El Pais (Uruguay) - El empresario

El obrero que creó un imperio

UN CORDOBÉS CREÓ A PURO PULMÓN LA MAYOR INDUSTRIA DE MOSAICOS DE AMÉRICA LATINA

- GABRIELA ORIGLIA La Nación / GDA

Hace 52 años Juan Bautista Blangino pensó cómo tener un segundo ingreso, cómo completar «haciendo algo a la tarde» lo que ganaba en la Kaiser (hoy Renault). No imaginó que terminaría fundando la fábrica de mosaicos más grande de Latinoamér­ica que, hace dos años, empezó también a producir adhesivos para cementos.

Don Juan iba todas las mañanas desde su casa en Montecrist­o, a 25 kilómetros de la ciudad de Córdoba, a la automotriz y, como tenía la tarde libre, pensaba «qué negocio podía hacer, qué podía transforma­r». Se cruzó con un tío que le ofreció una prensa manual para hacer mosaicos. Como Blangino no tenía para pagarla, le dio facilidade­s. Instaló la prensa en un galpón al fondo de su casa y con su esposa empezó a fabricar. «Era todo a fuerza de brazos», enfatiza Juan José, su hijo de 28 años, quien junto a su hermano, Juan Antonio (45), integra la empresa.

La planta de 35.000 m2 emplea 380 personas (la mayor generadora de empleo de la zona de Montecrist­o) y tiene capacidad para producir 14.000 m2 de mosaicos por día con seis máquinas automatiza­das y otras más chicas que complement­an la línea. Controla alrededor del 60% del mercado nacional de pisos de alto tránsito.

A los pocos meses de empezar en el galpón, Blangino dejó la fábrica de autos. «En aquellos años era común que cada pueblo tuviera su productora de mosaicos; como la panadería o la farmacia. Vendía a los vecinos y con la expectativ­a de que le iría bien, renunció al empleo estable», dice Juan José.

En 1970 compró la primera prensa semiautomá­tica que le permitía hacer unos 50 m2 de mosaico por turno

(la manual fabricaba 25 en ocho horas) y una década después invirtió en una automática con la que saltó a 800 m2. «Ya en ese entonces había dos turnos, había sumado gente y hacía pisos con dibujos».

LA JUGADA DEL DESTINO

Un viaje a Italia con su padre impulsó a Blangino a invertir; en su recorrida vio otras tecnología­s y métodos de trabajo más modernos. El año pasado la empresa avanzó en una nueva planta de producción de adoquines (para quintuplic­ar su capacidad), sumó los adhesivos para cemento y un tipo de mosaico que compite con los porcelanat­os y los cerámicos.

La firma tiene unos 300 productos en su portafolio de stock permanente, pero además fabrica «a pedido; pisos con diseños especiales». Los años ‘80 marcaron el inicio de la importació­n fuerte de porcelanat­os y cerámicos de Brasil. «Antes todo era calcáreo y en ese momento muchos fabricante­s optaron por dejar de producir y revender; mi padre en vez de seguir esa estrategia decidió tecnologiz­arse y aprovechar el mercado que quedaba», explica Juan Antonio.

En la familia siempre bromean acerca de que si el tío hubiera tenido una máquina de hacer caramelos en vez de una prensa, el futuro hubiera sido dulce. Blangino no tenía en la cabeza hacer mosaicos, sino agregar valor, transforma­r, dicen los actuales gestores.

Cerca del 25% de la producción se exporta a países limítrofes. La empresa logró superar la crisis del 2001 cuando entró en concurso de acreedores. «Salimos de esa; la historia fue de una evolución constante a paso medido; no crecimos de la noche a la mañana», enfatiza Blangino.

Los hijos subrayan que don Juan, hoy con 77 años, tuvo la «visión» de capacitars­e «y hacer crecer a los que tenía al lado; incorporab­a tecnología y aprendía, hacía cursos; todos se entrenaban y así fue creciendo».

Su planta controla 60% del mercado nacional de pisos de alto tránsito

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Productos. Tiene 300 en stock y hace diseños especiales.

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