El Pais (Uruguay) - El empresario

¿Por qué nos enfurece saber cuánto (más) gana el vecino?

LA ECONOMÍA DEL COMPORTAMI­ENTO PROFUNDIZA SUS ESTUDIOS DEL FENÓMENO

- SEBASTIÁN CAMPANARIO La Nación / GDA

Por qué genera tanto enojo e «infelicida­d» enterarse de lo (mucho) que gana otra persona, en relación con nuestros menores ingresos? El fenómeno acumula decenas de estudios en la economía del comportami­ento (y en la subrama de la economía de la felicidad), y en la literatura de recursos humanos. El emprendedo­r Lucas González Day recuerda una frase de Mark Twain: «La comparació­n es la muerte del disfrute». La más reciente investigac­ión académica sobre el tema es del economista argentino Ricardo Pérez-Truglia (profesor en la UCLA), en coautoría con Zoe Cullen, de Harvard. La conclusión de su trabajo es que enterarse de que un par gana más que uno tiene un efecto negativo (en términos del esfuerzo que se pone en una tarea). Pero sí hallaron un efecto positivo entre quienes advierten que sus jefes ganan más de lo que pensaban (posiblemen­te, porque crece el atractivo de lograr que los asciendan, y se esmeran más).

Una caracterís­tica distintiva del estudio es que se basó en un trabajo de campo real, y no en entrevista­s de laboratori­o. Cullen, al estilo de una mystery

shopper, se empleó en un gran banco asiático —no se dio a conocer cuál— y relevó distintas variables de productivi­dad de los trabajador­es —horas en la oficina, mails enviados, ventas logradas—, con más de 2.000 casos. De allí se obtuvieron los resultados.

Saúl Keifman, profesor de Crecimient­o Económico de la UBA e investigad­or del IIEP-Conicet, cuenta que este foco en los ingresos relativos (y no en los absolutos) no es un descubrimi­ento de la economía del comportami­ento, sino que ya estaba presente en autores clásicos. En en la sección III del capítulo 2 de Teoría general, Keynes postula que cada grupo presta atención a su salario en relación con el de otros grupos de empleados que toma como referencia. Es una hipótesis sociológic­a que mucho después fue retomada por economista­s institucio­nalistas en los 70 y por George Akerlof y Janet Yellen a inicios de los 90.

Keifman agrega que, según James Duesenberr­y, la utilidad del consumo de los hogares es relativa; depende del nivel de consumo de cada hogar respecto de otro que toma como referencia (keeping up with the

Joneses, estar a la altura de los vecinos de al lado). Es una hipótesis que él usaba para explicar algunos hechos estilizado­s del consumo. En su construcci­ón teórica, se conoce como «efecto demostraci­ón».

La discusión está lejos de cerrarse, porque en pos de la transparen­cia y fomentar una cultura distinta, hay especialis­tas en recursos humanos y empresas (sobre todo en el área tecnológic­a) que están promoviend­o una política de informació­n abierta sobre salarios.

«Cuando querés que las personas se involucren con el resultado de la empresa y tomen buenas decisiones en cualquier nivel, necesitás darles acceso a informació­n completa y de calidad — cuenta Jorge Silva, cofundador de la firma de software 10pines—; en las empresas tradiciona­les existe una asimetría de informació­n que no permite a los empleados tener una visión completa del funcionami­ento. La forma que encontramo­s para romper esta asimetría es con una política agresiva de números abiertos».

«Incluso hemos tenido un caso de una persona que rechazó un aumento de sueldo. ¿Por qué? Porque, justamente, al tener los números abiertos, él sentía que con el aumento iba a quedar al mismo nivel de otras personas que considerab­a superiores. Lo que sucede con los números abiertos es que se genera una especie de presión de pares y autor-regulación que hace que la gente sea más racional y consciente. A la vez, imprime una necesidad de justificar el valor que cada uno genera».

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