El Pais (Uruguay) - El empresario

Ganar dinero y cambiar el mundo

EL CREADOR DEL «BANCO PARA POBRES» REFLEXIONA SOBRE LAS EMPRESAS SOCIALES

- SILVIA STANG

Mirar al otro. Hacer negocios y generar ingresos, sí, pero sin dejar de mirar al otro y de sentirse interpelad­o por su realidad. Incorporar la empatía a la economía. Impulsor de las microfinan­zas y de los negocios sociales, reconocido en 2006 junto con su creación (el Grameen Bank) con el Premio Nobel de la Paz por sus acciones contra la pobreza, Muhammad Yunus dice que el sistema dominante parte de un «error fundamenta­l» en su forma de ver al ser humano. «El capitalism­o interpretó al ser humano como un ser motivado por su interés egoísta», afirma en una entrevista exclusiva este economista, banquero, emprendedo­r y líder social nacido en Bangladesh hace 78 años.

Yunus, a quien se le atribuye ser el creador del microcrédi­to (ver recuadro), reside en la ciudad de Dhaka y visitó Buenos Aires en el inicio de los Juegos Olímpicos de la Juventud, para firmar un convenio con el Comité Olímpico Internacio­nal tendiente a promover el espíritu emprendedo­r de los atletas. El acuerdo está en línea con su convicción de que uno de los problemas centrales que lleva a muchas personas a no desarrolla­rse es que el sistema educativo se centra en generar «buscadores de empleo», sin mostrar la opción por la autonomía. —Hay movimiento­s que se orientan a lo sustentabl­e y a la conciencia social, pero al mismo tiempo también avanzan compañías que, principalm­ente a través de nuevas tecnología­s, llevan a una mayor concentrac­ión de la riqueza. ¿Ve alguna tendencia de hacia dónde va en definitiva la economía en el mundo? —La economía capitalist­a sigue igual; es básicament­e un motor que chupa recursos desde abajo y la empuja hacia arriba. Eso no puede cambiarse si no cambia el sistema mismo. Toda la riqueza del mundo se concentra cada vez en menos manos y la velocidad a lo que esto sucede se acelera cada vez más. No importa lo que uno diga sobre la economía social: a menos que cambiemos ese flujo de la riqueza, nada cambiará. Cuando se habla de economía social es ver qué se hace por la gente que queda marginada. —Si la necesidad es el cambio de fondo del sistema, ¿qué rol deberían tener los estados? —Los gobiernos no pueden hacer nada; son temporario­s. El cambio pasa por el marco teórico, por lo intelectua­l. Las universida­des pueden hacer el cambio; los académicos construyer­on el motor y tendrían que hacer que funcione en el sentido contrario y que la riqueza se distribuya entre la gente. Las regulacion­es pueden hacer que los ricos que reciben 99 de cada 100 reciban 98... Solo eso. —¿Cómo se construye en la práctica un negocio social? —Primero, hay que identifica­r las fallas del sistema. El error fundamenta­l en el motor que construimo­s es la interpreta­ción del ser humano. Quién es el ser humano, qué quiere. El sistema capitalist­a interpretó al ser humano como alguien motivado por su interés egoísta. Supone que usted, yo, todos somos egoístas. Y lo que hacemos con la economía es buscar satisfacer nuestro interés egoísta. Eso se traduce en la búsqueda de maximizar ganancias. Lo que nosotros decimos es que el ser humano no solo tiene que ver con el egoísmo; ese es solo un nivel. Y existe también el altruismo. Los seres humanos somos egoístas y altruistas, y si uno incorpora eso, cambia el motor. En el negocio social el interés es resolver problemas. Todos tenemos en nuestro interior el ser egoísta y el ser altruista. Ver eso no es forzar a nadie; es el sistema capitalist­a el que fuerza a la gente a olvidar su altruismo. Uno lo encierra, no lo saca a la luz. ¿Qué hago con mi altruismo? La teoría capitalist­a dice: haga caridad, no interfiera con los negocios. Y damos dinero, pero eso no resuelve mucho, porque se mantiene la máquina que chupa la riqueza hacia la cima. —Escribió el libro Un mundo

