El Pais (Uruguay) - Ovacion

Un servidor de los delanteros que lleva el gol en la sangre

Ismael Espiga. Su vida después del fútbol y los secretos para ayudar a Matías Arezo, Canobbio y cientos de profesiona­les

- DIEGO DOMÍNGUEZ

Muchos lo recordarán bailando murga en la vieja presentaci­ón del programa Pasión, emitido durante décadas por Tenfield. Alguno más nostálgico se acordará de sus goles con la camiseta de Deportivo Maldonado o tal vez Bella Vista. Las generacion­es más jóvenes, probableme­nte, solo lo tengan por el archivo o el recuerdo fresco de su última etapa en el fútbol de OFI. Y los delanteros de hoy, que es casi un hecho que no lo vieron jugar, consultan a Ismael Espiga a la par de un técnico de cabecera para mejorar sus cualidades.

“45 pirulos tengo. Me mantengo, ja”, le dice a Ovación este futbolista devenido en entrenador (licencia PRO), que es responsabl­e directo de la mejora en la definición que tuvieron en los últimos años futbolista­s del calibre de Matías Arezo o Agustín Canobbio.

Sus conocimien­tos como profesiona­l y el gen goleador del que todavía saca pecho lo hicieron enamorarse perdidamen­te, después del retiro, de la docencia, una vocación que junta ambas cualidades. Y si es adentro de una cancha, mucho mejor.

Codo a codo con el preparador físico Andrés Barrios, allá por el 2017 empezaron un camino por el que han transitado cientos de jugadores profesiona­les y que perdura hasta hoy, sobre todo en etapa de vacaciones.

¿Qué hacen? Trabajan en rutinas específica­s para el puesto de delantero: “Veo al jugador, analizo los videos y le armo tareas para que empiece a vivenciar algunas cosas. Es fundamenta­l armar ejercicios para que el jugador diga ‘esto me hace bien,’ ‘esto me está faltando’”.

El caso de Arezo lo clarifica y vale de ejemplo porque desde su pasaje por River Plate es monitoread­o por Espiga y, siempre que puede, hasta ahora, acuerdan para trabajar juntos. “Me llegaba el video con los recortes solamente de él y era mucho más fácil. El lunes lo llamaba y le decía ‘esta jugada decidiste mal, ¿qué te pasó?’; ‘en esta opción quedaste muy solo, te apuraste’. Los martes venía para Maldonado y, según como viniera de la semana, hacíamos cancha y la parte física los jueves. Trabajamos todo tipo de ejercicios: giros, desmarques, apoyos”.

Los frutos del trabajo, poco a poco, comenzaron a reflejarse en cancha. Arezo pasó a ser un delantero que sacó provecho de sus dotes técnicos, mejoró su movilidad, las descargas, y su precisión al momento de dar el último pase, coinciden dos de sus entrenador­es consultado­s por

Espiga tiene las claves del proceso: “Una de las cosas que le dije en el primer momento fue que había que cambiar la fuerza por la colocación. Mati (por Arezo) abusaba de golpear fuerte porque de chiquito pateaba así y, si iba al arco, era gol. Pero, ya en Primera, no es solo con el golpeo fuerte; es fuerte y a un rincón”.

Para instruirlo, parte de tres premisas —“automatism­o, mejora técnica y confianza”,que muchas veces, según su análisis, quedan por fuera

Ovación.

del mapeo de los entrenador­es por “falta de tiempo” para abarcar todos los ejercicios específico­s.

Aunque también hay de los casos menos deseados: “A veces dirige gente que jugó (al fútbol profesiona­l) y no se preparó (para ser entrenador). Yo hice el diplomado de deporte colectivo, tengo el curso de gerencia y soy obsesivo por el tema de estar actualizad­o”.

Con el punto de partida puesto en los delanteros, Espiga se dedica a la formación de pequeños talentos o jóvenes en desarrollo mientras ejerce como docente en un prestigios­o colegio de Maldonado en el que también dirige su enfoque al fútbol desde hace ocho años.

Le “encantaría”, dice, trabajar

en un club profesiona­l para ayudar a los atacantes en la definición y en toda su formación técnica. Esto último “va de la mano de la parte física”, señala convencido.

Ya ha tenido conversaci­ones e intercambi­os informales con dirigentes y coordinado­res de juveniles de los equipos grandes, pero aún nada formal que lo seduzca para dejar atrás su querido Maldonado y embarcarse en un proyecto desde cero.

Ganas no le faltan: “Si la familia te inculca buenos valores y te hace formarte y estudiar, sentís menos el retiro del fútbol. A varios jugadores que dejan les pasa que no saben qué hacer porque no se forman. Piensan que es lo único que hay y, para mí, estudiar, formarse y rodearse de gente que te ayude es fundamenta­l. Pero los jugadores tienen un imán para escuchar solo lo negativo”.

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