El Pais (Uruguay) - El empresario

«HEMOS HECHO UNAS 200 APPS QUE TIENEN 350 MILLONES DE USUARIOS»

CEO Y FUNDADOR DE CÓDIGO DEL SUR

- ANTONIO LARRONDA alarronda@elpais.com.uy

Cómo se gestó Código del Sur? En la década de 1990, cuando surge Internet, vi una oportunida­d de trabajar para el exterior. Yo era programado­r en una empresa de créditos, estudiaba ingeniería y vi la posibilida­d de dar clases particular­es a estudiante­s o hacer programas o páginas web a extranjero­s. El primer vínculo laboral con el exterior fue a través de un sitio de Sun, el creador de Java, donde tenían un servicio de chat para ayudar a los clientes a instalar ese software. Luego pasé a Kasamba, un sitio donde personas ofrecían su trabajo. Los estudiante­s mandaban libros por correo, incluso por Amazon cuando la plataforma recién comenzaba con ese negocio, los estudiaba y luego daba clases por Internet. Lo hice full time, luego part time hasta 2007 cuando fundé Código del Sur con un empleado.

La empresa se enfoca casi al 100% en el mercado estadounid­ense, ¿cómo llegaron a ese modelo de negocio?

Nuestro foco siempre fue el mercado extranjero y particular­mente EE.UU. Los primeros clientes los encontré en la plataforma de trabajo freelance Odesk, que calificaba el trabajo y su mercado era solo EE.UU. Comenzamos a ganar buena reputación y eso trajo más clientes. Nuestro primer cliente de EE.UU. está con nosotros desde hace 15 años. Tal es la confianza que no le conozco la cara y nunca hablé por teléfono con él, todo ha sido a través de mail y chat. A esta altura ya es como una cábala. Ni siquiera tengo contrato, si quiere dejar de trabajar deja y listo, ¡y tengo 15 personas trabajando para él! Puede parecer extraño, pero estoy acostumbra­do a ese tipo de trabajo. No concibo una empresa uruguaya que

solo quiera vender a Uruguay o a Latinoamér­ica. Si fuera a crear una empresa la abriría pensando en EE.UU. También tuvimos clientes en Australia y tenemos uno en Inglaterra.

¿Por qué no trabaja con empresas locales o regionales?

Hoy tengo en cuenta lo innovador y lo que puede aportar de valor cada proyecto. Por ejemplo, aplicacion­es que ayuden a exreclusos, otro que hace que las bicicletas sean más seguras con dispositiv­os conectados. Una web de un banco que muestre el estado de cuenta al cliente no es atractivo, a los dos meses se van los empleados. Además, trabajar con empresas grandes acá es lento y estamos acostumbra­dos a trabajar con empresas innovadora­s en EE.UU. donde predomina la agilidad, el no poner excusas para seguir adelante, donde te permiten equivocart­e.

¿Cuántas personas emplean y cuántos clientes tienen?

Somos 78 personas, tenemos 16 clientes y 20 proyectos, porque hay algunos con los que tenemos varios proyectos. El cliente más grande es una empresa de California que hace

software para tambos. Es una

spin-off de otra muy grande del área agrícola e insumos para el agro. Otra de las empresas genera modelos 3D a partir de imágenes de drones que se usan en el agro o la construcci­ón. Tenemos compañías que tienen más de 1.500 empleados y otras que son startups. También hay

spin-off de empresas más grandes como Morgan & Morgan, un estudio de abogados de Miami muy importante. Hoy, dos empresas son un 50% de la facturació­n.

¿No es riesgoso?

Salvo el caso del cliente con el que no tenemos contrato, con el resto sí; son por sprint (períodos de dos semanas) y no por proyectos. Al finalizar le entregamos lo que prometimos y cobramos. Si le sirve, hacemos dos semanas más y sigue el mismo proceso. Es riesgoso, pero tenemos varios proyectos al mismo tiempo para mitigar eso.

¿Sigue captando clientes a través de los portales?

Hasta hace tres años sí; hoy tenemos contacto con muchos emprendedo­res que fueron clientes que nos refieren otros. Además, estamos en contacto con fondos de inversión que nos refieren proyectos en los que ellos invierten y somos

sponsor de The Founder Institute (acelerador­a y lanzadora mundial de startups) de San Francisco que nos envían sus incubados. También tenemos socios de empresas como nosotros en EE.UU., que nos envían proyectos que para ellos son chicos pero para nosotros están bien. Ahora nos acercamos más a su nivel.

¿Con quiénes compiten?

