El Pais (Uruguay) - Revista domingo

LOS QUE HARÁN LAS FUTURAS PELÍCULAS DE CINE URUGUAYO

Astrología. Los signos se mudan a las redes ● Crispados. Uruguayos indignados ● Cultural. Las huellas de LuigiAndre­oni ● Youtuber. JaimeAltoz­ano y la música ● Mercedes Menafra. La vida después de Jorge Tienen entre25 y 33años y con sus ganas, talento y —

- SOLEDAD GAGO

Para ellos el cine es una necesidad. Más o menos explícita, más omenos literal. Necesidad de contar historias, de encontrar imágenes nuevas y de crear nuevos significad­os, de poder expresar su forma de ver y entender el mundo. Forman parte de una generación de jóvenes que se mueven para poder hacer lo que les gusta, que no se quedan esperando ni se conforman. Que buscan nuevas formas y con ellas, nuevos contenidos. Jóvenes que investigan, que aprenden, que proponen. No están de acuerdo con hablar sobre un cine uruguayo. Dicen que no hay una cantidad suficiente de produccion­es como para poner esa etiqueta y que las que hay son muy diversas entre sí. Quieren que el cine nacional tenga más apoyo, que tenga más produccion­es, que se le quite la etiqueta de que es lento y gris, quieren que los jóvenes puedan filmar, que las películas, la cultura y el arte se entiendan de otra forma y no solo como un producto que forma parte de una industria y por ende de un mercado. Tienen proyectos, ideas y sobre todo, ganas de hacer cosas.

Ellos son Agustín Banchero, Lucía Nieto Salazar, Flavia Quartino, Guillermo Trochón, Cristhian Orta y Lucía Garibaldi. Tienen entre 25 y 32 años y son parte de la nueva generación de cineastas uruguayos.

VERSIÓN 10.2. Hace cinco años, en 2013, Agustín Banchero ( 31) empezó a escribir la historia de una familia que se desarma, contada desde los ojos de la madre. Hoy, en 2018, tiene media película filmada. Pretende terminarla a fines de 2019 o principios de 2020. Las vacaciones de Hilda es su primer largo- metraje y para poder filmarlo tuvo que armarse de paciencia y perseveran­cia. “En 2014 ganamos el primer fondo, en 2015 ganamos otro y en 2016 otro. Siempre es difícil financiar una película, al menos si la querés hacer bajo los esquemas tradiciona­les. Se puede hacer de otras maneras igual, pero esta película requería de eso”. Es decir, de un presupuest­o que la sostuviera. Dice Agustín que sí, que claro que un proceso tan largo le genera ansiedad, pero también sabe que para la película siga siendo vigente, tiene que seguir trabajando en ella, aunque parezca que nada esté pasando, porque para filmar la segunda parte todavía faltan poco menos de dos meses. “Yo creo que hay que estar continuame­nte actualizán­dola, pero no solamente desde la trama, sino entender que es un proceso de investigac­ión personal también, vos vas cambiando y la película va cambiando contigo, en esencia capaz que es la misma, pero cambió mucho. Me interesa y me preocupa que la película quede vieja en mí, no para otros”. Por eso, la que maneja ahora es la versión 10.2 del guión.

Agustín se dio cuenta de que quería dedicarse a filmar cuando su tía vino de México a filmar un documental y él conoció lo que era un set. Se inscribió en la Escuela de Cine del Uruguay (ECU), egresó

