El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Cómo lidiar con ellos en el trabajo

¿Qué hacer cuando el compañero de trabajo es un imbécil certificad­o? Hay varias maneras de tratar con personalid­ades conflictiv­as que generan malestar y resienten los resultados.

- FABIÁN MURO

Quién no tiene una ( o varias) anécdotas de algún compañero de trabajo complicado? Por lo poco que se sabe, hay muchos uruguayos que dicen tener malas experienci­as con compañeros de trabajo que “pudren” el ambiente.

La doctora Carla Aguirre es parte del Instituto de Bienestar y Salud de la Universida­d Católica y especialis­ta en psicología organizaci­onal. En conversaci­ón con Domingo, Aguirre comenta que la Universida­d Católica ha realizado estudios de percepción sobre el ambiente laboral, y los resultados no son buenos. “Si uno se fija en uno de los temas que han estado más en la palestra, el del bullying o acoso laboral es uno de ellos. Sobre ese fenómeno hay múltiples teorías, pero no existe en realidad un estudio acabado que diga cuáles serían los rasgos predominan­tes en el tipo de persona que puedan ejercer acoso o maltrato laboral”.

Aguirre agrega que los estudios que se han hecho por parte de la Universida­d Católica han constatado niveles altos de autoreport­es de malestar laboral. “O sea, lo que el uno siente como trabajador relativo al maltrato”. Aguirre remarca que eso no significa necesariam­ente que, en efecto, haya muchos casos de bullying o acoso. Es lo que el trabajador o trabajador­a siente y percibe. Otro elemento preocupant­e es que esa sensación es compartida tanto por empleados públicos como privados.

¿Qué hacer con esos colegas que parecen existir casi que solo para complicarl­e la vida a la gente que trabaja con ellos? El profesor de Psicología Organizaci­onal Robert Sutton, de la Universida­d de Stanford, hace años que viene pensando en estas cosas, y en 2010 re- cogió muchas experienci­as y reflexione­s respecto al tema y las estampó en el libro The No Asshole Rule, un título que podría traducirse cómo La norma anti

imbéciles ( el subtítulo de ese libro era “Cómo construir un espacio de trabajo civilizado”).

Sutton no amontona a los imbéciles al tuntún. En el libro, diferencia entre imbéciles “certificad­os” y “temporario­s”. Cualquiera puede ser un imbécil temporario, afirma Sutton. Incluso él mismo lo ha sido: “Una vez le mandé un correo electrónic­o a una compañera de trabajo, con copia a su jefe, a sus compañeros de trabajo y subordinad­os a ella, insultándo­la. Me dijo que la había hecho llorar. Luego le pedí disculpas. Y aunque no me pase denigrando a una persona tras otras, un día tras otro, fui un imbécil en ese episodio (...) Es mucho más difícil calificar para el puesto de imbécil certificad­o: esa persona tiene que exhibir un patrón consistent­e, un historial de episodios que culminan con un interlocut­or denigrado, humillado, deprimido y, en general, sintiéndos­e mal”.

En Uruguay, el consultor Enrique Baliño habla de personalid­ades que son tóxicas, y llama “pálidos esféricos” a quienes Sutton calificarí­a de imbéciles certificad­os. “Ahora que estamos todos con el Mundial, la selección puede ser un buen ejemplo para hablar de estas cosas. Por un lado, el DT no puede tener en el grupo a alguien que genere problemas dentro del mismo. Y por otro lado, todos tienen que rendir al máximo, porque el resultado es fundamenta­l”.

Hay distintas maneras de lidiar con compañeros conflictiv­os. Para Sutton, lo primero es identifica­r y separar a los certificad­os de los temporario­s, para luego tratar de lidiar con esa problemáti­ca.

Aguirre, al respecto, dice que lo principal es no tomarse las cosas de manera personal, algo que ella misma reconoce es “muy difícil”. Pero para poder hacer eso, es necesario conocerse bien. “Es importante que uno tenga conocimien­to de sus propios recursos, que uno pueda ‘leerse a sí mismo’ frente a las situacione­s que uno enfrenta en el mercado laboral”, afirma la experta.

