El Pais (Uruguay) - Ovacion

AÑO SABÁTICO

Pelusso no dirigirá en 2019

- SILVIA PÉREZ

“Después de perder 5 a 0 en el clásico estuve un año y cuatro meses encerrado en mi casa haciendo el duelo”, contó el floridense

Gerardo Pelusso decidió tomarse un año sabático. La enfermedad y el fallecimie­nto de su exjugador y asistente técnico Líber Vespa le pegó muy duro. Que no dirija no significa que no trabaje. Ve fútbol de todos lados y la computador­a está siempre abierta sobre la mesa de su hermoso apartament­o de la rambla de Pocitos, en el que cumplió —tras irse a Catar, donde estuvo al frente del Al-arabi— el sueño de su vida: vivir frente a la costa.

“Hace varios años que llegué a la conclusión que cuando un técnico termina un ciclo de trabajo, lo más convenient­e es parar. Un entrenador, aun los más jóvenes, deberían parar porque cuando termina un ciclo en un equipo está agotado. Y eso de salir de un equipo, cerrar la valija, hacer la mudanza, terminar con la documentac­ión y salir corriendo para otro club, no termina bien. Cuando un técnico llega a un club debe estar fresquito. Con la cabeza puesta allí para armar el plantel, ver las competenci­as, reunirse con los dirigentes, armar la pretempora­da, lograr que el equipo funcione. Y para todo eso, para tomar decisiones, hay que estar fresco”, explicó Pelusso, quien estuvo al frente de Deportivo Cali hasta hace unos meses. “Lo he hecho, hasta que aprendí que no había que hacerlo. Y cuando pude hacerlo, porque a veces uno no tiene más remedio que trabajar enseguida porque lo necesita para vivir”, insistió, aunque admitió que es normal que a los pocos meses de estar sin equipo a un entrenador le empiece a picar el bichito. “Es el gran problema de un técnico cuando no trabaja: la ansiedad. Y la ansiedad trae otras cosas, como la insegurida­d. Porque cuando te tomas un tiempo libre no sabés si va a ser seis meses, un año o también puede ser que no trabajes más. Pero cuando te car-

gás de cierta experienci­a y tenés una platita guardada para vivir tranquilo, no te preocupa”. CORRALITO. Pero no siempre fue así. Hubo un momento bisagra en la carrera del floridense. “Te puedo dar hasta la fecha. El 15 de julio de 2002 me echaron de Macará de Ambato. Decidí quedarme en Quito a vivir una soltería entre amigos, hasta que apareciera otra oportunida­d. Pero en agosto me llamó mi hija para decirme que habían cerrado los bancos. Era el corralito. En 15 días me quedé sin trabajo y sin nada de plata. Estuve un año viviendo en un monoambien­te que le había comprado a mis hijos que estaban estudiando en Montevideo, con ellos. Tenía dos posibilida­des: o me iba al fondo del mar o aprovechab­a para cambiar algunas cosas. Lo del banco no había sido culpa mía, pero tenía 50 años y me tuve que replantear muchas cosas. Empecé a mirar para adentro y me di cuenta de las muchas cosas que había hecho mal”, relató.

“Lo primero que entendí fue que esto era un trabajo en equipo. Yo había salido al exterior solo. Entonces formé un cuerpo técnico, con el profesor Salnitro, Mario Viera y Carlos Vázquez y empezamos a trabajar sin tener equipo. Entendí que lo más importante no es el entrenador, sino el cuerpo técnico. Y apareció nuevamente Cerro en mi vida, luego Danubio y ya no paramos más”, añadió. “Y si alguna virtud he tenido fue saber elegir a mi cuerpo técnico. Hoy todos mis asistentes son entrenador­es y destacados: Mario Viera, Mauricio Larriera y Pablo Peirano. Quiere decir que tuve buen ojo, pero ellos fueron los que me impulsaron”.

La decisión de tomarse un año sin dirigir fue tomada hace meses tras vivir un año muy duro. “Fui a Colombia con Líber Vespa a quien tuve como jugador y fue mi primer capitán en Cerro en 1994. Siempre le decía que él me había ayudado mucho sin darse cuen- ta. Yo tenía una deuda moral con él y siempre le dije que estudiara y se preparara. Y cuando Peirano decidió hacer su camino lo fui a buscar. Nos fuimos con un entusiasmo brutal. Él me inyectaba lo que necesitás a medida que vas creciendo: juventud, frescura, el aggiornars­e. Tras su enfermedad y su muerte decidí terminar en el Cali, un club de primera línea en América y con gente maravillos­a. Aunque el presidente quería firmar por tres años más, al margen de los resultados”.

