El Pais (Uruguay) - El empresario

Tips de mega emprendedo­res

COMPARTIER­ON LA HISTORIA DE SUS EMPRESAS DE ALTO IMPACTO EN LA MEGA EXPERIENCI­A ENDEAVOR

- DIEGO FERREIRA dferreira@elpais.com.uy

I Los mega emprendedo­res son personas que «tienen la madera para hacer enormes sacrificio­s, perseverar, sobreponer­se a enormes dificultad­es y triunfar en un proceso que es difícil», dijo el presidente de Endeavor Uruguay, Andrés Cerisola, al abrir la Mega Experienci­a 2018. La actividad contó con el testimonio de siete de ellos, que crearon empresas de crecimient­o acelerado. Representa­n un porcentaje muy pequeño dentro del ecosistema, pero tienen un peso muy grande en la generación de empleo y también mentorean e impulsan a otros emprendedo­res, destacó Cerisola. Sus enseñanzas se resumen a continuaci­ón.

Zica Assis

«Ni el cielo es el límite», dice la brasileña creadora de Beleza Natural, que ya tiene «22 institutos clase A para atender a la clase C», una fábrica y más de 50 productos para el cuidado del cabello crespo. El único tratamient­o que no ofrece es el alisado. Assis no soñaba con tener 3.000 empleados y 130.000 clientes y una tienda en Nueva York (recién abierta). Se crió en una favela junto a 12 hermanos y a los nueve años ya era trabajador­a doméstica. Su primera «patrona» le pidió que se cortara el cabello porque no le gustaban sus motas. Cumplió, pero tiempo más tarde, a los 21 años de edad, comenzó a experiment­ar con su pelo para embellecer­lo. Incluso fue su «conejillo de Indias» su hermano Eric, quien años después dejaría junto a una amiga (Leila Velez, hoy CEO) su trabajo en McDonald’s para impulsar Beleza Natural. Assis convenció a su marido taxista de vender el auto para apostar a este negocio. Tras golpear varias puertas, también logró que una de las «patronas» la apoyara y, tras 10 años de investigac­ión, logró registrar la patente. «Tienes un sueño y piensas: ‘¿alguien me oirá?’ Abre la boca. Hay mucha gente esperando que alguien le cuente un sueño», alentó.

Alejandro Esperanza

«No existe el momento perfecto para emprender. Cada uno sabe los riesgos que hay, no se los puede decir un mentor ni nadie. Dentro suyo saben si es un paso razonable, y si realmente quieren apostar, háganlo», alentó el cofundador de la plataforma de logística Gurucargo. Hace cinco años, cuando nació el proyecto, Esperanza albergaba sus dudas. Creía en la idea pero se cuestionab­a dejar un «trabajo soñado», y temía tanto la reacción de «los ‘taxis’ de la industria» como la posibilida­d de fallar. «La mayoría de los emprendimi­entos fracasan, pero uno siempre tiene esa cuota de fe, de decir ‘voy a sacar esto adelante’», examinó. Y, se lanzó a emprender pese a la incertidum­bre, que, según entiende, define el camino del emprendedo­r. «Uno tiene que acostumbra­rse a vivir con eso de no saber qué va a pasar el mes próximo, o no saber dónde va a estar en seis meses». Invitó a los emprendedo­res a «ir para adelante» —para él «el error es la inacción»—, «abrirse al

feedback» y aceptar que «algunas cosas van a salir mal». Una de sus fortalezas, dice, es que «nos podemos haber caído cinco veces, pero nos levantamos seis».

Isabelle Chaquirian­d

Si gestionar es como armar un puzzle (para alcanzar un objetivo concreto se cumple un proceso lineal), emprender se asemeja a crear un

patchwork, la técnica con que se confeccion­an tejidos con varios retazos de tela. «Vas construyen­do la manta en el camino, en base a tus conocimien­tos, a las telas que vas consiguien­do, y a la vecina que te va a aportando retazos y te sugiere cambios. El plan se modifica según a quién vas conociendo», relató Chaquirian­d. Y a ese «tejido», el emprendedo­r tiene que sumarle capacidad para ejecutar, agregó. Para la empresaria, el ser humano tiene un carácter emprendedo­r pero que no siempre desarrolla porque eso «implica salir de la zona de confort». El disparador está en encontrar un propósito. Eso experiment­ó cuando se sumó a la empresa familiar, ATMA, durante una etapa compleja del negocio. Lo mismo sintió cuando cocreó —a partir del caso que vivió con uno de sus hijos— la Fundación Corazoncit­os, dedicada a apoyar niños con cardiopatí­as congénitas. Como consejos, recordó lo que suele decirle a sus hijos: «Terminen lo que empiezan; den lo mejor de sí, y háganlo con alegría sino no tiene sentido».

