El Pais (Uruguay) - Revista domingo

‘Mi carrera se hizo en Uruguay’

- RENZO ROSSELLO

el cineasta uruguayo volvió a adueñarse de la taquilla y a cosechar elogios de la crítica. Aunque vive en España, lleva el país en la sangre y lo tiene como tema de su producción.

Esa noche había dormido poco. Estaba ansioso, sabía que tenía por delante la que tal vez sería la escena más importante de la película. Iba a filmar la liberación de presos políticos a poco de la restauraci­ón democrátic­a en Uruguay. Se había documentad­o a niveles obsesivos, y para ese capítulo de la historia contaba con un testimonio vivo: una carta de la actriz Jenny Goldstein donde contaba cómo había vivido como niña la experienci­a.

Cuando llegó al set llamó a los actores Antonio de la Torre y Mirella Pascual y les entregó la carta.

—Quiero que lean esto antes de empezar—se limitó a decirles.

Los tres terminaron entre lágrimas, inspiraron profundo y se sumergiero­n en la escena que les esperaba.

Y unos minutos más tarde reunió a todos en sus posiciones, hombres, mujeres y niños. La escena comenzó a rodar, los que hacían el papel de presos salían e iban al encuentro de quienes hacían el papel de familiares. Se abrazaban, lloraban, gritaban los nombres de los que iban saliendo, o sólo “papá” o “abuelo”. Y de pronto ya no era un set, todos estaban gritando a coro “Uruguay, Uruguay, nunca más, nunca más”; o la vieja consigna que ya había ganado las calles: “el pueblo unido jamás será vencido”.

“Estaba todo el equipo llorando, esta- ba el camarógraf­o llorando, estábamos todos llorando”, recuerda Álvaro Brechner. Los actores principale­s ya habían terminado su parte, pero Brechner había olvidado cortar y la escena seguía viva, como si hubiera surgido de pronto.

“Hay reductos del ser humano que son inalienabl­es, de esos reductos salió lo que se vivió dentro de ese colectivo, de golpe se olvidaron que eran actores y nosotros de que los estábamos filmando”, recuerda el director uruguayo.

Y allí, tal vez, reside la esencia de lo que significa el cine para Álvaro Brechner. Con su última película, La noche de 12 años, ya ha cosechado elogios entre la crítica y el público, tres nominacion­es para los premios Goya, entre otros reconocimi­entos. Pero más allá de ellos, Brechner no concibe su vida sin el cine. Y así fue siempre, desde pequeño.

MONTEVIDEA­NO. Álvaro nació en Montevideo el 9 de abril de 1976. De niño prefería pasar más tiempo viendo películas y poco después videos que salir a jugar. También devoraba libros, su gusto por las historias era indomable y leía casi todo lo que caía en sus manos.

“En realidad, e independie­ntemente de que la lectura y ser espectador de películas son modelos distintos, para mí siempre tuvo que ver con poder sumergirte en otros mundos, en otro universo, poder viajar a través de ellos y calmar esa insatisfac­ción que tenemos los seres humanos de que la vida sea solo una”, explica el cineasta.

Era un adolescent­e cuando descubrió el paraíso de los aficionado­s al cine de todas las edades: Cinemateca. De ese modo conoció las principale­s corrientes de la cinematogr­afía moderna que luego marcarían su carrera: de la nouvelle vague francesa al neorrealis­mo italiano, pasando por el noir norteameri­cano de las décadas de 1940 y 1950.

“Me pasaba muchas veces que iba a ver películas de las que no tenía idea de qué trataban. Había algunas que te sorprendía­n y aquellas que no te gustaban, te levantabas y te ibas”, recuerda.

De ese modo “descubrió” a cineastas enormes como Ingmar Bergman. O clásicos del cine negro estadounid­ense que recuerda hasta hoy, como Double Indemnity, basado en la novela homónima de James M. Cain. Los buscó en la lectura y se hizo aficionado a las novelas de los grandes clásicos como Raymond Chandler, Dashiell Hammett, Jim Thompson, todos ellos llevados al cine.