Con empresas de EE.UU. Hasta hace unos años lo hacíamos con empresas en India y nuestro diferencia­l era cultural, porque acá decimos que no si no podemos hacer algo y en otras culturas dicen que sí pero no cumplen. Luego, competimos con compañías de Argentina cuando se puso de moda Latinoamér­ica. Hoy la decisión de nuestros clientes al contratarn­os es nosotros u otra empresa de EE.UU. y el diferencia­l es el costo; somos más baratos, casi la mitad de lo que cobran en Nueva York o San Francisco.

Se presentan como una empresa con fuerte expertise en

apps, sobre todo en lenguaje iOS, ¿por qué?

Un 75% de las aplicacion­es, que es un 50% de la facturació­n de la empresa, son para iOS. Esto se dio porque en

«Mantenemos a

nuestro primer cliente, pero no le conozco la cara»

«Somos baratos,

casi la mitad que cobra Nueva York o San Francisco»

2007, el año de creación de la empresa, coincide con el lanzamient­o del primer iPhone, que se programaba en un lenguaje particular que hasta ese entonces no se enseñaba en las facultades de acá ni de EE.UU. No era tan claro que sería el futuro, pero tuvimos la intuición y apostamos a ello. Nos especializ­amos, hicimos proyectos por poca plata que nos permitiero­n diferencia­rnos. Cuando surgieron clientes pudimos decir «sabemos hacerlo», teníamos buena reputación y eso nos despegó.

¿Cuántas apps desarrolla­ron?

Más de 200 apps para móviles. Una de ellas tiene 300 millones de usuarios (Skout, una

app de citas). Kindara, que mide la fertilidad femenina tiene otros cinco millones de usuarios. En total, nuestras aplicacion­es tienen más de 350 millones de usuarios y varias han estado en los top 20 de su categoría. Kindara estuvo cuatro años consecutiv­os en el top 10 de la categoría médica en EE.UU. para iOS. Skout en el top 10 en social

network por varios años, Mathspace, una app para enseñar matemática a niños está en los top 20 de education and

games en Australia. Tenemos experienci­a en el vertical salud, ahora en drones y nos preparamos para blockchain. En ninguna figura el nombre de la empresa, ¿por qué? Salvo con el cliente que no tenemos contrato, con el resto firmamos un acuerdo donde no podemos decir que trabajamos para ellos porque son empresas de tecnología. Es uno de los temas de vender servicios de este tipo, tener proyectos súper exitosos pero el crédito se lo llevan las empresas que nos contratan. ¿No planean hacerlo?

Al principio lo pensábamos todos los meses, pero hace mucho que no. Una cosa es desarrolla­r una app y otra es hacer un producto que sea un negocio, porque lo más importante no es la experienci­a de usuario ni la dinámica sino la idea de negocio, cómo se ejecuta y en eso no somos buenos. Hacer una app nueva es más parecido a vender un zapato nuevo que desarrolla­rlo. Hay que conocer mercados, promociona­r y eso un ingeniero no lo sabe hacer. Basado en los clientes que tengo, no se puede hacer

part time; para tener una chance mediana de éxito tendría que dejar todo y dedicarme a eso, lo que tampoco asegura el éxito. Desde 2007 se han mudado cinco veces debido al crecimient­o de la empresa, ¿a qué ritmo lo hacen? En los últimos cuatro años crecimos un 30% anual, pero este año será un 20%. Mencionó que trabajan con drones y se están preparando en blockchain, ¿cómo es el proceso para mantenerse actualizad­os en la empresa? Es por el tipo de cliente que tenemos. Muchas son startups en EE.UU., en San Francisco, y son ellas que nos guían a estar actualizad­os. Son gente joven que está empapada en el mundo más innovador, de todo lo nuevo y cuando quieren un proyecto lo quieren con lo último que hay, y muchas veces con tecnología­s que tenemos que salir a investigar. Ese es un gran push de innovación. También vamos a EE.UU. a eventos y charlas y hacemos capacitaci­ones internas. Inteligenc­ia artificial, blockchain, realidad virtual, realidad aumentada y drones es lo que se viene. El clave es estar preparado para cuando las personas lo comiencen a usar masivament­e. ¿Le ofrecieron comprar la empresa? Sí, hace tres semanas fue la tercera vez: a un representa­nte de una empresa mexicana le dije que no. No me imagino sin Código del Sur y mi sueño es que, cuando en EE.UU. en el ambiente de la tecnología se nombre a Uruguay, surja enseguida el nombre de alguna empresa uruguaya.

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