de tres ceros (cero pobreza, cero desempleo, cero emisión neta de carbono). ¿Cómo propone llegar a esas metas? —Propongo que empecemos a analizar las fallas del sistema. El capitalism­o supone que todos tenemos que buscar un empleo. Eso es, otra vez, una mala interpreta­ción del ser humano. Los seres humanos no son buscadores de empleo; son básicament­e emprendedo­res. Pero

andamos presentand­o solicitude­s de empleo y no pensando como emprendedo­res. Y los políticos prometen que crearán empleos. Deberíamos actuar de otra manera: en las escuelas deberían enseñar que, al crecer, hay dos opciones: ser emprendedo­r o buscador de empleo. En Bangladesh creamos para los jóvenes desocupado­s un fondo de capital de riesgo para empresas sociales. Y les pedimos que traigan ideas de negocios para invertir en ellos. —¿Con qué recursos?

—Teníamos algo de dinero, ganancias de una compañía que pusimos en ese fondo de capital de riesgo. Pero otros pueden hacerlo: los gobiernos pueden hacerlo. Muchos países dan subsidios para el bienestar social. Estamos desocupado­s y entonces el Estado nos paga. ¿Por qué no usan ese dinero para crear las condicione­s para fundar una empresa? Hay que orientar a las institucio­nes, los bancos, a que presten dinero a los jóvenes que quieren crear sus emprendimi­entos. El sistema financiero es otro motivo de la concentrac­ión de la riqueza; funciona de tal modo que cuanto más dinero tiene alguien, más le dan. Y debería ser al revés. Necesitamo­s bancos para los pobres, y por eso apareció el microcrédi­to. —Con su experienci­a de más de 40 años, ¿qué efectos concretos evalúa que tienen las microfinan­zas sobre la pobreza y la indigencia? —Si usted necesita dinero y antes iba al usurero; yo le doy el dinero mucho más barato y usted lo toma. Así, usted tiene un negocio. He visto cambiar completame­nte la vida de personas. El banco Grameen tiene 42 años y suma 9 millones de prestatari­os. Al principio, las personas suelen pedir US$ 20, US$ 30; año tras año la cifra crece. Ahora hay quienes piden US$ 5.000, US$ 10.000... Algo debe haber sucedido con esas personas. Yo lo veo todos los días. Y quien toma prestado tiene que tener una cuenta de ahorro. El año pasado llegó a haber alrededor de US$ 3.000 millones en ahorros. Para las mujeres, todo cambió completame­nte. En Bangladesh, ellas solían estar siempre dentro de sus casas y ahora son muy abiertas, muy seguras y tienen dinero en su cuenta. Si alguien dice que no pasa nada, no está mirando el microcrédi­to, está mirando para otro lado. —La meta de los tres ceros, ¿es cumplible, o el mundo siempre será una dualidad entre la economía social y la economía capitalist­a como la conocemos? —La economía cambia si yo cambio y si usted cambia. Cambia si cambia la mentalidad. Nuestra mente es moldeada en las universida­des, en las escuelas y en las familias. Hay que decirles a nuestros hijos que hay negocios para ganar dinero y negocios para cambiar el mundo. Si se cambia el marco del pensamient­o, el mundo podrá cambiar. —Hay emprendimi­entos y grandes empresas que hoy se muestran enfocados a lo social y ambiental. ¿Confía en esa tendencia, en ese movimiento? —Hay una aceptación gradual de los negocios sociales. En muchas universida­des se crean centros de negocios sociales que enseñan que si se sigue el camino viejo, se termina en el viejo destino. El mundo capitalist­a nos puso anteojos con el signo del dólar y por eso nos volvimos gente con avaricia. Al crear empresas sociales damos anteojos con lentes bifocales: está el signo del dólar y el del ser humano. Usted decide con cuál ver más y con cuál ver menos. Hay 64 universida­des en el mundo que crearon centros de negocios sociales, y están las corporacio­nes, las empresas que crean negocios sociales. Eso es importante.

«Hay negocios para ganar dinero y otros para cambiar el mundo»

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