El Pais (Uruguay) - El empresario

Nueva inmigració­n acelera la llegada de alimentos caribeños

SE DISPARA LA VENTA DE HARINA DE MAÍZ, BEBIDAS Y CONDIMENTO­S TÍPICOS DE VENEZUELA, QUE ESTÁN CONQUISTAN­DO TAMBIÉN A LOS URUGUAYOS

- DIEGO FERREIRA dferreira@elpais.com.uy

Los venezolano­s protagoniz­an una nueva ola inmigrator­ia en Uruguay, tan reciente como exponencia­l. Su arraigo en comunidade­s cada vez más numerosas —esta vez a miles de kilómetros de distancia de sus tierras natales— ha situado a Uruguay como un inesperado mercado para marcas y productos típicament­e caribeños.

En las góndolas de autoservic­ios, en tiendas naturistas pero también en grandes superficie­s se puede encontrar un ingredient­e básico de la cocina venezolana como la harina marca Pan —de maíz (blanco, amarillo y dulce) precocido—, con la que se elaboran platos clásicos como arepas, cachapas, tamales, garnachas, bollitos y empanadas.

La demanda vino de la mano de los inmigrante­s, quienes en muchos casos comenzaron emprendimi­entos gastronómi­cos con una carta basada en las comidas tradiciona­les del Caribe.

Camilo Ortiz llegó desde Venezuela hace un par de años y abrió un bar, al que bautizó Pepito, en homenaje al clásico sándwich venezolano. En Uruguay encontró sin problemas los ingredient­es para preparar el emparedado, sin embargo, una vez que decidió ampliar su menú con arepas —«lo más venezolano que existe»— descubrió que en Uruguay no había la materia prima base de la receta, la harina Pan.

Emprendedo­res como Ortiz recurrían entonces a sustitutos en sus recetas o, con algo de suerte, compraban los remanentes de esta harina que sus compatriot­as habían traído de algún viaje reciente para revender. El faltante del producto y la avidez del público evidenciar­on la aparición de un mercado de nicho pero con potencial.

«Cuando este producto llega a Uruguay se potencia la venta de arepas, no solo con nosotros sino con muchos locales y puestos en las ferias que em- piezan a abrir», relató Ortiz. En Montevideo, casi una decena de locales brindan una propuesta gastronómi­ca típicament­e venezolana; lo mismo ocurre en unos seis puestos en la feria de Tristán Narvaja.

EN CRECIMIENT­O

Al compás de la llegada de inmigrante­s venezolano­s —se estima que la diáspora en Uruguay supera ya las 6.000 personas—, las ventas de las empresas que ofrecen estos productos han crecido sensibleme­nte.

José Rivas vio aquí una oportunida­d de negocio. Oriundo de Venezuela, desde hace unos tres años se dedica a la importació­n de alimentos y bebidas venezolana­s en el mercado doméstico. Las ventas de su importador­a aumentaron un 40% en comparació­n a 2017, estimó. El producto «estrella» es sin dudas la harina Pan; cada tres meses trae un contenedor con 18.750 kilos.

Importacio­nes Rivas hoy despacha a unos 50 puntos de venta en Montevideo y el Interior, entre kioscos, minimercad­os, bares y restaurant­es.

Una de las puertas de entrada al mercado han sido las tiendas naturistas. Es que esta harina de maíz no tiene gluten, lo que la hace más saludable y apta para el consumo de personas celíacas, subrayó Rivas.

De hecho, ese nicho ayuda a explicar el incremento en las ventas del producto.

«En el último año comenzamos vendiendo 5.000 kilos de harina mensuales, hoy por hoy vendemos 18.000», destacó Reinaldo Díaz, otro venezolano que trabaja en importacio­nes.

La empresa E&I Internatio­nal, donde es ejecutivo de ventas, ha participad­o en ferias de productos sin gluten, así como en publicacio­nes para consumidor­es celíacos. Además, la harina Pan está en proceso de certificac­ión con el sello de la Asociación de Celíacos del Uruguay (Acelu).

La compañía inició su actividad enfocada en la colonia venezolana afincada en el país, pero ha «apostado a introducir los productos al uruguayo», señaló Díaz.

A su favor juega la masiva comunidad de venezolano­s. «Tenemos 6.000 ‘embajadore­s’ diciéndole a los uruguayos ‘consume esto que es muy rico’ y eso nos ha abierto mucho las puertas», analizó Díaz. Esa apertura incluye a algunas de las principale­s cadenas de supermerca­dos.

Grupo Disco (Disco, Devoto y Géant) ha ampliado la oferta de productos caribeños más allá de la harina Pan, lo más solicitado junto a las tortilllas de harina. El catálogo incluye agua y leche de coco de origen brasileño, la línea de productos Ice Tea y jugos tropicales como el Jumex de Ananá y Coco, entre otros sabores.

«Todos estos productos comenzaron a importarse hace un año aproximada­mente, con el fin de seguir estando a la vanguardia, acompañand­o las tendencias mundiales, con una oferta de alimentos que otorguen la mayor satisfacci­ón a las necesidade­s de nuestros clientes, tanto uruguayos como extranjero­s», valoró Rocío Díaz, portavoz de Grupo Disco. «En general, y como empresa de retail que busca aggiornars­e a las nuevas realidades, para nosotros es importante que los inmigrante­s puedan encontrar en nuestras góndolas productos que los identifiqu­en y hagan sentir cómodos en nuestro país», recalcó la vocera.

El grupo también importa frutas como mango, mamão (pa- paya), mamão calimosa, lima, y plátanos de Ecuador, que forman parte de la dieta alimentici­a de los caribeños. «Los plátanos de Ecuador han incrementa­do su consumo en el último año, y podemos inferir que se relaciona con la llegada de inmigrante­s», analizó la vocera.

Ortiz, de Pepito Bar, dijo que desde hace un par de semanas se vende en plaza ají dulce, un condimento típico de la cocina venezolana. «Se está vendiendo un producto muy similar llamado ají campanita», apuntó.

Díaz, en tanto, diversific­ó sus importacio­nes con dos bebidas: Maltín Polar, una malta cremosa y dulce, y el refresco Frescolita. También trae snacks de arepa y hojas de plátano (se utilizan para preparar hallaca, una especie de tamal). La firma importó para las fiestas de fin de año 1.250 kilos del hojas de plátano y se agotaron en menos de 24 horas. Díaz traerá una nueva partida en diciembre.

De cara al verano, los importador­es anuncian que traerán cervezas venezolana­s. Rivas piensa además en sumar patés.

En la decisión de importar productos influye el potencial de mercado, pero también los costos, afectados por los impuestos que gravan a la mercadería, que procede en su mayoría de EE.UU.

Díaz aclaró que la intención no es competir con los productos uruguayos. La carga impositiva tampoco lo permite. «Pero hacemos lo posible para que el producto pueda tener un mejor precio y rotar lo más rápido posible», matizó.

Pese a todo, el negocio sigue florecient­e, con un mercado nostálgico asegurado. En Venezuela hay «una situación (política y económica) muy difícil, entonces, dudosament­e las personas vayan a regresar. Quizás a mediano o largo plazo. En lo inmediato es un negocio que puede funcionar porque hay público y demanda», razonó Rivas. Si los venezolano­s se marcharan del país, los consumidor­es uruguayos de productos sin gluten «serían el mercado alternativ­o», concluyó.

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