Poema a Circe XIX
No vengo a poner orden en las cosas, Ni estaré mucho tiempo entre vosotros. El extranjero sabe que no es suya La tierra que más ama y permanece Como un marino extraño entre los hombres. Cuando llegue el momento de partir, Cuando el viento levante sus amarras, Y las jarcias se envuelvan con el humo Misterioso del alba y sea blando El limo de los peces y la gruta Donde sacrificamos a los dioses, Cuando no me veáis entre vosotros, Abandonad al olvido mi nombre. No os dejo nada y no llevo conmigo Nada. No quedan anclas ni estandartes Para conmemorar mi permanencia.
Sólo el cuchillo largo de los astros En los ojos abiertos de la noche. No he venido a pedir, ni a dar, ni a ser. No he venido a sembrar en vuestros campos Ni pienso recoger para el invierno. He estado con vosotros, eso es todo. Circe sabe qué astros, qué tormentas, Qué lunas de milenio me han traído. Yo conozco los signos que presiden El exilio y la muerte y me abandono A una sangre color de miel oscura.
Yo soy iconoclasta y rompo ídolos. Yo afirmo y niego con la misma fuerza. Los que me conocéis sabéis qué fuego Hay en mis decisiones, qué barbarie Acompaña mi risa, qué locura Ha mordido mi pecho y cómo ladran Sobre mi corazón negros mastines.
—Ha sido sólo un hombre que se supo Hombre por dentro y fuera. Un extranjero Que arribó, vió y amó. Ciudadano De la isla los humildes lo adoptaron. Un hombre encuadernado con piel de hombre.
—Y vive todavía y os recuerda.
De El Bosque de Birnam (Consell Insular d’Eivissa, 2007)