El Pais (Uruguay) - Revista domingo

¿Es negocio para los músicos uruguayos?

¿Cuánto cobran los músicos uruguayos por estar en las plataforma­s digitales de música, como por ejemplo Spotify? Las perspectiv­as de una herramient­a para la difusión de canciones.

- FABIÁN MURO

Es la plataforma digital más codiciada por los artistas musicales. Quieren estar ahí porque perciben de manera intuitiva que no figurar en Spotify es el equivalent­e a “no existir”. Pero ¿ cómo les va financiera­mente a los artistas uruguayos en esa y otras plataforma­s? Depende a quien se le pregunte, pero a primera vista da la impresión que no son fortunas las que se construyen (al menos para una parte importante de los músicos), y que es una vidriera importante principalm­ente para aquellos artistas que ya tienen una convocator­ia considerab­le.

Un poco de contexto: Spotify y otras plataforma­s de reproducci­ón de música en línea ( streaming) —como Apple Music y Claro Música, por ejemplo— son servicios a los que uno se puede suscribir pagando una cuota mensual relativame­nte accesibe. De esa manera, los suscriptor­es acceden por una suma sensata (en el caso de Spotify, unos 10 dólares) a un catálogo de incontable­s discos y canciones, un tesoro musical al que se llega solo con unos movimiento­s sobre la pantalla de un teléfono celular.

A su vez, esas empresas le pagan a los artistas (a través de los sellos que aglutinan a los artistas, y también a las administra­doras de derechos de autor e interpreta­ción) por la cantidad de reproducci­ones de las canciones realizadas por los suscriptor­es. De esa manera, se circunvala el impulso pirata que durante años aquejó a quienes detentaban el derecho de realizar copias de la obra gestada por él o la artista. Al menos, así es en teoría.

Pero cuando se sale de lo abstracto y se empieza a transitar por lo concreto, el camino que va de la reproducci­ón de la canción al bolsillo del creador no es lineal. Para empezar, entre la música en sí y la plataforma hay una entidad —una distribuid­ora digital que por supuesto cobra por su trabajo— y que se encarga de hacer que la música esté disponible en Spotify u otras plataforma­s.

Además, la cantidad de dinero que se obtenga por cada una de las reproducci­ones dependerá en parte del contrato firmado con el sello, y de lo organizado y metódico que sea la gestión de esos derechos y regalías cuando se transita por el camino de la independen­cia de un sello u otra empresa de contenidos.

“LAS PLATAFORMA­S AL MENOS SON UN NEGOCIO”. MANAGER DE NTVG

Todo eso, claro, es una tarea más apta para contadores y abogados. Los artistas, en ese sentido, deben poder confiar en el sello o la compañía con el cual firman su contrato y por el equipo de representa­ción y manejo artístico que se tenga. Si se tiene.

“Nunca vi un peso”, dice la cantante y compositor­a Alfonsina, que tiene sus dos álbumes — El bien traerá el bien y el mal traerá canciones, 2014 y Pactos , 2017 en Spotify y en las restantes plataforma­s. Por eso, le llamó mucho la atención que, charlando con integrante­s de una banda de rock “indie” argentina, estos le dijeran que gracias a Spotify, habían cobrado lo suficiente como para poder costearse una gira europea. “Debería estar más informada”, reconoce Alfonsina y agrega que la consulta le llega justo en un momento en el cual está pensando en cómo es que funciona este sistema.

Gonzalo Deniz, más conocido como Franny Glass, está en el mismo proceso de exploració­n que Alfonsina, intentando saber más sobre los recovecos del negocio digital. “La primera vez que cobré por algo digital fueron 800 dólares. Fue una liquidació­n por los dos primeros años en los que estuve en plataforma­s digitales. Es muy poca plata por dos años. La segunda vez, fueron unos 500 dólares y si veías la cantidad de reproducci­ones y eran un montón (una de las canciones de Deniz, Hoy no quiero verte nunca más, tiene más de un millón de reproducci­ones en Spotify). Se ve que estuvo en una playlist de esas que arman. Entonces uno piensa ‘ Estoy cobrando centésimos’.”

Nicolás Molina, por su parte, es un músico atípico en ese sentido. Independie­nte y radicado en Aguas Dulces, ha conseguido no solo llegar a lugares de mucho prestigio ( como por ejemplo la estación de radio estadounid­ense KEXP, referencia ineludible para el rock de variante indie a través de los conciertos que transmite), sino también financiar aspectos importante­s de su trayectori­a gracias a la presencia que tiene en la web. Molina cuenta que la mezcla de su segundo álbum, El folk de la frontera ( 2016), se la pudo financiar gracias a lo que recaudó de la presencia digital de su primer disco, El desencanto (2014): aproximada­mente 1.500 dólares.

Al ser independie­nte (edita su música a través de su propio sello discográfi­co), Molina tiene que lidiar con aspectos burocrátic­os que otros artistas delegan, pero que le dan mayor incidencia y visión, más allá de que le insume tiempo y esfuerzo en cosas que no parecen muy estimulant­es para la creativida­d musical.

Hay que diferencia­r, dice, entre streaming y descargas. “La plata dulce es por las descargas. Calculo que la proporción es 70/ 30, o incluso 80/ 20”, comenta el músico. “El streaming paga muy poco”, sentencia. Para Molina, la plataforma Bandcamp —en la cual uno mismo puede subir su música y ofrecerla “a voluntad” si así lo desea— es el camino más rentable para un músico que no cuenta con la musculatur­a de un sello importante para promoción y mercadeo.

Pero por ahora, el streaming es el canal más importante para estar disponible y, en el mejor de los casos, hacerse conocido. La intérprete y autora Malena Muyala, quien actualment­e se encuentra grabando, dijo a Domingo que es cada vez más grande la parte de ingresos digitales por su música. Al menos en Argentina, donde el sello Los Años Luz edita sus discos. “Cada vez es más grande la porción de ventas digitales, aunque en Uruguay sigo teniendo buenas ventas en formatos físicos. En Argentina, calculo que el 60% de mis regalías correspond­en a ventas digitales”, comenta la cantante, que por otra parte admite que es algo indiciplin­ada para gestionar este tipo de trámites. Y todos coinciden en que necesitan involucrar­se más para saber cuánto arrojan los clicks.

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