Woman

NACER EN EL SITIO EQUIVOCADO

«Siempre digo que nací en el lugar y la familia erróneos.

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La historia de amor entre Sarah Lark y Mojácar (Almería) se puede catalogar de flechazo en toda regla. Vino a visitar a unos amigos y, al conocer el pueblo almeriense, se prendó de él y supo que aquí quería pasar el resto de su vida. Además de ese «enamoramie­nto», dos razones más prácticas, como buena alemana, le llevaron a permanecer en nuestro país: el clima y los impuestos, mucho más reducidos que los germanos. Desde hace siete años vive en su finca, rodeada de unos caballos a los que ha salvado de dueños maltratado­res, de un sacrificio seguro porque no cumplían las normas de belleza de los pura sangre, incluso de un divorcio conflictiv­o en el que ninguno de los cónyuges se quería quedar con el potro. Se levanta al amanecer para dar de comer a sus animales y, tras la comida y una pequeña siesta, se dedica a escribir toda la tarde. El éxito le llegó con su obra ‘En el país de la nube blanca’, el primero de una trilogía, donde narraba las aventuras de Gwyneira y Helen, dos británicas que en el siglo XIX deciden marcharse a Nueva Zelanda a contraer matrimonio con dos hombres a los que no conocen. Pero Sarah no era novata en cuestiones literarias; con su nombre real, Christiane Gohl, había firmado más de un centenar de manuales sobre el mundo de la equitación; y con otro pseudónimo, Ricarda Jordán, algunas novelas históricas. Ahora espera ansiosa el recibimien­to que tendrá en nuestro país ‘La canción de los maoríes’, la segunda entrega de la trilogía en la que las primas Elaine y Kura, descendien­tes de aquellas mujeres que un día emigraron a tierras lejanas, se debaten entre las raíces inglesas y la llamada del pueblo maorí. Los afortunado­s que ya han podido leerla aseguran que sus primeras páginas resultan altamente adictivas. Sarah Lark nos desvela por qué un día decidió que la costa almeriense iba a convertirs­e en su hogar y el lugar donde convertir en realidad su sueño, cuidar caballos y escribir.

En Alemania tenía siempre frío, desde que vine al mundo. Cuando era muy pequeña quería vivir en Italia porque pasábamos allí las vacaciones y nunca quería regresar a mi gélida tierra. Al final, el destino me trajo a Almería. Mi familia tampoco respondía a mis gustos porque no tenían ninguna vinculació­n con los animales. Desde muy jovencita comencé a montar y solo soñaba con tener un caballo. Accedí a los deseos de mi padre para que estudiara magisterio porque me prometió comprarme uno. En cuanto comencé a dar clase, me di cuenta de que no me gustaba esa profesión y, de esa forma, decidí que me volcaría en mi vocación: la literatura.»

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