El Pais (Uruguay) - Revista domingo

Flamenco millennial

Con Malamente, primer adelanto de su segundo álbum, se convirtió en una de las caras del pop español y su proyección internacio­nal no para de crecer; siendo aclamada tanto por el gran público como por la crítica.

- ROSALÍA SOUZA

TENÍA 13 AÑOS CUANDO ESCUCHÓ Y SE ENAMORÓ DEL “CANTE JONDO”

CON 25, ROSALÍA HA COPRODUCID­O Y LANZADO DOS DISCOS

Yo vengo de cero”, dijo Rosalía Vila en una entrevista del año pasado con El País de España. Ahora Rosalía ( ya a secas) es el nombre que más resuena tanto en el mercado musical español como en el internacio­nal. La chica cautivó a un público masivo en mayo, cuando lanzó Malamente, el primer adelanto de El mal querer, su segundo disco. El álbum salió al mercado el 2 de noviembre y fue uno de los más esperados del año. Solo con Malamente, la cantante obtuvo cinco nominacion­es en los Grammy Latino —se entregan este jueves—, incluida la categoría mejor grabación del año. Su destaque musical la puso en la mira de Pedro Almodóvar y pasó a actuar en una escena para Dolor y

gloria, la próxima película del cineasta. Lo de Rosalía es casi un milagro: surgió de una familia barcelones­a (que también vivió en París y Nueva York), de padres artistas plásticos que escuchaban solo discos de rock anglosajon­es; y se independiz­ó musicalmen­te para cantar con tonar melancólic­o y antiguo. Antes, reveló, lo más cercano al flamenco que escuchaba en su casa era Estopa. Siempre supo que quería estudiar música, era inquieta y bailoteaba y cantaba todo el tiempo. En una cena familiar todos se emocionaro­n al oírla cantar, y analizándo­lo de más grande, lo entendió como un indicativo de todo lo que puede transmitir con su voz. Pero fue cuando escuchó Camarón de la Isla, una tarde después del colegio y desde la radio de un auto, que Rosalía despertó su fascinació­n por el género y, con 13 años, decidió que quería forjarse en el canto flamenco.

Su primer profesor, a quien reconoce como su mentor, fue Chiqui de la Línea. Con él aprendió a escuchar “melodías antiguas”. Rosalía entendió cómo cantaban las voces tradiciona­les del canto andaluz. Esos sonidos, explicó, “ahora cuestan, nos suenan mal”, pero cree que es porque el oído actual no está acostumbra­do: “Hoy en día todo está muy bien producido, todo suena muy bien… Ellos no. Los cantaores de esa época tenían cada uno su voz, era todo muy primario”. Después se formó en Interpreta­ción del Cante Flamenco en la Escuela Superior de Música de Cataluña. En cada entrevista que da, Rosalía defiende sus ideas musicales.

Esa fue la primera revolución de Rosalía: no venía de una familia flamenca, más bien entró tarde y pidiendo permiso al género, pero con el estudio se adueñó de él. A partir de ahí, participó en varios festivales importante­s de España. Destacan sus pasos por el Festival de Jerez y la Bienal de Sevilla, en los que estuvo en 2016, invitada y acompañada por Alferdo Lagos, uno de los guitarrist­as de renombre en el flamenco. Eso, para Rosalía, fue sinónimo de su legitimaci­ón como “cantaora”.

Su segunda revolución, entre tablados y escenarios, fue Los Ángeles, su primer disco, lanzado en 2017. Para este, trabajó por dos años junto al guitarrist­a Raül Fernández “Refree”. Juntos hicieron la producción del disco usando sonidos del flamenco antiguo: “Camarón también iba de pueblo en pueblo rescatando cantes”, dijo la artista a El Periódico. Además del gusto por el flamenco, lo que “Refree” y Rosalía tenían en común era que no estaban encasillad­os en lo musical. Su primera charla, cuando se conocieron, fue más de hip hop y R&B, de Kanye West, James Blake y Kendrick Lamar. Esas influencia­s también estaban a la hora de hacer Los Ángeles.

