El Pais (Uruguay) - Revista domingo
Un premio Nobel alrededor de la muerte
La muerte sin adjetivos, como evidencia y como problema, lo que hacemos con ella, lo que hace ella con el hombre fue una obsesión de Elias Canetti ( 19051994), el escritor búlgaro de Masa y poder, el dramaturgo, el ensayista, Premio Nobel de Literatura 1981.
Las dos guerras mundiales, la muerte del padre delante de Elias cuando tenía siete años, y la de la madre en 1937, lo decidieron a concebir un libro del que nunca escribió la primera línea, pero tomó cientos de apuntes que han sido parciamente recogidos en el Libro de los muertos (2010) y El libro contra la muerte, que acaba de llegar a Montevideo. Los títulos difieren por el mayor volumen del segundo, asociado a la antología alemana que además de incorporar inéditos sumó fragmentos de obras ya publicadas.
Hay que recordar que Canetti escribió en lengua alemana, ejerció el apunte como un género literario, cultivó el aforismo, y tenía la convicción de que “solo en sus frases dispersas y contradictorias consigue el hombre recogerse, ser un todo sin perder lo más importante, repetirse, respirarse, enterarse de sus gestos, fundamentar su acento, ensayar sus máscaras, temer sus verdades, convertir sus mentiras en vapor de verdades (…)” No propone Canetti un tratado ni tiene sistema que ofrecer a un tema abrumador en la experiencia de las especies. El volumen integra reflexiones breves, relatos míticos, ocurrencias, provocaciones, audacias imaginativas, viñetas, ideas comprimidas por una fuerte concentración que busca excitar la sensibilidad del lector y conducirlo por una deriva de posibilidades estéticas que a menudo bordean la poesía.
Discípulo de Karl Kraus, no simpatizaba con las ideas Marx, tampoco con las de Freud, y acusaba a Nietzsche de ser “un amante declarado y también encubierto del acto de matar”. Pese a ser judío sefaradí, las religiones y sus consuelos comparecen desde una mirada completamente atea, y se diría que encarna un existencialismo condenado a reiterar su desosiego y la voluntad de superarlo.
La concepción fragmentaria e inacabada de la obra encuentra una afinidad con El hombre sin atributos de Musil, y si ambas lucen la desarticulación de los géneros es porque fueron concebidas bajo el impacto y las consecuencias de la destrucción masiva durante la Segunda Guerra Mundial. En 1938 Canetti escapó milagrosamente de la persecución de los judíos en Viena y se refugió con su esposa en Londres, sin terminar de adaptarse ni de entenderse con el espíritu inglés. Fue particularmente crítico con el poeta T. S. Eliot y dejó un retrato impiadoso de la intelectualidad londinense en su libro Fiesta bajo las bombas. Algunas de sus diatribas afloran en esta edición de El libro contra la muerte, más atento, sin embargo, al trasiego y al absurdo de las sumas de los cadáveres, a la muerte personal y al trato con los muertos en sus dimen- siones históricas, públicas y privadas. De hecho, la voluntad que expresa el título es un pretexto para abordar los muchos ángulos desde los que Canetti abordó el tema de la muerte y otros tópicos tangenciales.
La guerra, naturalmente, acompaña el desplazamiento de sus reflexiones. Está convencido de que más allá de cualquier motivo, “se hacen por mor de sí mismas”, y se declara enemigo acérrimo de cualquier muerte o crimen, pero en los inicios de la Guerra del Golfo no tuvo reparos en pedir el asesinato de Sadam Hussein para evitar males mayores, mientras condenaba a los alemanes por inventar y fabricar el temible gas sarín. Los argumentos contradictorios, como una irredenta manifestación de su genio, pueblan este tomo dedicado a la muerte con la agudeza y el arte del que fue capaz, a sabiendas de que solo podía golpear una y otra vez contra un muro, y encarnar, con asombrosa libertad, todas las ideas, argumentos y conflictos que ocuparon su empeño.
EL LIBRO CONTRA LA MUERTE, de Elias Canetti. Galaxia Gutenberg, 2017. Barcelona, 387 páginas. Distribuye Océano. CULTURAL