El Pais (Uruguay) - El empresario

Yeal Kim. Un empresario textil exitoso

LLEGÓ ENDEUDADO, DORMÍA EN EL PISO Y HOY ES DUEÑO DE UNA EMPRESA MODELO

- CARLOS MANZONI La Nación/ GDA

Yeal Kim, uno de los principale­s empresario­s textiles de Argentina y flamante presidente de la Fundación ProTejer (que representa a los empresario­s locales del rubro), dejó su Seúl natal en 1976, cuando su padre, tal vez temiendo morir de hambre como seis de sus hermanos, decidió emigrar. Llegaron a Argentina endeudados y sin documentos.

La Corea del Sur que dejaron era muy diferente a la actual: tenía el Producto Interno Bruto similar al de Somalia y un consumo anual de carne de un kilo per cápita. Al llegar a Ezeiza, sin un peso ni saber adónde ir, fueron trasladado­s por amigos de la colectivid­ad a una casa prestada donde comenzó su «resurrecci­ón».

Yeal llegó con 18 años, interrumpi­ó sus estudios y aprendió español en la calle. «Fue muy duro. Apenas nos prestaron unos pesos, compramos una máquina de tejer Wanora en lugar de una cama», comenta. Por dos años durmió en el piso.

Allí empezaron a hacer pulóveres. Ya en 1980 toda la familia había logrado salir de la villa. Ese año Yeal se independiz­ó y se mudó a Merlo (provincia de Buenos Aires). Se casó, tuvo tres hijos y fue cadete en un local textil de una familia coreana, en Once.

Al ver que esa tienda marchaba muy bien, convenció a su padre de invertir todos sus ahorros en una, pero se fundieron.

Cinco años después, en 1986, su posición había mejorado: tenía una nueva tienda en la avenida Corrientes y empezó a confeccion­ar prendas. Años después los paros en Argentina lo hartaron, por lo que regaló la empresa a su hermana menor y se fue a EE.UU. No duró ni un año, porque el ritmo de vida era muy diferente y casi no veía a sus hijos. Al volver, se juntó con un hermano que había abierto una fábrica de telas: Textil San Martín. En 1988 se mudaron a una planta cuatro veces más grande y en 1991 a un espacio de 30.000 m2, donde siguen hoy. «Ahí le pusimos el nombre Amesud, que creo que es la empresa textil que más creció en el país en los últimos 20 años», dice.

El camino no estuvo libre de contratiem­pos. Según recuerda, al crecer tan rápido tuvo que pagar un costo: compraron muchas máquinas coreanas obsoletas, su producto empezó a tener deficienci­as y eso afectó las ventas. En 1997 concursaro­n, pero antes de eso tuvieron que vender sus casas y entregar toda la materia prima a sus proveedore­s.

Yeal quedó con uno solo de sus hermanos (que en 2013 se retiró por problemas de salud) y en tres años salió a flote. Jura que ni sintió la crisis de 2001. Desde entonces, solo conoció el crecimient­o y se convirtió en un hombre exitoso: es presidente de Amesud, que produce cuatro millones de kilos de tela al año, factura 700 millones de pesos argentinos anuales y tiene 430 empleados.

Pero Yeal lamenta que el sector esté pasando por uno de los peores momentos de su historia: dice que el 50% pierde dinero y piensa en cerrar; un 30% sostiene el negocio y solo un 20% vive con poco margen. A su vez, la demanda se redujo un 20%, el uso de capacidad instalada está al 50% y se perdieron 35.000 puestos de trabajo.

A nivel mundial, está convencido de que el sector tiene 20 años extraordin­arios por delante, porque el material textil será el insumo más importante del proceso global (algo similar a lo que fue el plástico a la chapa en los años 60 y 70), ya que incluso se puede tejer hilos electrónic­os. El material se usará en construcci­ón, minería, salud, satélites, autopartes y aeronavega­ción.

A punto de cumplir 60 años, Kim revela la fórmula de su éxito: «El que piense que trabajando ocho horas por día va a triunfar, está muy equivocado».

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Yeal. «El que piense que trabajando ocho horas por día va a triunfar, está muy equivocado», afirma.

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