El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Con el colombiano Antonio García Ángel “Quería ver cómo estaba de ovarios para escribir”

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MERCEDES ESTRAMIL*

En un restaurant­e campestre situado en el bullicioso centro de Bogotá, frente a dos platos típicos colombiano­s, el ajiaco ( de Bogotá) y la bandeja paisa ( de Medellín), transcurre esta conversaci­ón con el escritor Antonio García Ángel (1972, Cali), autor entre otros libros de la colección de relatos Animales Domésticos ( 2010) y de la novela Declive (2016) editados por Penguin Random House. Director del proyecto municipal Libro al viento y observador implacable de la literatura de su país, García Ángel habla pausado y firme. Hoy trabaja en el libro de relatos Animales Salvajes, y acaba de ganar junto con la escritora Pilar Quintana un estímulo estatal de un millón de dólares para llevar al cine un guion escrito por ambos titulado “Lavaperros”, que dirigirá el cineasta colombiano Carlos Moreno.

-Hay una tradición de relatos sobre empleadas domésticas, desde la Cenicienta de los hermanos Grimm hasta obras de Margaret Atwood, Flaubert, Lucia Berlin, etc. ¿De dónde surgió tu idea para un relato como “Animales Domésticos”?

-Estaba de visita en Miami, subido a un Metromover, que es un sistema de transporte al que mayormente suben latinos, indigentes, jardineros, empleadas domésticas, y en el asiento de atrás dos señoras venían hablando de los patrones y decían que era mejor que las contratara un gringo que un latino porque los latinos querían todo por el mismo precio, etc. Tenía que bajarme pero me quedé ahí tres estaciones más escuchándo­las.

-¿Cómo fue meterte en el personaje/narrador femenino de una empleada doméstica colombiana enMiami?

-Quería sacarme de adentro voces femeninas, medir cómo estaba yo de ovarios para escribir. Mostré ese trabajo a mi suegra de entonces, que tenía más o menos la edad de la protagonis­ta, traté de adoptar un poco su voz, en fin, digamos que sometí ese cuento a un detector de testostero­na. Fue casi un ejercicio de ventriloqu­ia, apoderarte del habla de alguien para contar algo que no le pertenece.

-Hablando de eso y ya que corren tiempos de “inclusión de género” en lo que tiene que ver con el lenguaje, ¿hasta dónde manejás esas propuestas en tu escritura?

-Pienso que ese lenguaje inclusivo es una especie de cruzada fallida para la igualdad. Lo que hace es llenar de fárrago el lenguaje, hacerlo más pesado, menos efectivo para el lector. Quien piense en hacer ficción con esa premisa lo que hace es arruinar la tersura del párrafo, de la escritura y pretender una igualdad que es más importante que se dé en otros ámbitos.

-¿Creés que las escritoras de tu país tienen los mismos reconocimi­entos y legitimaci­ones que los escritores?

- Creo que en los grupos, hace años, solía haber una mujer que era como “la” mujer del grupo. Todos eran hombres pero había un cupo para una mujer. El caso de Piedad Bonnett siento que era ese. Tenía un cupo, pero ya no había dos. O si había dos –tipo Laura Restrepo- pues había que pelear ese puesto. La generación de Piedad abrió el camino para que ahora eso esté cambiando y hablemos de escritoras como JulianaMuñ­oz, Pilar Quintana.

-¿Cómo es tu diálogo con la escritura de los otros?

- Creo que se me notan los insumos. En Declive se me nota Kafka, Flaubert. Pero también aprendí mucho de Raymond Chandler, Cabrera Infante, y dos grandes de mi país: Evelio Rosero y Tomás González. No trabajo para tapar las intertextu­alidades, pero me aburre cuando necesitás de la referencia para entender o para disfrutar. La buena intertextu­alidad es cuando no necesitás de ella para deconstrui­r el texto, descifrarl­o y descubrir sus significad­os.

-Rosero y González son dos figuras singulares y solitarias que no se impli- can demasiado en los fastos de la literatura, verdad?

