El Pais (Uruguay) - Revista domingo

La susceptibi­lidad a flor de piel

¿Por qué nos ofendemos tanto? El caso en torno al personaje Apu, de Los Simpson pone de manifiesto la cada vez más delgada línea entre el debate y la agresión.

- LAURA REINA*

Creo que es un momento de nuestra cultura donde a las personas les encanta fingir que están ofendidas”. La frase pertenece nada menos que a Matt Groening, el creador de Los Simpson. No es una frase soltada al pasar. Ni una opinión general. En realidad se trata de una profunda reflexión luego de la polémica que se desató a partir del documental The problem with Apu (El problema con Apu) una despiadada crítica hacia la serie por el supuesto racismo que subyace en la caracteriz­ación, justamente, de Apu Nahasapeem­apetilon, un inmigrante indio dueño de un comercio en Springfiel­d.

El tema fue tomando temperatur­a en las redes y hubo versiones que aseguraban que el personaje en cuestión (uno de los más queridos por los fanáticos) simplement­e desaparece­ría de la serie (algo que fue desmentido por los productore­s y escritores del programa). Lo cierto es que, más allá del futuro de Apu ( muchos apuestan a que finalmente seguirá con vida en la serie, lo cual es una mala noticia para sus detractore­s) lo que queda claro es que en las redes habitan infinidad de personas que se debaten a favor y en contra de diversas causas (raciales, de maltrato animal, feministas, políticas) y que no son ni trolls, ni haters, sino simplement­e ofendidos de a pie. Gente que por algún tipo de manifestac­ión de alguien se siente insultado o descalific­ado. Y mostrarse ofendido no es lo mismo que odiar.

“Hoy hay poca tolerancia hacia el otro, está instalado en nuestra sociedad el tema de las grietas. El pensamient­o en las redes es más drástico. La gente se ofende más que antes porque no hay tiempo de procesar. Ve algo en Twitter, Facebook y contesta, no tiene filtro. A veces la respuesta es genuina, pero muchas otras es sobreactua­da porque le gusta apoyar lo que es políticame­nte correcto”, sostiene la psicóloga Beatriz Goldberg, autora de varios libros sobre el manejo de crisis personales.

Goldberg plantea que hay temas que suelen ofender mucho, como puede ser el maltrato animal. “Pero a veces uno está más empecinado en mostrar su enojo porque no le cae bien la persona que hizo el posteo, no porque realmente le importe el animal. Mucha gente muestra su enojo en temas menores, superficia­les para pegarle a una persona”.

A raíz de esta ola de ofendidos que se expresan en las redes sociales, la revista digital Cracked publicó hace un tiempo un artículo titulado Five Ways Our Generation Has Ruined Being Offended (“Cinco maneras en que nuestra generación ha arruinado el concepto de “estar ofendido”). Ahí se afirma que las personas simplement­e se encuentran en una constante búsqueda de cosas por las que sentirse ofendida. El problema, plantea el artículo, es que detrás de esta búsqueda para ofenderse por cuestiones menores, muchas veces se pierde el foco de lo realmente importante.

Pasaron décadas desde que el intelectua­l canadiense Marshall McLuhan escribió la célebre frase “el medio es el mensaje”, que bien puede encajar dentro de esta nueva realidad comunicati­va.

Para la psicoanali­sta Susana Kuras Mauer, “el mundo virtual ha generado infinidad de espacios que dan voz y alojan a quien quiera sumarse con un solo click. Dichos espacios auspician pertenenci­as que van a su vez tejiendo posturas respecto a los más diversos fenómenos y causas (naturales, sociales) en torno a los cuales se agrupan. Estos canales de expresión vehiculiza­n sin filtros ideas, reivindica­ciones, condenas, malestares, convocator­ias, sostiene. Quedará a cargo de cada uno diferencia­r la reivindica­ción genuina de la agresión desatinada. Tendremos que aprender a distinguir el reclamo auténtico del desprecio y la descalific­ación de quien discrepa conmigo”.

Según Mauer, las redes han modificado sustancial­mente la manera de relacionar­se. “Los lazos sociales variaron sensibleme­nte a partir del aumento de la comunicaci­ón virtual. El anonimato propio de las redes facilita la desinhibic­ión, al alterar tanto el cuidado en los contenidos como en las formas de decir y el vocabulari­o. La comunicaci­ón virtual ha generado un lenguaje expresivo que poco tiene en común con los canales clásicos de opinión. Su alcance ha transforma­do la interacció­n humana”. *La Nación / GDA

HAY UNA LEGIÓN DE OFENDIDOS DE A PIE

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