“SIEMPRE FUI EL TERCO QUE INSISTIÓ SOLO POR LAS GANAS DE CONTAR UNA HISTORIA”, DICE GUILLERMO

y desde entonces se dedica al audiovisua­l y da clases en tres escuelas distintas; es que eso de vivir de hacer películas en Uruguay es poco viable. De todas formas, él prefiere no pensar al cine en términos de carrera o metas que alcanzar, porque sería muy sencillo frustrarse: “De esa forma tenés muy definido lo que es el éxito y el fracaso. Y eso es bravo. Yo ahora no sé si voy a hacer otra película, probableme­nte sí, tengo ideas en el cajón, pero primero tengo que entender qué me está pasando con esta película y después paso a otra cosa. Prefiero no ponerme metas en término de cuántas películas, sino terminar esta y entrar en un proceso creativo serio de escritura con otra, y después ver si se hace, porque de pronto puedo descubrir que no hay película ahí. Que de pronto es una instalació­n, o una obra de teatro. O que no es nada. Pero si vos lo estás viendo en términos de carrera, vas a hacer que sí o sí eso sea una película. Y ahí estás pervirtien­do el sentido de lo que estás haciendo. A menos que tengas intencione­s de ser un director de oficio, que no es mi caso, a mí el hacer por hacer no me entusiasma tanto, pero respeto muchísimo y admiro pila a los colegas que tienen esa capacidad”. Para él, lo más difícil de ser creador en Uruguay no es financiar sus proyectos: “Más difícil es soportarte en los estados anímicos que tenés que atravesar para hacer una película y después hacer la película y que se parezca a lo que vos querías. En el mejor de los casos, se parece. En elmejor de los casos”.

SER FIEL. A los 15 años a Flavia Quartino le dijeron que eligiera un regalo: o la fiesta o un viaje. Y ella dijo “cámara”. Ni fiesta ni viaje: quería una cámara, aunque no sabía muy bien para qué. Tampoco lo sabe ahora, a los 32. Sabe, eso sí, que desde entonces hubo algo que se despertó y nunca más se fue. Se metió a estudiar Comunicaci­ón en la Universida­d Católica, medio por descarte, medio porque no se

imaginaba siendo abogada, ni médica, ni escribana, ni nada. En el camino todo la fue llevando a inclinarse por el mundo audiovisua­l, hasta que realizó un intercambi­o en España y ahí sí, no hubo dudas. Empezó a trabajar en cine y luego se metió en publicidad, y allí estuvo como productora hasta 2015. Ese fue un año que marcó un punto de inflexión para su carrera: “Decidí renunciar a producción de publicidad, que era donde yo trabajaba, lo que hacía para vivir. Me di cuenta de que me estaba muriendo, de que yo tenía necesidade­s creativas que se estaban muriendo conmigo, más que nada por miedo. Tenía escrito un corto y me enfoqué para poder meterlo en el ICAU, y ahí empecé a editar free lance, me quería sacar la etiqueta de producción, no quería hacer más publicidad porque nunca tenía tiempo para nada. Te creés que los fines de semana o en algún rato le vas a poder meter a tus proyectos y es imposible”. Después hizo lo que fuera para poder sostenerse económicam­ente sin dejar de lado sus proyectos. Filmó su corto, ganó unos fondos para hacer Irina, un corto documental, empezó a escribir su primer largometra­je que ahora está en la etapa de buscar fondos para realizarlo, “y una cosa fue llevando a la otra”. Un día, en 2016, se encontró con un amigo, productor ejecutivo de la productora Oriental, que le dijo que necesitaba­n a contratar a un continuist­a. “Le dije que sí. Yo casi siempre digo que sí, es mi ley de vida para ir hacia adelante, después veo cómo me arreglo. Y ahí cambió de alguna manera mi vida, porque ahora a lo que me dedico es a eso y es lo que también me forma mucho para dirigir. En dos años ya hice 2 series y 6 películas”. Entre ellas, fue una de las continuist­as de La noche de 12

años, de Álvaro Brechner. Además, Flavia se ha dedicado a la música. Y, aunque toca el piano desde los 18 años de forma autodidact­a, su vínculo con esa disciplina tiene que ver —como todo en su carrera— con las imágenes. “La música siempre fue algo que me interesó, incluso más que el cine. Pero todo empezó con el video de los Buenos Muchachos. Es mi banda preferida en el universo y fui y me ofrecí para hacerles algo. Les llevé dos ideas, eligieron una, les dije cuánto salía filmarla, me dieron esa plata y salió así. A partir de eso, Alfonsina lo vio, le gustó y me ofreció para hacer un video de una de sus canciones, después un amigo también, otra banda lo mismo y me escribió bastante gente pero la verdad es que no pude absorber todos los pedidos”.

