El Pais (Uruguay) - Revista domingo

A punto de cumplir 40 años, la actriz argentina reparte sus días entre el cine, la televisión, la maternidad y la militancia por el aborto legal.

- SOLEDAD GAGO

Ysi es una cuestión de fe, las mujeres somos la religión en la que tienen que creer”. Pañuelo verde al cuello, palabras que no titubean, pelo recogido en una cola que descubre el rostro, ojos, también verdes, intensos, que miran de frente. “Créanos, somos mujeres luchando por nuestros derechos, por nuestra libertad”. Lágrimas. Brazos que se sostienen. Un “muchas gracias” y entonces el aplauso. Dolores Fonzi, mujer, actriz, madre de dos hijos, acaba de exponer en el Congreso en los días previos a que se votara la despenaliz­ación del aborto en Argentina. Dolores Fonzi, mujer, actriz, madre de dos hijos, acaba de ponerle el cuerpo a unas palabras que no son solo suyas y a una lucha que le pertenece tanto como a cualquier argentina y como a cualquier mujer (como a cualquier persona).

El 14 de junio de 2018, Argentina empezó a cambiar su historia. La Cámara de Diputados votó a favor del aborto legal. Fueron 129 votos contra 125. La mitad del camino está recorrido. Y Dolores, junto a más de 500 actrices, hicieron visible masivament­e el reclamo de las tantas mujeres que en Argentina venían con esta lucha desde hacía más de diez años.

Dolores, que militó por primera vez en su vida por el aborto legal. Que sintió que no podía ser indiferent­e. Dolores, que nació en una familia convencion­al, de clase media y católica. Dolores, que fue a un colegio inglés en Adrogué, ciudad ubicada en el Sur del Gran Buenos Aires. Dolores, que fue una niña con un mundo interior e imaginario grande, rico. Que eligió ser actriz contra todo y todos, que a cada paso que dio le tuvo que demostrar a su familia que sí, que iba en serio en esto de la actuación, que era lo que elegía para su vida. Dolores, a punto de cumplir 40 años, con una carrera de trayectori­a en televisión, cine y teatro, es una de las voces más representa­tivas de las actrices argentinas que se ataron el pañuelo verde y salieron a la calle a pedir que no haya ni una menos.

Nació en Buenos Aires pero a los siete años, tras la separación de sus padres, se fue a vivir con sus dos hermanos, Tomás y Diego, a Adrogué, la ciudad natal de su mamá. Nunca fue el payaso de la fiesta, nunca le gustó llamar la atención, nunca quiso actuar frente a los demás. Lo de Dolores iba por otro lugar: era un deseo interno, era un mundo interno que la hacía imaginar y crear mundos imaginario­s y paralelos, que la hacía pensarse como otra persona.

Tantos mundos y tanta imaginació­n terminó por despertar una vocación a la que Dolores se entregó a los 12 años, cuando empezó a estudiar teatro. Tiempo después, mientras estaba de vacaciones en Pinamar con un grupo de amigas, un representa­nte de modelos la vio y le propuso hacer castings para publicidad­es. Un casting la llevó a otro hasta que se vio haciendo una prueba para una tira de televisión que se iba a emitir en Canal 9. Tenía 17 años y la contrataro­n para ser parte del elenco de

Tuvo que pelear, Dolores. Pelear con su familia para que entendiera que ella quería ser actriz y que lo iba a hacer en serio, es decir, que iba a estudiar, que se iba a formar, que iba a vivir de la actuación. A los 19 años su vida cambió. No es que Dolores haya cambiado, sino que su vida La nena. pasó de ser suya y empezó a ser un poco de todos los fanáticos que la vieron en

la tira juvenil de Cris Morena que fue cuna para toda una generación de actores, como Dolores y su hermano Tomás, Celeste Cid, Luciano Castro, Marcela Kloosterbo­er, Diego Ramos, Agustina Cherri, entre otros.

Dolores no fue parte de la tercera y última temporada de la novela. Hizo un casting y la selecciona­ron. Era para ser parte del elenco de la película dirigida por Marcelo Piñeyro y protagoniz­ada por Leonardo Sbaraglia. “Yo pensaba que había hecho esa película y algo se iba a destapar, pero después te das cuenta de que nunca se llega a ningún lado, el proceso de crecimient­o nunca termina. Llegar es un verbo que no existe en esta profesión”, dijo la actriz en una entrevista. Lo cierto es que a partir de entonces Dolores hizo la carrera que quiso: primero teatro ( rano del 98,

( Ve- Plata quemada,

El señor Bergman y Dios, Amanda y Eduardo, Isósceles,

son algunas de las obras en las que participó) después televisión (

Cabecita, El sodero de mi vida, Sangre fría, Mujeres asesinas, Graduados, La leona), Esperando al Mesías, Vidas privadas, El fondo del mar, La patota, Nieve negra, La

después cine cordillera,

por mencionar algunas), y después, alternando años de trabajo con años de viaje y de descanso. “No siento un vacío cuando no estoy actuando, nome pasa eso que a veces le pasa a los actores. Yo disfruto del tiempo libre”, dijo.

Todo eso hasta 2008, cuando tuvo su primer hijo con el actor mexicano Gael García Bernal. Dolores tenía 30 años y dejó prácticame­nte todo para dedicarse a ser madre de Lázaro. En 2011 llegó su segunda hija, Libertad y tres años después, se separó del mexicano.

Hasta mayo de este año alternó su vida entre Argentina y Uruguay, en donde estaba filmando la película del uruguayo Federico Veiroj, que la tiene como protagonis­ta junto a Daniel Hendler y Benjamín Vicuña. También será parte la ficción que la productora Pol-ka se prepara para empezar a grabar a en los próximos meses.

Los ojos tan verdes y tan intensos, la mirada penetrante, el pelo corto que despeja la cara, la palabras firmes, el humor elegante, la maternidad, la militancia y el pañuelo en el cuello. Dolores es la de siempre, pero no. Como todo, como todos, también cambió. Otros pecados, El cambista,

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