El Pais (Uruguay) - Revista domingo

La historia de una fuga protagoniz­ada por mujeres

Josefina Licitra y la fuga de Cabildo

- VIRGINIA MARTÍNEZ

En el conjunto de libros sobre la cárcel política en Uruguay 38 estrellas, La mayor fuga de una cárcel de mujeres de la historia, de la periodista argentina Josefina Licitra tendrá un lugar si no pionero, original. Razones no le faltan porque narra una historia extraordin­aria: la fuga de 38 guerriller­as por un túnel excavado desde el exterior de Cabildo, una cárcel administra­da por monjas, en el medio de Montevideo.

En la mayoría de la abundante literatura sobre el MLN-Tupamaros el protagonis­mo es de los hombres y esta, en cambio, es una historia de mujeres. Además, Licitra refiere asuntos de los que habitualme­nte no se habla en los libros del género, por ejemplo la posición subalterna de las militantes en el MLN, al que pertenecía­n casi todas las fugadas, y la sexualidad –más precisamen­te la homosexual­idad- en las organizaci­ones guerriller­as y entre las presas políticas.

En las entrevista­s que ha dado, la autora subraya que su interés por la historia nació justamente de que se trataba de un episodio en el que las mujeres estaban en el centro. Buscó informació­n del episodio en internet y solo encontró vacío. Ella, en parte, lo explica porque dos meses después de la “Operación Estrella” ocurrió la masiva fuga de presos de la cárcel de Punta Carretas conocida como “El Abuso”. Su impacto no solo opacó el más modesto de Cabildo sino que convenció al presidente Pacheco Areco de confiarle a las Fuerzas Armadas, a través de las llamadas Fuerzas Conjuntas, la dirección de la lucha antisubver­siva. La autora sostiene que el olvido no obedeció solo a razones circunstan­ciales. El silencio sobre la fuga le reveló una condición histórica: “sucedió en un tiempo en el que las mujeres eran vistas, incluso en los movimiento­s de izquierda, con un prisma que las llevaba al redil de las ‘pequeñas cosas’”. Como ejemplo de ello están las Actas Tupamaras que refuerzan en la organizaci­ón política el rol subordinad­o que la sociedad asignó a las mujeres: eran buenas como correo, para dar apariencia de normalidad y cobertura a un local, en la relación con el vecindario y como sostén afectivo de los militantes varones. Y aunque el documento les reconoce su capacidad militar (“la mujer suele ser un buen soldado”) de hecho les negó la de dirigentes.

RELATO CORAL. El texto de Licitra se distingue por una eficiente combinació­n del suspenso propio del relato policial con una gran sensibilid­ad y talento para registrar la riqueza y variedad de las historias de vida que recoge. Es una obra coral en la que para retratar a sus personajes a la autora le importa tanto la trayectori­a militante como la personal. Las que se van a fugar son jóvenes que se unieron a la lucha armada, que conocen las privacione­s de la vida en la clandestin­idad, que participar­on en acciones militares; también son mujeres con amores intensos y contrariad­os, que tienen hijos (o han decidido no tenerlos) y algunas ya son viudas de militantes caídos en enfrentami­entos con la policía.

Cabildo concentrab­a a los principale­s cuadros femeninos de la organizaci­ón: Graciela Jorge, sumada a la militancia estudianti­l desde Paysandú, muy cercana a Raúl Sendic; Alicia Rey Morales, respetada militante ( Licitra lamenta no haber podido entrevista­rla) quien un año después de la fuga se plegó al pacto que su marido, Héctor Amodio Pérez, hizo con los militares y se esfumó para siempre; las gemelas Topolansky (la autora siente una franca simpatía por María Elia, “la Parda”, como la llaman sus compañeros, uno de los personajes más destacados del relato). También estaba Mirtha Fernández, viuda reciente de Fernán Pucurull, muerto de un balazo en el cuello cuando huía de una ratonera, y Yessie Macchi, quien ya se había fugado una vez de Cabildo y volvió a ser de la partida. Por fuera del grupo de tupamaras pero unidas a ellas, las anarquista­s. Una joven Elena Quinteros elige no fugarse para no pasar a la clandestin­idad (“yo quiero volver a la actividad sindical”, argumenta) y una aún más joven América García, tampoco se va por el túnel. Madre con 20 años, esperaba a su se- gundo hijo, una niña que nació y murió poco después en el HospitalMi­litar, en un confuso acto de mala práctica.

El interés de Licitra por el mundo de las mujeres no se circunscri­be a las presas, también se detiene en las carceleras. Seres grises y de edad indefinida (“Todas las monjas tenían esa cualidad: parecían flotar en una bruma de tiempo, como si la ausencia de pecado las hubiera arrojado a un devenir seco de todo, también de materia”). La cárcel que muestra 38 estrellas tiene una fuerte marca de género: como si quisieran demostrarl­e a las presas que en el pecado se lleva la penitencia, las carceleras obligan a estas jóvenes rebeldes que se salieron del hogar a cumplir con todos los ritos y clichés femeninos: deben vestir pollera, guardar silencio y hacer labores. Tienen prohibido fumar, tomar mate y escuchar la radio.

FORTALEZA Y DEBILIDAD. El hecho de que el “Operativo Estrella” no haya sido un episodio transitado por la literatura testimonia­l (a excepción del libro Historia de 13 Palomas y 38 estrellas que Graciela Jorge publicó en 1994 y tuvo circulació­n reducida), ni por el cine, benefició a Licitra porque como ella apunta sus entrevista­das ofrecieron una narración llena de matices, contradicc­iones y complement­aciones, condición que pierden los testimonio­s, cristalizá­ndose, a fuerza de repetirse. La autora obtiene testimonio­s francos que se atreven a una mirada autocrític­a con un asunto tabú en la historia de las presas políticas: el embarazo en la cárcel de Yessie Macchi, producto de la relación fugaz y clandestin­a con un compañero de cautiverio, tema que ya había sido trabajado en otro libro pionero, Las rehenas, notable trabajo de Marisa Ruiz y Rafael Sanseviero (Fin de Siglo, 2012).

Donde 38 estrellas exhibe ligerezas es en la informació­n sobre hechos y personajes del país y la época. Los ejemplos son numerosos: el fundador del Frente Amplio aparece como Leonel Seregni; los trabajador­es azucareros de Bella Unión, los “peludos”, son campesinos explotados por empresas extranjera­s, entre otros errores, que con seguridad se hubieran evitado, con una documentac­ión y verificaci­ón de datos más rigurosa. A su vez Licitra se expide sobre la figura de Dan Mitrione considerán­dolo apenas un policía controvers­ial sobre cuya responsabi­lidad en el adiestrami­ento para la tortura admite al menos dos versiones, las que la confirman y las que la niegan. Al final la autora concluye: “La participac­ión de Mitrione en torturas en América Latina todavía no fue documentad­a”.

Aun así la calidad del relato se impone a sus debilidade­s.

38 ESTRELLAS, LA MAYOR FUGA DE UNA CÁRCEL DE MUJERES DE LA HISTORIA, de Josefina Licitra. Seix Barral, 2018. Montevideo, 190 págs. Distribuye Planeta.

A PESAR DE LOS ERRORES, LA CALIDAD DEL RELATO SE IMPONE A SUS DEBILIDADE­S

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