, nº 5, sin más, porque es un nombre sencillo, fácil de recordar y muy alejado de los nombres recargados de los perfumes de la época. Sin embargo, para deleite de fabuladores, que enseguida empiezan a ver en esta elección un significado alternativo, muy pronto corren rumores de que en realidad, la elección del nº 5 tiene mucho que ver con otros símbolos muy dispares entre sí pero que se ajustan como un guante al carácter supersticioso de Gabrielle: lo relacionan con su signo del zodiaco, con los cinco dedos de la mano, con las cinco puntas de una estrella, con los cinco sentidos. Aquel embrujo inicial del número 5 se sigue alimentando incluso en la actualidad: señalan desde la maison Chanel que, hasta el momento, ha habido cinco reinterpretaciones del perfume original y ¡qué casualidad! el año de su centenario,
2021, también suma cinco.
Ajena, o no, a lo que se decía en su época, Coco Chanel, fiel a su principio “menos es más”, diseña un frasco de cristal transparente y ángulos recortados con una pequeña etiqueta blanca y un tapón tallado, un concepto limpio y sencillo que no reste protagonismo a lo principal: la fragancia. Un frasco, en cambio, tan protagonista en sí mismo que está presente en el Museo Metropolitano de Nueva York desde 1959 y fue objeto de una de las famosas series de Andy Wharhol.
Si todo lo hecho hasta el momento era absolutamente disruptor, Coco Chanel afianza su propósito con un mensaje radical: “perfúmese en todos los lugares donde le gustaría ser besada”, decía mientras vaporizaba el nº 5 en su tienda y sus numerosas clientas sucumbían a la provocación de un perfume que, como la ropa de la diseñadora, se había llevado por delante, sin escrúpulos, l'Ancien Régime.
Han pasado 100 años desde entonces y el nº 5 goza de una salud envidiable. A lo largo de su vida, siempre ha estado presente en las nuestras. Lo hemos disfrutado primero en las pieles de nuestras abuelas y madres con el secreto deseo de cumplir cuanto antes los años necesarios para llevarlo en nuestra propia piel y sentir que ya éramos mujeres y formar, ¿por qué no?, parte de su potente aura. Porque la tiene, aunque no se sabe a ciencia cierta de dónde proviene, de qué se alimenta.
La publicidad con la que las mujeres más bellas del mundo han acompañado al nº 5 durante décadas no basta para explicarlo; tampoco lo hace Marilyn Monroe cuando dijo con toda la naturalidad del mundo que para dormir solo usaba unas gotas del nº 5. Aquello le proporcionó una dimensión muy sexy y el mejor eslogan publicitario de la historia, pero nada más.
No sabemos dónde radica el secreto de su eterna juventud, de su modernidad a prueba de corrientes y tendencias, de su presencia poderosa pero prudente. Cuesta entender por qué el nº 5, al igual que la mayoría de los perfumes, no ha sido arrollado por la historia, por qué sigue entre nosotros, imperturbable, intacto, cómo ha llegado a convertirse en un clásico tan contemporáneo como “Romeo y Julieta o el Bolero de Ravel” en palabras de Thomas du Pré de Saint Maur, Jefe de la División de Belleza y Fragancias de Recursos Creativos Globales de Chanel. Lo que sí sabemos es que Chanel ha vigilado con mimo, sabiduría y mano firme su evolución con un respeto escrupuloso a sus códigos, que son dos, según el señor Du Pré de Sain Maur: “Por un lado, la máxima simplicidad del diseño; por otro, el perfume, concebido con el objetivo de que lo único que importa es cómo te sientes y qué experimentas al usar la fragancia”.
Desde Chanel añaden que “proteger la fragancia icónica de la Maison es el deber de los tres perfumistas que sucedieron a Ernest Beaux. La fórmula secreta del nº 5 pasó a Henri Robert, Jacques Polge y Olivier Polge, perfumista actual de la maison y el nuevo guardián de las esencias del nº 5, quien confirma que el plato fuerte de su trabajo consiste en supervisar el abastecimiento de las materias primas y garantizar que se conserve su alta calidad, como antes lo hicieron sus antecesores. Polge explica que organiza su agenda en torno al calendario de la cosecha de los ingredientes y que se ocupa personalmente de todo el proceso, desde la recolección hasta los métodos de extracción.
La fidelidad a sí mismo, entonces, parece el secreto de estos 100 años de éxito. La Maison celebra estos días el aniversario, y lo hace a lo grande –han tardado casi tres años en organizarlo– con un ramillete de símbolos propios de la historia del nº 5 que nos encantan. Nos encanta la elección de Marion Cottillard como encarnación, más que imagen, del nº 5: “queríamos volver a un referente subconsciente de la feminidad francesa, tan querida por la Casa. Y Marion tiene ese tipo de reserva que la hace muy poderosa”- dice el señor Du Pré de Saint Maur. Nos encanta que Marion declare su pasión por el nº 5 y diga que siempre soñó con ser el tipo de mujer que lo lleva; nos encanta la película que Johan Renck ha rodado con una Marion Cotillard pasándolo bien en la luna vestida con un maravilloso modelo inspirado en el que Coco Chanel llevaba cuando el fotógrafo Cecil Beaton la inmortalizó en 1937. Nos encanta todo, pero puestos a pedir, habría estado muy bien saber qué hay de los chicos, porque algo habrá representado también para ellos este perfume que, aunque sea de forma indirecta, ha formado parte de sus vidas. Por eso fue sorprendente, y rompedora, la campaña del nº 5 con Brad Pitt. ¿No sentimos entonces que les invitábamos a compartir una historia femenina larga y rica?
Así que hemos preguntado a Guillermo Martín Bermejo, autor de la portada de este número, si el nº 5 ha jugado un papel en su vida. Y desde luego que lo ha hecho:
“El nº 5 es, primero, un recuerdo de infancia cuando sentía su aroma en el cuarto de baño de mi abuela, pero también lo es de mi adolescencia porque el perfume iba unido a las páginas de Jean Cocteau y Colette. Siempre quise tener un nº 5 y como me daba vergüenza comprarlo me inventé la historia de que era para hacer un regalo y acabó en la estantería de mi baño. Para mi el nº 5 es una forma de entender la belleza, sin diferencia de sexos. Y tiene algo obsesivo: por eso mi personaje se lo bebe. Hay que emborracharse de nº 5 pero sin dejar de vigilar a la urraca que, también obsesionada, intenta llevarse el tapón del frasco”.
—GUILLERMO MARTÍN BERMEJO