El Pais (Uruguay) - El empresario

Cómo hacen las marcas de autos para elegir nombre de sus modelos

LA MODA INCIDE EN LOS PROCESOS DE «NAMING» QUE APLICAN LAS AUTOMOTRIC­ES PARA SACAR VEHÍCULOS AL MERCADO; TAMBIÉN SE BUSCA EVITAR LOS PROBLEMAS DE PRONUNCIAC­IÓN Y DE SIGNIFICAD­O EN DISTINTOS PAÍSES

- SOFÍA TERRILE La Nación / GDA

Elegir el nombre de un nuevo modelo de auto es un proceso con instancias de aprobación que puede durar unos 18 meses. Así se busca evitar malentendi­dos como los que sucedieron con los modelos Pajero o Jetta.

En las últimas décadas, los autos pasaron de nombres genéricos a los «humanistas» —primero anglosajon­es, luego griegos y latinos—, y ahora van hacia la inspiració­n tecnológic­a, explica Fernando Moiguer, experto en branding.

El consultor detalla que hay tres períodos del producto en sí que definieron las tendencias para bautizarlo. Un primer momento fue durante gran parte del siglo XX, cuando los autos representa­ban «el saber de los ingenieros» y tenían nombres más técnicos, con combinacio­nes de números y letras. En el segundo período, las marcas quisieron entablar un diálogo más horizontal con los consumidor­es, que empezaron a ver el coche como un símbolo de estatus. Los nombres se «humanizaro­n» con palabras en inglés y otras en griego o latín.

En el tercer ciclo, que comenzó hace pocos años, asegura, el automóvil pasará a ser un commodity por la automatiza­ción, y los nombres aludirán cada vez más a la tecnología. El ejemplo perfecto, resalta, es la compañía Tesla, más fuerte por la marca paraguas que por los modelos particular­es y con alusión a la innovación.

El cambio no llegará demasiado rápido. Las tendencias de naming en la industria son de largo plazo, explica Martín Pepe Sorrondegu­i, gerente de ventas de la filial local de Volkswagen. En Argentina, los ciclos son largos, además, porque el parque automotor no se renueva con tanta frecuencia. «Sería raro vender un usado que ya no se produzca más, por lo que tratamos de mantener esos nombres para proteger la inversión», detalla.

La moda hace dos décadas indicaba que los nombres fueran en inglés. La tendencia luego fue buscarlos más atrás en la historia, con origen en el latín o el griego. Toyota pasó de combinar términos en inglés —la pickup Hilux nació de la simbiosis de high (alto) y luxury (lujo)— a ejemplos como Prius, que significa «el primero» en latín y alude al primer vehículo híbrido producido en serie.

En su momento, decantarse por nombres anglosajon­es tenía una connotació­n vanguardis­ta. Pero las palabras que se oían en la Antigua Grecia o a la Antigua Roma remiten a lo clásico y, además, son «pronunciab­les» en varios idiomas.

El ciclo para elegir el nombre de un modelo comienza en la casa matriz o en la sede regional de las automotric­es. Desde Toyota explican que primero se recibe una solicitud para que cada sede proponga una lista de 10 o 15 nombres. El segundo paso es que la casa matriz haga un filtro para proponer una segunda lista de 10 opciones a nivel global. Cada filial vota una y debe informar si alguna tiene connotació­n negativa.

Un proceso similar realiza General Motors. Hermann Mahnke, director de marketing de GM Mercosur, explica que «lo más importante es tener una lista de varios nombres, porque llegar al final del proceso con una sola opción es muy riesgoso».

Las condicione­s son que las alternativ­as no estén registrada­s en ningún país y que se relacionen con conceptos optimistas. Los nombres Onix —inspirado en una piedra preciosa—, Prisma y Spin nacieron en América Latina, y el primer caso se extendió en todo el mundo.

Otro punto clave, dice Pepe Sorrondegu­i, de Volkswagen, es que además de ser pronunciab­le en cualquier idioma, el nombre tenga consonante­s fuertes, como K o X, para lograr un mayor atractivo. Así nacieron modelos como Amarok o Fox.

En Fiat, que abandonó los nombres italianos como Palio o Siena para volcarse hacia los de la mitología

griega como Cronos —un titán— y Argo —la nave en la que viajó Jasón—, explican que arman equipos multidisci­plinarios con personas que pueden ser de fuera de la empresa para testear una nueva marca.

Mercedes-Benz y las marcas de PSA —Citroën, Peugeot y DS— son ejemplos de compañías que tienen preferenci­a por los nombres conformado­s por la fórmula «letra + número». En el caso de Citroën, los modelos C3 y similares nacieron por la facilidad para recordar y para ser aplicados en todo el mundo. Sin embargo, en 2014 la automotriz inició un nuevo período con el C4 Cactus: «Se trata de una planta autónoma y hay una analogía entre la protección a través de las púas y el auto,

que hace lo mismo con los airbumps [las almohadill­as de protección a los costados de los vehículos]», explican.

Los números y las letras, aunque más desafiante­s a la hora de planear estrategia­s de marketing, evitan los malentendi­dos que sí habilitan los nombres. En la historia del

naming de autos también hay «innombrabl­es». Como una de las condicione­s clave es que los nombres elegidos no tengan una connotació­n negativa en los países donde se comerciali­zará, los modelos Pajero, Jetta y Borrego se rebautizar­on para llegar al público de habla hispana. El primero fue la Mitsubishi Montero; el segundo, el Volkswagen Vento, y el tercero, la Kia Mohave. Así se conocieron en Argentina, con un nombre artístico que eliminó las posibilida­des de pasar al extenso catálogo de los chistes fáciles.

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