Lo que más sorprendió al guitarrist­a fue que su colega tomaba decisiones estéticas a las que a él le “había costado mucho tiempo llegar”, contó a El País de España. Considerab­a que Rosalía era mucho más madura musicalmen­te de lo que se es en esa edad. Cuando canta, “tiene mucha visceralid­ad, pero medita mucho cada paso que da en su carrera. Yo he trabajado con mucha gente, y pocas veces he visto a alguien que tenga tan claro lo que quiere ser”, opinó.

“Buscaba lo que para mí tuviese una carga emocional (...) Buscaba temas que no tuviesen que ver con una época con- creta (...) nos encontramo­s con la muerte. Había muchos cantes sobre ella. Nos pareció un tema muy rico”, contó Rosalía a El País de España. Y sí: parte de su segunda revolución fue también convencer al público que a los 20 y pocos se puede hablar sobre la muerte con dolor y contundenc­ia.

Con este álbum, la española reconfirmó que tenía voz, le rindió un homenaje pretendido al flamenco, lo transformó — sutilmente— y lo acercó a una generación de españoles que, o no le tenía tanta estima, o no estaba acostumbra­da a su sonido. Probó que el género no tiene límites de edad y que lo puede cantar y bailar una mujer sin vestidos pomposos. La fuerza que resultaba de combinar voz y letras era tal que al actuar en vivo, Rosalía no hacía más que cantar sentada en una silla, al lado de “Refree”.

En este paso, Rosalía también tuvo sus detractore­s. Pero a aquellos que se sintieron incómodos con su actualizac­ión del género, respondió: “La música que yo hago es arriesgada. Hay flamencos a los que sí les ha gustado, pero otros no comparten esta visión. Una propuesta extrema conlleva eso y estoy en paz en ese sentido: no hay que gustarle a todo el mundo”.

TERCERA REVOLUCIÓN. Entonces, y sin tiempo muerto desde que sacó Los Ángeles, Rosalía irrumpió en el mercado global con Malamente. Alejada lo suficiente del sonido limpio y sencillo de su primer disco, la cantante dio un “sacudón” al género y lo mezcló con trap. Porque eso es Malamente: algunos latiguillo­s de canto flamenco sobre una construcci­ón rítmica a base de palmas, sonido ambiente, guitarra y electrónic­a.

Además estaba el videoclip, una secuencia fuerte de símbolos del imaginario español —figuras religiosas, cultura gitana, los toros— a los que descontext­ualizó al tiempo que bailaba coreografí­as vestida como estrella pop. Escaló rápido en las tendencias de YouTube.

La incursión de Rosalía en la música denominada “urbana” (que engloba estilos como trap, hip hop y reguetón) se había visto en 2016, cuando colaboró con su compatriot­a C. Tangana en Antes de morirme. Además, grabó Brillo, para el último álbum del colombiano J. Balvin.

Con ese mismo juego, y tan original como la primera, apareció en junio la canción Pienso en tu mirá. Malamente era presentada como el “augurio” y como el “capítulo uno”; Pienso en tu mirá era el “capítulo tres” y trataba sobre los “celos”. Faltaba el capítulo dos y esa fue, sin discusión para la crítica internacio­nal, una campaña de marketing muy bien pensada y que, claro, funcionó. Después de todo, melómanos de muchas partes del mundo —ya no solo españoles— estaban esperando ElMal Querer, el disco con todos los capítulos. Está inspirado en una novela anónima del siglo XIV que contaba sobre una mujer que se casa con un hombre y él por celos la “aprisiona”. Al final, Rosalía se apropió de la historia e hizo que el personaje femenino tomara poder.

El disco, aunque bien evaluado, no fue lo que todos esperaron. No tuvo tanto trap y hasta mezcló cantos gregoriano­s. Pero Rosalía es eso: hace con la música lo que quiere. Quería que la voz estuviese en el centro y estuvo. Quería un show visual impactante y lo hizo. Quería jugar con sintetizad­ores, y jugó. “Todo lo hago porque me apetece”, explicó a Cosmopolit­an.

Así, Rosalía pasó de ser la niña que sabía que podía emocionar cantando, a ser la dueña de sus canciones, la que controla todo, cada paso, detalle y sonido, de lo que pasa con su música.

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Impacto. Rosalía ha llegado al gran público con sus fusiones de flamenco y trap

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