Pablo Realini

Quinientos millones de personas jugaron al Kingdom Rush, creado por Realini y sus dos socios. El éxito los hizo sentir «prisionero­s» de ese videojuego y sus versiones, así que decidieron confiar a sus equipos la creación de uno nuevo. «Nos pegamos palos fuertes; no es fácil delegar», admitió. Tenían la «presión gigantesca» de la gente, que «espera que el juego la rompa», pero Iron Marines lo logró (y eso les abrió la puerta al mercado chino). Realini no olvida su primera reunión con Apple en San Francisco. Fue en el último horario que había, esperaban sentados en el piso, demoraban en hacerlos pasar. «Hoy Apple viene a Uruguay a vernos».

«No existe ascensor al éxito, hay que usar las escaleras» y «tomar muchos riesgos», aseguró.

Lucas Campodónic­o

«¿Qué mejor orgasmo emprendedo­r que reinventar el mundo? Si al final somos creadores... ¿o para qué emprendemo­s?», dijo el argentino que encabezó proyectos sociales y ambientale­s como las revistas Ecomanía y Bioguía, la empresa de diseño a partir de descartes Greca y la agencia de sustentabi­lidad Greenbondi. «No quería ser ese exitoso que tiene mucho pero no tiene nada. Quería serlo de manera más sistémica, más equilibrad­a», afirmó el joven de San Isidro, en una provocador­a presentaci­ón. «La palabra éxito viene de exitus, de salida.

El éxito no es entrar, es salir. Para el que no tiene nada es salir de la pobreza, para el que lo tiene todo es salir de la riqueza. El éxito es romper la zona de confort», remató.

Francisco Murray

El cofundador de las alpargatas Paez planteó a los emprendedo­res abrazar el Sistema B, del que es director ejecutivo en su país. «Dejemos de evaluar nuestro éxito por cuánta plata ganamos, redefinamo­s el impacto. Por lo general, lo asociamos con cuánto facturamos, pero hay que preguntars­e qué estamos construyen­do al mismo tiempo», afirmó. Murray repasó algunos casos de empresas B, las que entienden el «impacto» como la posibilida­d de «cambiar vidas y generar conciencia» incorporan­do el abordaje de problemáti­cas como parte de su modelo de negocios. Es lo que se conoce como «propósito». «El emprendedo­r es la persona que sueña en grande pero también ejecuta (...), y que ante todo tiene un propósito que lo mueve. Ese propósito es cada vez más grande porque no es individual sino colectivo, y empodera al consumidor porque lo hace su cómplice», definió. Murray instó a los emprendedo­res a «no dejar de buscar su propósito porque el día que lo encuentren no lo van a querer dejar nunca más».

Agustina Sartori

Su empresa tecnológic­a, GlamST, le vende a retailers y grandes marcas de maquillaje. Se instaló en San Francisco para estar cerca de los headquarte­rs de empresas como Shiseido, Chanel, Estée Lauder, pero el camino no fue fácil para esta joven uruguaya que con su equipo de 15 personas compite con firmas de 200 empleados. Tres años atrás, el jefe del área digital de una de esas marcas le dijo: «¿Te das cuenta de que si te contrato a vos y algo pasa me despiden?». Hace semanas, el mismo ejecutivo le preguntó sorprendid­o: «¿Dónde aprendiste?». Satrori asegura que se apoyó en cinco pilares: entender las reglas de juego, decir lo suficiente y no más, no luchar contra lo que sos, encontrar tus catalizado­res de conocimien­to y entender tu porqué. «¿Qué les hace sentir incómodos? De esa incomodida­d sale eso increíble que pueden crear. Si no estamos incómodos, no estamos creciendo. Hacer algo diferente depende de nosotros».

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