- Sí, y eso los hace más admirables. Tienen esa actitud de sustraerse a las candilejas del reconocimi­ento y la fama, al circuito de ferias, conversato­rios y lanzamient­os en un mundo en el que eso es lo que te piden y por lo que te presionan. Evelio y Tomás están de espaldas a ese marketing y están sostenidos por una obra valiosa; no es solo el gesto. El Rosero de Los ejércitos está allá arriba junto a Cien años de soledad y a lo mejor de Mutis o de Vallejo. Siendo un autor desparejo, que lo es. Digamos que si fuera una orquesta pues en una de sus novelas el oboe entra tarde; en la siguiente el trombón no tiene fuerza; y en otra suena bien toda la orquesta pero en un momento chilla el violín. En cambio en Los ejércitos le sonó bien todo.

-¿Y qué pasa con un autor como FernandoVa­llejo?

- El primer Vallejo, el de Los días azules y las novelas inmediatas es muy interesant­e, hay un proceso en el que mantiene la calidad y va ganando en rabia. Primero la rabia es un factor ascendente que no le hace mella a la calidad, pero hay un punto en el que eso tiene un tope, ya no puedes tener más rabia de la que tenías en el libro anterior. A partir de ahí hay que reinventar­se, y Vallejo no lo hace y entonces la máscara le come el rostro. Armó un personaje lenguaraz, antipatria, lleno de odio, acertado para vender libros y dar entrevista­s, pero al final termina respondién­dole a las barras bravas a quienes les gusta esa pirotecnia pero no lo leen y quizá admiran más sus desplantes que su literatura. Y los lectores verdaderos no son como las barras bravas del fútbol, sino los que logras seducir cuando los estás confrontan­do.

-¿Cómo entra en tu literatura esa vertiente tan transitada de la violencia?

- Entra más por el lado de la criminalid­ad o la violencia en las relaciones interperso­nales, o la del personaje poco cultivado que no tiene recursos para enfrentar un debate. Es imposible vivir en Colombia y que no pase por tu literatura algo de eso, incluso en un registro bufo o humorístic­o.

-Si te digo TransMilen­io ¿qué provoco?

-Es el sistema de transporte masivo de Bogotá: insuficien­te, complicado, incómodo. Yo tengo una incomodida­d lingüístic­a con ese vocablo, me resistía a usarlo porque me parece muy pretencios­o decirle TransMilen­io a un bus. Si te lee un extranjero puede pensar que se trata de una novela de ciencia ficción. Ese nombre es como un moco en una corbata. Me resistí a usarlo pero al fin un personaje mío se subió en él, en Declive, si bien la experienci­a no es muy buena. Como escritor y como lector me resisto a los personajes incorpóreo­s. Los míos padecen bastante en su cuerpo: cansancio, dolor, hambre, sed, vejez.

“LOS EJÉRCITOS” DE EVELIO ROSERO ESTÁ ALLÁ ARRIBA JUNTO A “CIEN AÑOS DE SOLEDAD” DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

-Es una especie de quijotada, un programa por el cual se imprimen y reparten libros por toda la ciudad. Son autores y libros de calidad, no ediciones de youtubers, ni escritores primerizos, ni estrellas de la farándula ni memorias de políticos. Es un proyecto de la Municipali­dad de Bogotá que funciona bien desde hace quince años y llega a gente sin recursos.

 ??  ?? -¿Qué es Libro al viento? -¿Dónde se reparten?-En espacios no convencion­ales de lectura: plazas de mercado, clínicas, cárceles, colegios públicos, librerías independie­ntes, eventos en la calle y estaciones del Transmilen­io…- El bus sirvió para eso entonces…( risas).*Desde Bogotá.
-¿Qué es Libro al viento? -¿Dónde se reparten?-En espacios no convencion­ales de lectura: plazas de mercado, clínicas, cárceles, colegios públicos, librerías independie­ntes, eventos en la calle y estaciones del Transmilen­io…- El bus sirvió para eso entonces…( risas).*Desde Bogotá.

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