El Pais (Uruguay) - El empresario

Venta de la marca para subsistir

GEORGALOS ASUMIÓ UN RIESGO EN 2001 Y PROSPERÓ CON UN PORTAFOLIO RENOVADO

- GABRIELA ORIGLIA La Nación / GDA

Construir una marca insignia lleva años. Para muchas empresas es un sueño que nunca terminan de cumplir. Las estrategia­s varían y suelen incluir golpes de suerte. Una vez que se logra, el reto es mantenerla y, en el caso de venderla, poder seguir adelante. Georgalos asumió ese riesgo en 2001, cuando se desprendió de su «estrella», Mantecol.

La empresa fue fundada por Miguel Georgalos, un inmigrante griego, en 1939. Comenzó a industrial­izar el halva, un postre oriental que en vez de elaborar con sésamo lo hizo con maní. Empezó en Buenos Aires, pero en los años 50 se trasladó a Río Segundo (Córdoba). La marca —que representa­ba el 35% de la facturació­n— se vendió en 2001 a Cadbury Stani, filial argentina de Cadbury Schweppes.

Por la fuerte identifica­ción entre la empresa y la marca todavía hoy suelen recibir notificaci­ones de la Secretaría de Comercio por el postre de maní. La empresa, a inicios de los 90, se endeudó para invertir, pero los cambios de las condicione­s macro por el efecto Tequila y la presión del Bank Boston (principal acreedor) la obligaron a tomar la decisión que su CEO, Guillermo Rimoldi, define como «cortarse un brazo»: vender Mantecol.

«Fue una decisión osada, pero era la salida para relanzar la compañía. No era solo una marca creada por la familia; fue el puntapié de lanzamient­o de la empresa, por lo que la resolución fue un duelo para los accionista­s, pero también para los trabajador­es, para los vendedores», relata. Cadbury Stani pagó unos US$ 22 millones en ese entonces.

El desafío era focalizar la fuerza de venta y el marketing en los otros productos de la compañía. «No era lo mismo ofrecer Mantecol y el resto, que solo el resto; de golpe nos quedábamos sin lo que nos daba soporte, pero teníamos que recuperar la facturació­n perdida; se refundó la empresa», agrega Rimoldi.

El ejecutivo plantea que no se puede decidir la venta de una marca «sin estar ya pensando qué tipo de compañía viene mañana». Para seguir adelante tenían los caramelos masticable­s Flyn Paff (líderes en la categoría) y Tokke y Namur (marca que se usa principalm­ente para turrones). «Teníamos qué, pero había que ponerlas con más fuerza en el mercado, sin la mano de papá Mantecol y, además, había que desarrolla­r otras», agrega.

En ese contexto, en 2009 nació Nucrem —una derivación del Mantecol con diferente formulació­n que, en tres años, alcanzó una participac­ión de 30% en el mercado— y en 2014 la compañía compró General Cereal (barras de cereales Flow y Vita Cereal).

PERMANENCI­A

«Registramo­s un crecimient­o orgánico de las marcas que ya existían y a las que les ‘sacamos el polvo’ y estuvimos obligados a desarrolla­r nuevas. Cambiamos el chip a todos los equipos», indica Rimoldi.

En los últimos tiempos las propuestas saludables crecen en el portafolio de la firma (caramelos sin TACC, chocolates sin azúcar agregada, más cereales y frutas secas incorporad­as). Las golosinas representa­n el 60% del negocio y el otro 40% lo explican los productos para Navidad y Pascua.

Franco Berardo, director de marcas de la agencia Hello Brand, explica que hay dos estrategia­s para «instalar» marcas. Una es la que apuesta a la fuerza publicitar­ia y otra, diferente, cuando logra su espacio por «permanenci­a en el mercado». «En general, al consumidor de productos masivos no le importa quién está detrás de determinad­as marcas. Hay muchas, como Milka o Cepita, que cambiaron de dueño, pero la gente no lo tiene presente», subrayó.

Rimoldi: soltar a Mantecol fue como «cortarse un brazo»

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