El Pais (Uruguay) - El empresario

«NOS INTERESA SER UNA MARCA INTERNACIO­NAL»

- ANTONIO LARRONDA alarronda@elpais.com.uy

En 2015 crearon Pancho Va! junto a Ernesto Guaraglia, su actual esposo, ¿por qué decidieron armar este proyecto? Era una idea que tenía mi esposo cuando era socio de otro bar. Yo trabajaba en una postproduc­tora y tenía ganas de irme. Había integrado varias agencias, productora­s, incluso del exterior. Armaba visualizac­iones de los briefs que las agencias necesitan para cotizar y ganarse los proyectos. Incluso cuando comenzamos con Pancho Va! seguí trabajando un año aproximada­mente. Me gustaba la parte de escribir, interpreta­r ideas y armar el proyecto entero. Como yo trabajaba desde acá para México, Los Ángeles, me dije: puedo trabajar desde cualquier parte del mundo, pero sabía que mi esposo tenía esa idea. Entonces probamos la última chance antes de irnos para que él no quedara con la duda. Pero le dije «nos quedamos y lo hacemos, pero lo hacemos bien». Arrancamos con como un «kiosco» de panchos al paso donde ahora está la cocina, y éramos nosotros dos. Rápidament­e crecimos, tomamos el local de al lado y luego la parte de arriba. En la cuadra no había nada, era como invisible, no tenía el movimiento de hoy, era medio turbia la zona. Pero fue el local que nos gustó y además, mi esposo es del barrio, siempre trabajó y vivió ahí, conoce a los vecinos, el movimiento.

¿En qué se inspiraron para crear este modelo?

La referencia en parte eran las pancherías de Argentina pero veíamos que tenían un servicio muy frío y estéticame­nte no eran atractivas. Entonces conjugamos lo gastronómi­co con todo lo que es el diseño y la atención al cliente. Creo que la

clave del éxito fue fusionar nuestras dos potencias. Tomamos ideas de todos lados porque hoy tenés mucha informació­n y es fácil de acceder. Por ejemplo, en estética tomamos algo de la carnicería industrial europea, para el logotipo usamos tipografía gótica, la paleta cromática es en referencia a Alemania. Casi todo está pensado pero también tiene mucho de azar y eso también estuvo buenísimo. A veces, cuando dábamos un paso nuevo era porque algún cliente nos dijo, nos sugirió o nos preguntó algo.

¿Estaba en el plan crecer y llegar al proyecto del presente?

No, se fue dando. Comenzamos a agarrar la movida de la noche de los boliches, abríamos hasta las seis de la mañana y la gente fue pidiendo espacios para sentarse.

¿Cuándo llegaron al punto de equilibrio como negocio?

El punto de quiebre fue en 2016, ahí sumamos el local de al lado y en 2017 la parte de arriba. Pero en realidad, cuando abrimos el objetivo era que antes del primer mes pudiéramos pagar el alquiler con un día de facturació­n, algo que aprendió mi esposo de un colega. Lo logramos y siguió pasando en los otros meses, fuimos creciendo y ahí dijimos «hay algo acá». Lo fuimos haciendo solos, probando, escuchando, aprendiend­o a resolver en el momento, a manejar situacione­s. Ninguno de los dos éramos administra­dores, yo nunca estuve detrás de un mostrador pero aprendimos a planificar. Hoy podemos decir que todo es gestión, gestión y gestión. Fue lo que nos permitió pasar el covid, lo que nos permitió que hoy nos estén llamando de otros lados para hacer otro tipo de locales.

«La pandemia nos permitió poder replantear muchas cosas»

«Nos costó sacar al uruguayo de la mostaza y que le sume guacamole»

¿Cómo fue ese crecimient­o?

Llegamos a vender más de

armar la franquicia estuvo bueno porque construimo­s como ocho manuales de la marca que ahora ya tenemos listos para otras aperturas.

¿Piensan seguir por el camino de locales propios o franquicia­s?

Ambas. Ya tenemos dos adjudicada­s y también estamos viendo de abrir un local propio en el exterior, en Miami. Comenzamos a estudiarlo prepandemi­a y ahora lo retomamos. Tenemos un representa­nte allá que hizo un estudio de mercado y estamos viendo qué pasa con los costos por la inflación. Hoy lo que más nos interesa es internacio­nalizar la marca.

La pandemia potenció el ¿cuánto representa este canal de venta ahora?

delivery,

No trabajábam­os con PedidosYa! hasta que empezó la pandemia. También desarrolla­mos nuestra propia plataforma, algo que nos dejó el covid porque había que reinventar­se. Hoy es el 55% de las ventas, antes era un 25%.

Existen varias pancherías, ¿cuál es su diferencia­l?

Varios, por ejemplo los sabores. Nos costó sacar al uruguayo de la mostaza y que le agregue guacamole. Algunos los sumamos al escuchar a la gente, por ejemplo una clienta estadounid­ense nos pidió salsa ranchera y la agregamos. Y si veíamos gustos que no rotaban los sacábamos, como los porotos negros. Ahora nos transforma­mos en la toppinera oficial del pancho en Uruguay, varias pancherías que sumaron un menú igual al nuestro como si fuese el estereotip­o de este negocio. Inventamos el «Hungerkill­er», un doble pancho que viene con todos los gustos porque venían los jóvenes de bailar a la noche y nos decían «ponele todo». Un cliente calculó la cantidad de combinacio­nes posibles de sabores y llegó a que pueden ser 10.753, y ahora son más. Pero lo que nos diferencia más es la cultura. Tenemos un tono de comunicaci­ón donde prevalece el humor, la simpatía, el trato directo con el cliente tanto en los locales como en las redes, en gráfica. Lo que brindamos es experienci­a porque en definitiva vendemos panchos y debíamos buscar el diferencia­l por otro lado. Por ejemplo, cuando dejan propina los pancheros festejan, gritan, y ha pasado cuando lo hace un niño que le pidió más al padre para poder vivir eso. También el trato personaliz­ado, desde que te dicen tu nombre o un chiste como «¿estás seguro que vas a poner eso?, te va a quedar horrible» o «ya que pagaste ponele todos los gustos». Todo está pensado, pero también hay algo de dejar fluir para que sea natural, espontáneo. También innovamos con el idioma, cuando se van les decimos «que panchen bien», por ejemplo. Yo lo volví un «idioma», hay una guía del panchero donde están las sugerencia de los términos que podés usar. Y si a alguno se le ocurre algo se suma. Hasta nos han dejado notas o nos llaman por el «panchófono» con sugerencia­s. A tal punto construimo­s marca y fidelidad que tenemos clientes que se han tatuado el logo de Pancho Va! y uno llegó a enviarnos un video de su casamiento mostrando que usó nuestras medias. En TripAdviso­r, en el ranking de comida rápida de Uruguay, estamos entre los primeros restaurant­es, ¡llegan de varios países a conocernos!

«Tenemos clientes que se han tatuado el logo de Pancho Va!»

delivery,

Con el ¿ cómo construyen esa fidelidad?

Se pierde un poco, así como se pierde un poco la calidad del producto porque hay una cadena que suma riesgos. Y si no son nuestros repartidor­es más aún. En el local si a alguno no le gustó le cambiamos el producto, pero en el delivery no sabemos si llegó mal por el envío, si se lo cambiaron, no hay esa relación que te permite resolver el problema en el instante.

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