Dice Flavia que como cineasta, su principal desafío es “definitiva­mente” mantenerse fiel a sus formas: “Mantener una coherencia con mi manera de pensar el mundo y el hacer y los modos de hacer y el qué hacer. Eso es una lucha permanente. Para mí no da hacer un video por dinero o solo porque me gusta dirigir. No, a mí me gusta dirigir proyectos en los que creo, que los siento, imágenes por las que para mí vale la pena meterle. Parece tonto porque capaz estoy renunciand­o a un dinero que quizás me sirve más adelante para poder seguir trabajando en mis proyectos, pero es siempre una fórmula diaria de poder ver para dónde, cómo y a qué renunciar y a qué no. No puedo visualizar al cine como productos, pero quieras o no es una industria. Tengo un vínculo extraño con el mundo, que funciona de una manera y yo tengo como... no es que sean ideales, pero sí tengo claro cómo a mí me gustaría que funcionara­n las cosas, sobre todo porque toda esa maquinaria que es el cine determina después cómo se filma y qué se filma. Eso es lo que a mí me en- Si los recursos para hacer las cosas son lentos, bueno, no hay que dejar leudar la parte que depende de nosotros”.

Mientras los fondos no aparecen, mientras los procesos fluyen, Guillermo se dedica a dirigir en las publicidad­es que le surgen. “Me gusta, no reniego de eso, es un formato más para ejercitarm­e como director, y más con los tiempos que puedo llegar a demorar para hacer mis cosas. Está bueno ejercitart­e en eso para no perder el hábito”. Pero además, trabaja como eléctrico, es decir, como técnico de cine. “Es básicament­e la persona que pone las luces. Ahora estoy trabajando en una película alemana y es la décima que hago. En realidad no tiene nada que ver con el director, pero me permite estar en el set todo el tiempo, atrás de un trípode, de una bolsa de arena, y ver a los directores. Yo estuve de eléctrico en La noche de 12

años, y nada, veía a Álvaro Brechner dirigiendo a Antonio de la Torre, y no lo podía creer. Además como mi trabajo de eléctrico es bastante físico, termino el rodaje y me voy tranquilo a mi casa. Amores so

brios, uno de mis cortos, por ejemplo lo escribí trabajando en HBO en una serie, lo iba escribiend­o en las notas del celular”.

Para él, que ahora está trabajando en su próximo cortometra­je, El encanto de la

bestia, y escribiend­o un largo, la insistenci­a es la clave. “Si nos ponemos exitistas en 3 o 4 años tres directores de Filmcito nos fuimos a Estados Unidos porque ganamos el mismo premio consecutiv­amente. Entonces nos pusimos a escribir una película, pero es todo un proceso. La presentamo­s a unos fondos y ni pinchamos ni cortamos, pero el hecho de presentar ya es pila. Me gusta contar las perdidas y las ganadas. Este semestre me presenté a cinco fondos y marché en todos, el año pasado presentaba y ganaba. Pero sigo insistiend­o. Creo que quedé ‘golpeado’ porque en la época de la ECU nunca fui selecciona­do para hacer nada. Y siempre fui como el terco que insistió. A mí me gusta eso de que te digan que no y seguir, dicen que la fe mueve montañas pero las ganas de hacer, la perseveran­cia para contar una historia, también”.

DE SUSPENSO. Lucía Nieto Salazar tiene 32 años y empezó a filmar historias a los 12, cuando le regalaron una cámara. Siempre quiso dedicarse al cine o a la arquitectu­ra y, aunque sabía que el primero era más arriesgado, a los 20 decidió jugársela por contar historias.

Cree, Lucía, que su pasión por la gran pantalla nació de la necesidad de “contar y “comunicar ciertas cosas”: “Mi manera de percibir y concebir la realidad y el mundo. Decidí hacerlo a través del cine porque ya me gustaba el recurso desde niña y porque creo es la manera más real de crear mundos inexistent­es”. Por eso, quizás, a Lucía le gusta el suspenso, “la mezcla de la realidad con la fantasía, conocer personajes o ambientes extraños. Los mundos personales y originales”. Todo eso, dice, siempre y cuando por debajo “se transmita un mensaje profundo”.

El sueño de Lucía es vivir del cine. Tiene varios cortos filmados, estrenados y reconocido­s: Las calles de mi ciudad, Eanna, Betty, La foret de la lune, Cuando nadie nos visita y Negra.

Ahora, además, está escribiend­o su primer largometra­je, que está en fase de escritura. Ese y una serie web en la que también está trabajando, son sus objetivos principale­s.

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En proceso. Agustín Banchero está filmando su primer largo.
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Trabajar. Flavia Quartino fue la directora de varios videoclips, la continuist­a de La noche de 12 años y ahora escribe su primera película.

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