Salir del circuito por un año puede ser un arma de doble filo, pero a Pelusso no le preocupa. “El miedo lo perdí hace años. Un entrenador de fútbol no se recibe de entrenador de verdad hasta que no pierde todos los miedos: el miedo a perder, a los periodista­s, a la crítica de los dirigentes”, aseguró.

Su primera experienci­a como técnico fue en un equipo amateur, en una liga barrial en Quito, mientras intentaba recuperars­e de dos operacione­s de rodilla, que a la postre no le permitiero­n seguir jugando. En ese momento defendía a Emelec y se fue a Quito a hacer la recuperaci­ón. “Ahí empecé a estudiar, hice mi primer curso de entrenador y dirigí Colocolo, un equipo de la colonia chilena. Un equipo barrial, con cancha de tierra”.

En ese momento, el floridense no podía imaginar que iba a tener una carrera tan exitosa en la que ganó 18 títulos en los últimos 12 años. “Fui jugador de fútbol porque el único juguete que conocí en mi vida fue la pelota. Y por eso fui jugador profesiona­l, pero ser entrenador es algo que yo elegí. Y me preparé. El profesor Luis Betolaza me regaló un libro y me di cuenta que esa era mi vocación. Luego dirigí a Emelec, cuando tenía sólo 30 años, y después estuve siete años en Florida, un fútbol totalmente amateur donde yo colgaba las redes, inflaba las pelotas y le sacaba la ficha médica a los jugadores. Ahí me di cuenta que esa era mi vocación: organizar las cosas para que los muchachos jugaran a la pelota”. DUELO.

Le cuesta elegir el mejor momento de su carrera. Dice que hay varios, pero ante la insistenci­a se queda con el Danubio Campeón Uruguayo de 2004. “Fue el primer título de mi carrera y mi plataforma de lanzamient­o. Ese equipo era un máquina. Muchachos jóvenes con un potencial muy grande. Siempre digo, sin menospreci­ar a Danubio que lo llevo en mi corazón para toda la vida, que si se hubiera podido mantener ese equipo durante dos años y hubiera tenido puesta la camiseta de un cuadro grande era campeón de la Libertador­es. Era una máquina de jugar. Nunca me sentí tan feliz y tan identifica­do con el juego de un equipo”.

El peor momento, en el que más sufrió, fue en su segunda etapa al frente de Nacional, cuando lo despidiero­n tras la derrota clásica por 5 a 0 en el Clausura de 2014. “La cosa empezó mal desde que arrancamos. Todo rodaba mal. Llegamos y a los pocos días internaron a Walter Ferreira y me avisaron que tenía cáncer. Luego un futbolista, al que trajimos de Italia con una expectativ­a bárbara, tuvo que ser operado por el mismo tema. Y también la esposa de un futbolista que murió por un cáncer. Era una atrás de la otra. Parecía mentira. La cosa empezó mal y terminó igual, con aquella goleada”, admitió.

“Después de perder 5-0 ese clásico estuve un año y cuatro meses encerrado en mi casa haciendo el duelo. No quería salir ni hablar de fútbol. Fue durísimo ese tramo. Pero en ese lapso nos preparamos con el profesor Javier Carballo y Pablo Peirano, que recién empezaba con nosotros. Queríamos una revancha, pero no podía ser cualquiera. Me tomé ese tiempo, hice el duelo calladito, pero me estudié todo el fútbol de Sudamérica. Antes de tomar un equipo uno analiza tres cosas: proyecto deportivo, lo económico y dónde vas a vivir. Son las tres cosas importante­s. Pero esa vez no importaba ni lo económico ni el lugar. Le dije al profe que si teníamos que ir a la selva a vivir arriba de un palmera lo íbamos a hacer. Necesitába­mos una situación que nos volviera a posicionar, porque habíamos salido mal de la selección de Paraguay y de Nacional. Hablando en términos ciclístilo­s, no podíamos tener otra pinchazo más”.

Lo que necesitaba sólo se lo podían dar dos equipos, al menos dentro de sus posibilida­des: Emelec y Santa Fe de Bogotá. Y así se lo dijo a su representa­nte. Aunque estuvo en conversaci­ones con el primero, se dio lo del equipo colombiano. Y terminó ganando la Copa Sudamerica­na. “La llave más difícil que nos tocó fue contra Emelec. Yo sabía que si ganábamos no nos paraba nadie. Transforma­mos una cosa muy negativa en una positiva”.

“Un entrenador no se recibe de verdad hasta que pierde todos los miedos”.

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 ??  ?? Familia. Se irá para afuera con sus hijos Fabricio y Fernanda y su nieto Bautista, de ocho años. “Ahora viene y me lo quedo 20 días para mí”.
Familia. Se irá para afuera con sus hijos Fabricio y Fernanda y su nieto Bautista, de ocho años. “Ahora viene y me lo quedo 20 días para mí”.

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