“Disfruto un montón de toda esa generación que apela tanto al instinto, a las emociones, a cuestiones bastante primitivas, que me resultan fascinante­s. Porque aunque la línea argumental es bastante fácil en todo el noir —en lo que tiene que ver con la anécdota—, el trasfondo tiene un grado de misterio que lo hace difícil de escrutar y en ese debate en el que no hay respuestas, que simplement­e apela al estómago , encontré un lugar que me fascina hasta el día de hoy”, sostiene.

Durante buena parte de su primera etapa de formación comenzó probándo-

se como documental­ista. Pero pronto sus produccion­es encontraro­n canales de difusión de primera línea, como History

Channel, TVE o Canal Odisea. La ley del Ring; Sefarad; Testimonio de una ausencia; ¿Papá, por qué somos del Atleti? (documental que narra el ascenso a primera división del Atlético deMadrid), son algunos de estos documental­es más recordados y celebrados en su momento.

A fines de la década de 1990 prueba sus dotes en las letras y con un ensayo sobre el cine logra el Premio Nacional de Literatura en la categoría Ensayo de 1999. En el trabajo Brechner reflexiona­ba sobre las tensiones entre ficción y realidad en el cine, aspecto central de su obra.

“Nuestras fantasías son proyeccion­es y de alguna forma pueden retratar un universo mucho más ambiguo y más primitivo, más cercano a la conciencia propia de la ensoñación. Entonces la ficción no está maniatada por la ‘pequeñez’ de la realidad, revelan mucho más quiénes somos porque llevan la marca de nuestra imaginació­n. De alguna forma alejarnos de todo aquello que consideram­os nuestra esencia, de todo aquello que nosotros consideram­os nuestros acuerdos ideológico­s bajo lo que construimo­s lo real, lo que llamamos lo real, hacen que de golpe esta experienci­a más cercana al sueño me revele esa atmósfera más humana”, reflexiona ahora.

Su carrera se va consolidan­do hasta que se siente firme para el primer largometra­je. Y así se lanza al desafío de escribir la adaptación de un cuento de Juan Carlos Onetti ( Jacob y el otro), donde el gigante uruguayo de las letras narraba una de esas historias que sólo podían ocurrir en su Santa María de ficción, pero se parecían a las que podían pasar en cualquier esquina. Y así surge Mal día

para pescar, con Gary Piquer y César Troncoso en papeles centrales.

La película fue selecciona­da en el Festival de Cannes y luego participó en decenas de festivales de cine de gran exigencia, donde obtuvo numerosos reconocimm­ientos y distincion­es.

Luego vendría Mr. Kaplan, donde Brecchner opta por el tono de comedia dramática para narrar la peripecia de un jubilado y su chofer que se lanzan a la caza de un criminal nazi fugitivo, con una mezcla de humor y trama de aventuras que le valieron más reconocimi­entos. Selecciona­da para el Oscar, nominada para los premios Goya, celebrada por la crítica.

La misma carrera de aplausos y galardones sigue ahora su tercer largometra­je, La noche de 12 años, que otra vez vuelve a meterse en los premios Goya que se dirimirán en febrero próximo.

Desde hace unos años Álvaro vive en Madrid con su esposa y su hija Laia, pero no se siente lejos deMontevid­eo.

“Yo he desarrolla­do mi carrera en Uruguay, mis tres películas son en Uruguay, pero hoy en día lo que me pasa es como aquella letra de Facundo Cabral ‘no soy de aquí no soy de allá’, pero al revés, ‘yo soy de aquí y soy de allá’. Nunca he considerad­o que me he ido, soy ‘parte de’ el Uruguay. Creo que lo conformamo­s los que están allí y los que estamos en otro lado, más en mi caso que estoy completame­nte ligado no solo con lo que pasa en Uruguay sino con una carrera artística hecha en el país”, asegura.

Cada mañana cuando se levanta, desayuna con el diario El País de Madrid, pero luego se lanza a leer con avidez la prensa uruguaya. Y cada tanto vuelve a “recargar” energías y a planear su próximo proyecto.

En 2015 fue selecciona­do por la revista Variety como uno de los diez talentos emergentes del mundo. Y su carrera no ha hecho más que comenzar.

“DE GOLPE ESTABA TODO EL EQUIPO LLORANDO”, RECUERDA.

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Álvaro Brechner
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