El Pais (Uruguay) - Revista domingo
Ciudadanos del mundo
Gardel morirá definitivamente. Bergman será un recuerdo borroso para mucha gente que verá en él una cinematografía esclerosada. Leni Riefenstahl será un momento negro de alguien al servicio del nazismo que nadie conocerá (ya casi nadie sabe quien fue la vieja maldita). Puede que se salven los Beatles —por un tiempito— pero al final la piqueta fatal del progreso los demolerá.
Vvimos el día a día. En estos tiempos nadie puede imaginar mucho el futuro. Donald Trump no ayuda demasiado, los chinos siguen siendo un misterio (peligroso) y Europa inundada de inmigrantes vive dentro de un Estado de Bienestar jaqueado y en medio de la revancha de los colonizados que se le cuelan por todos lados. ¿Qué querías luego de succionarlos durante siglos? ¿Que nunca volvieran a cobrar lo que les robaste?
La “política” actual no tiene “ídolos”. Casi no hay referentes morales. Y no es acá solo el problema, ni en la región, es en el mundo entero. En algún sentido lo que ha muerto no es la “historia” como afirmaba Fukuyama con impertinencia, sino la “utopía” como objetivo, y si no nos podemos mover por más esperanza, es sencillo: estamos muertos. La vida sin sueños es como un helado sin azúcar. No es vida muchachos. La vida siempre necesita querer, poder, empujar, cambiar, agitar y soñar. Por eso la música, la literatura y el arte mutan. Porque son lo mejor de nosotros mismos. Sencillo.
El partido de los desencantados, descreídos, enojados e inadaptados es enorme. Esa es la mayoría de la gente. Esa es la verdad. Y si pasa eso, estamos mal.
Pero les tengo una buena noticia: algo está germinando en los más jóvenes. Siempre ha sido así y siempre lo será. Por alguna razón las generaciones que vienen nos ayudan ameternos en el presente. Vivomuchas más horas que todos mis lectores con jóvenes —los docentes tenemos ese privilegio— por eso les aseguro que los buenos de ahora serán mucho mejor que los buenos de ayer. La del presente es una generación “síntesis”: los centenials no pierden el tiempo con lo abstracto, intuitivamente (igual que con las computadoras) saben lo que no quieren (por defecto), van al grano en sus sentires, tienen menos vergüenza de sí mismos, se autoidentifican con lo que seleccionan y no con lo que el “mercado” les produce. Son mejores que nosotros, así nomás. Son más vivos y entienden el mundo, su mundo, ya no tanto el nuestro. ¿Por qué deberían de hacerlo? No equivocarse entonces.
Me paspan esos veteranos que viven creyendo que sus tiempos fueron mejores, que como que en sus épocas el poeta tal era un monstruo y el pintor tal era casi Picasso. Es sencillo: no es así, es exactamente al revés y por eso se vive más, se muere menos al nacer, hay menos enfermedades mortales, la expectativa de vida se estira muchísimo y hay menos conflictos que antes. En resumen, este mundo es mejor que hace cincuenta o treinta años atrás. Punto. Jaque mate. En el fondo no soy panglossiano, ni un estúpido que cree que viene la felicidad y todos cantaremos la canción de Palito Ortega. Lo que pasa es que me parecen fuertes los pibes del hoy, me convence la idea que el mundo es mejor, solo que no siempre derrama para todos de manera correcta. (Sí, Steven Pinker tiene razón con su último libro aunque aburren sus datos y su manera dogmática de mostrar lo obvio.)
Igual seguiré levantando la bandera de los enciclopedistas, igual seguirá vivo Tocqueville. Hobbes será una advertencia para lo peor de nosotros mismos, todo eso será así, pero el mundo contemporáneo —insisto— es mejor al que teníamos. ¿Uruguay también se aprovechará de lo que viene? Si yo fuera un necio estaría en la cancha chica diciendo que acá, capaz no se entiende el presente… en realidad el país se perdió alguna oportunidad de dar un salto cualitativo, eso es lo que siento, pero los que vienen, estos pibes de hoy —que están en el banco— vienen por todo y van a morder la cancha. Sócrates tenía razón: somos ciudadanos del mundo.
“Seguiré levantando la bandera de los enciclopedistas, pero el mundo contemporáneo es mejor al que teníamos”