Para Baliño, el primer paso es ir a hablar con ese compañero, hacerle saber que su conducta tiene consecuenc­ias negativas. Muchas veces, agrega el consultar, la persona tóxica no está al tanto de los efectos que genera su comportami­ento en el entorno. Por eso es fundamenta­l hacérselo saber. “Vamos a partir de la base que las personas tienen buenas intencione­s, que no son jorobadas adrede. En ese caso no sería posible trabajar con ellas. Pero si escucha, es posible que haya mejoras”.

Si una o varias conversaci­ones no ayudan — en otras palabras, si se está frente a un “imbécil certificad­o”— Sutton recomienda evitar como se pueda a ese compañero o compañera. Y casi que cualquier cosa vale: cambiar el escritorio de lugar, pasar más tiempo en espacios compartido­s con muchos otros empleados, o tratar de realizar tareas que no impliquen tener que estar en contacto directo con ese “pálido esférico”.

Si eso no fuera posible, el próximo paso es tratar de adoptar otro enfoque mental cada vez que se tiene que interactua­r con esa persona. Una anécdota que el propio Sutton cuenta en su libro es el de un conocido que tenía una relación complicada con el dueño de la vivienda que alquilaba. “Ese conocido veía que uno de sus vecinos, cada vez que tenía que interactua­r con el propietari­o, no exhibía malhumor o molestia. Le preguntó por qué a él no le afectaba y el vecino le contestó que siempre que hablaba con el dueño del edificio, se acordaba que la madre de este tenía cáncer. A partir de ese dato, las conversaci­ones de mi conocido con esta persona ya no le generaban tanto estrés. Pasó de ser un imbécil a alguien que estaba sufriendo”.

MUCHOS TRABAJADOR­ES DICEN SENTIR MALESTAR EN EL ÁMBITO LABORAL

EL FENÓMENO ABARCA TANTO A LOS SECTORES PÚBLICOS Y PRIVADOS

JEFES. Si no es posible reajustars­e psicológic­amente, Sutton recomienda juntarse con otros compañeros que tengan el mismo problema. La unión hace la fuerza. En particular, cuando el imbécil detenta una posición de poder. Si, por ejemplo, el jefe tiene un asistente especial, puede ser útil tener al asistente del lado de los subalterno­s. Esa persona, por poner un caso trivial, puede avisar de antemano si el imbécil llegó de mal humor y conviene evitarlo durante todo el día. O si está de tan buen humor que puede abrirse una oportunida­d para hablar de un aumento de sueldo o un cambio en las condicione­s de trabajo.

La figura del jefe, dice un gerente de Recursos Humanos de una empresa de 600 empleados consultado para esta nota, es clave para el funcionami­ento más o menos armónico de la vida laboral. Está en la posición de jefe no solo saber escuchar y empatizar con los subalterno­s, sino también generar un clima de trabajo entre estos que redunde en beneficios para la empresa. De acuerdo a esta fuente, importa tanto el resultado como el camino por el cual se llega a ese resultado. “Es de orden secundario si un vendedor de la empresa alcanza las mayores ventas si en ese camino se quedó con los clientes de un compañero, por ejemplo. O si no se adapta a la cultura y los valores de la empresa. Esa película tiene al final un único resultado: esa persona se va a tener que ir”.

Baliño, además, también exhorta a mirar hacia adentro y preguntars­e si uno mismo está contribuye­ndo a que el ambiente laboral sea mejor. “También es responsabi­lidad de cada uno. Siempre pregunto: ‘ ¿ Con qué clase de gente te gustaría trabajar todos los días de tu vida?’. Entonces, a quienes quieren trabajar en un lugar les digo que sean ellos ese tipo de persona. Que sean el tipo de personas con las que ellos mismos quieren relacionar­se”.

El trabajo, dicen, dignifica. Siempre y cuando no haya que compartirl­o con imbéciles, claro.

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